Es difícil no conmoverse con este relato, basado en hechos reales, expuesto en esta cinta dirigida por Andrew Levitas. Se trata de una tragedia, otra más, referida a los efectos que los desechos industriales vertidos por una Corporacion sin escrúpulos ocasionan en los habitantes de su entorno. La contaminación es del tal magnitud -residuos de mercurio tirados al mar, década tras década-, que las malformaciones y muertes ocasionadas por este envenenamiento masivo, negligente, y culposo, son pruebas que se encuentran a simple vista. Aún así, a pesar de las persistentes protestas y de ser un caso evidente, la situación está contenida y controlada por los mandamases principales del consorcio. Los pescadores locales no logran hacer mella en un imperio económico que enfrenta cualquier dificultad poniendo el pie encima con al poder que les da el dinero.
La película comienza mostrando la vida en decadencia de W. Eugene Smith -Johnny Depp-, reconocido fotoperiodista de la Revista Life -famoso por su cobertura de la Segunda Guerra Mundial-, dueño de una personalidad compleja de definir. En los primeros minutos, la intención es configurar a Smith, un hombre que vive su deterioro humano y profesional ahogándose en alcohol. Con sus relaciones familiares rotas y carente de cualquier desafío, ¿qué le queda cuando mira hacia un futuro incierto y deprimente? Destellos de traumáticos recuerdos solo acentúan una crisis que no tiene ningún atisbo de solución.
Cuando Aileen Mioko -Minami-, junto a un joven fotógrafo que es admirador de Gene golpean su puerta, su resistencia es absoluta. La tragedia que se vive en Japón le resbala, elude cualquier compromiso y menos piensa en alguna acción concreta, sin embargo, en un segundo de lucidez toma la decisión de involucrarse y comprometer a la revista en un proyecto de gran envergadura: documentar, con imágenes, una historia que el mundo debe conocer en detalle.
En el primer cuarto de la cinta ya estamos con el personaje. Johnny Depp lo encarna muy bien, cámara en mano; ¡click! Vemos en esencia un profesional con un ojo clínico capaz de captar detalles ocultos a simple vista, cuadros estéticos rudos y crudos que se transforman en denuncia, gracias al instinto y talento de un verdadero artista. Si le sumamos, además, aquel mágico proceso de revelado de los negativos y posterior impresión de las fotografías al fijarlas en papel, la película adquiere un tono retro, casi romántico, como añorando una forma de develar la realidad que hoy día resulta impensable.
Surgen preguntas respecto a la motivación que tiene Smith de cubrir la, a esa altura, denominada “enfermedad de Minamata”. El sufrimiento de la población, la exposición del problema a nivel local, las arduas peleas de los habitantes del lugar contra la empresa, o el ruido provocado por esa lucha permanente contra puertas cerradas, podría perfectamente ser algo suficiente, pero esto no es demasiado claro. ¿No será que Gene quiere reconocimiento, un premio, o tal vez una última oportunidad para demostrar que no es alguien acabado en su oficio?
“Minamata” reconstruye la odisea, aquel viaje este fotógrafo que está de regreso en Japón, y lo hace con un tratamiento formal como si se tratara de una pieza documental. El conflicto que encuentra en lugar está clarísimo y su presencia no es bien recibida. Intentos de cancelación y de sobornos, acusan el objetivo que tiene la empresa, centrada en esconder una realidad que se observa en cada espacio del pueblo. Luchar por un bien mayor despierta sensibilidad y empatía, y es lo que vamos observamos en Eugene Smith, quien se va transformando al recorrer este camino. Surge complicidad con la comunidad local, muy diferente a sus hábitos y costumbres, en una humanidad que la cinta se encarga de relevar como homenaje y recuerdo a todos quienes han sido afectados, mostrando imágenes que resulta desgarradoras.
La música de la película es estupenda -compuesta por Ryuichi Sakamoto-, como asimismo la recreación de cada uno de los ambientes y un manejo cuidadoso de la luz. Naturalmente llama la atención la fotografía del filme, sobre todo por la complejidad de asimilarla a las fotografías originales de Smith -un trabajo muy bien logrado-, publicadas en 1972, en Life, provocando conmoción mundial. Las caras, los gestos, los retratos y primeros planos están muy bien capturados, y el montaje y edición fina entrega una fluida continuidad. Además de lo anterior, Depp logra puntos altos en su interpretación, especialmente cuando dejamos de verlo a él, es decir cuando nos olvidamos del actor y acompañamos al fotógrafo en su arriesgada misión. Gran trabajo escénico, una suerte de redención para el actor luego de un calvario judicial que postergó este proyecto y naturalmente también su carrera.
Resulta muy importante cómo se llega al final de la historia en esta película. La emotividad que alcanza se corona con imágenes icónicas, y también con menciones a otras tragedias ambientales, algunas aún vigentes actualmente. Tal vez no se puedan ganar las demandas en forma concluyente, pero es bueno generar espacios de felicidad aunque estén rodeados de océanos de tristeza y devastación. “Minamata” lo hace. Valga un reconocimiento para una cinta bien construida, necesaria e indispensable.
FICHA TÉCNICA
Título original: Minamata
Año: 2020
Duración: 110 minutos
País: Reino Unido
Compañías: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; Metalwork Pictures, Head Gear Films, Infinitum Nihil, Kreo Films FZ, Metrol Technology, Work in Progress
Género: Drama | Biográfico. Años 70. Fotografía. Periodismo. Basado en hechos reales
Guion: David Kessler, Andrew Levitas
Música: Ryuichi Sakamoto
Fotografía: Benoît Delhomme
Reparto: Johnny Depp, Bill Nighy, Hiroyuki Sanada, Tadanobu Asano, Katherine Jenkins, Jun Kunimura, Lily Robinson, Ryo Kase, Masayoshi Haneda, Yosuke Hosoi
Dirección: Andrew Levitas