Los protagonistas de esta cinta son padre e hija. Calum -Paul Mescal-, treinta y tantos, idealista, soñador; Sophie -Francesca Corio-, once, muy inquieta y curiosa. Están en Turquía, fines de los 80, en un resort cómodo pero no el más lujoso. De hecho, tienen una sola cama en la habitación (habían pedido dos), y al carecer de la pulsera no pueden acceder a todos los beneficios de un preciado “all inclusive”.
A pesar de las contadas limitaciones, ambos buscan entretención. Asiduos a la piscina, toman helados, participan en uno que otro karaoke, van de paseo, descansan tendidos al sol, etc. Algún encuentro casual y alguna fiesta, complementan pasajes diversos de un verano que comparten un padre y una hija que durante el año viven separados.
La guionista y directora Charlotte Wells menciona que esta cinta tiene una buena cuota de su propia experiencia. Y acá, esa perspectiva es importante, porque por rendijas se cuela Sophie ya mayor, repasando esas cintas grabadas con una cámara casera que permiten rehacer aquella memoria de unas vacaciones que tal vez le marcaron para siempre.
Wells utiliza muchos recursos para imbuirnos en esos recuerdos. Ángulos diversos, planos diferentes y tomas espejo, configuran una fotografía sutil, delicada y suave, que envuelve las varias capas de profundidad que tiene un relato que profundiza si nos dejamos cautivar por él.
Existe calma, mucha calma en el transcurso de cada minuto. No es lentitud, es un tránsito paciente, elaborado, profundo. Es la descripción de un viaje de descubrimiento y maduración, donde sale a relucir la ternura filial y también amenazantes signos anímicos: desolación, incluso depresión.
La rutina cotidiana abarca largas secuencias. Así, lo más importante es la compañía mutua, el estar juntos, tal vez “solo estar juntos”. Eso no es fácil para esta niña curiosa de 11 años, que siente admiración por su padre pero que también lo desafía y lo comienza a cuestionar. Emergen sentimientos íntimos gracias a una sutil y frágil memoria que se recompone unos 20 años después, tal vez idealizando lo bueno y morigerando lo malo, una perspectiva que adquiere ribetes diferentes con el paso de los años.
Una excursión, un cumpleaños. Las imágenes caseras se entremezclan dentro de una cotidianeidad que resulta natural y pausada. Y hay metáforas en ello; el cielo, el barro, el agua y el horizonte. Puntos de partida y de llegada, procesos internos, algunos más desarrollados, otros tal vez ocultos, sin emerger, como esperando la ocasión de hacerlo.
Hay nostalgia en este relato, una interioridad siempre presente a través de actitudes más que palabras. Destellos, trazos, o pinceladas de emociones denotan una sensible soledad. Los recuerdos son ambiguos, y se ven a través de ventanas pequeñas cuyos cristales filtran el paso del tiempo.
“Aftersun”, con nominaciones a premios del cine independiente en Inglaterra y en Estados Unidos, es una película diferente, de sensaciones, muy de piel, de roce emocional, cordial y a la vez incisiva. Es un trabajo sobre el amor y la conexión íntima entre hija y padre, una cinta que imprime un sello particular y que no pretende resolver las dudas que presenta. Las reflexiones debemos hacerlas nosotros, porque “Aftersun”, básicamente, nos deja preguntas, algo que siempre es incómodo pero que tal vez es el mejor desafío que nos puede plantear un trabajo de autor.
Ficha técnica
FICHA TÉCNICA
Título original: Aftersun
Año: 2022
Duración 98 minutos
País: Reino Unido
Compañías: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; BBC Film, Creative Scotland, AZ Celtic Films, PASTEL, Unified Theory, BFI Films. Productor: Barry Jenkins. Distribuidora: A24
Género: Drama | Años 90. Adolescencia
Guion: Charlotte Wells
Música: Oliver Coates
Fotografía: Gregory Oke
Reparto: Paul Mescal, Francesca Corio, Celia Rowlson-Hall, Kayleigh Coleman, Sally Messham, Harry Perdios, Ethan Smith
Dirección: Charlotte Wells