Fecha: Martes 19 de Mayo de 1970
Referencia: 3388/70
Pais: Chile
Ciudad: Valdivia
Autor: Mons. José Manuel Santos Ascarza

Valdivia, 19 de mayo de 1970


Señores
Dagoberto Ortega Gálvez
Luis Leiva Montecinos
Manuel Oliveros Sagal
Linares

De mi mayor consideración:

1. Tengo el agrado de acusar recibo de la comunicación que, con fecha 11 del mes en curso, Uds. han hecho llegar a la Secretaría del Episcopado en Santiago.

2. En ella ustedes presentan algunas quejas relativas al Sr. Obispo de Linares, Mons. Augusto Salinas, en el sentido de que no estuviera con ustedes en el proceso de la Reforma Agraria y que en cambio estuviera más bien con la parte patronal. Al mismo tiempo piden un pronunciamiento de la Iglesia acerca del proceso de la Reforma Agraria.

Como no tengo antecedentes sobre los cargos concretos que ustedes formulan, me he puesto en comunicación con Mons. Salinas a fin de que él mismo se sirva darle respuesta a las dudas que Uds. presentan en la carta y él mismo lo hará personalmente.

3. Solicitan en cambio un pronunciamiento oficial de la Iglesia Católica de Chile sobre la realidad campesina, a raíz de los reprochables sucesos acaecidos en el fundo La Piedad, de la provincia de Linares.

4. A nombre de los Obispos debo precisar: a) el papel de la Iglesia y la salvación en Jesucristo; b) la Iglesia y la Reforma Agraria y c) la Iglesia y la violencia.

5. Debo hacerles presente, ante todo, que esta carta va dirigida a los católicos, con lenguaje cristiano, y no es ánimo mío ni de ninguno de los Obispos de Chile, entrar en política de partidos y menos es nuestra intención favorecer o desprestigiar a ninguno de los candidatos a la presidencia del país.

a) El papel de la Iglesia y la salvación en Jesucristo

6. La misión principal de la Iglesia es mostrar al mundo entero la persona de Jesucristo, porque los cristianos pensamos que Cristo y el Evangelio traen la verdadera salvación y la liberación a todo hombre de buena voluntad. El Concilio Vaticano II precisa (Constitución Lumen Gentium N° 1) que “La Iglesia es en Cristo un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”.

7. La Iglesia desea interpretar a Jesucristo y entregar su mensaje actual. Los que somos Iglesia sabemos que Jesucristo hoy vive, hoy interviene, hoy juzga, hoy salva y conduce la historia. Por eso la Iglesia está siempre atenta a los acontecimientos para descubrir en ellos esta presencia y acción de Cristo que libere al hombre. De este modo los cristianos, comprometiéndonos con Cristo vivo, transformamos la historia en historia de salvación, de liberación integral.

8. Somos los creyentes y de modo especial los Obispos “los testigos” del Evangelio y es ésa nuestra misión más importante: entregar a los hombres de nuestro tiempo la persona de Jesús y siempre está en nuestro corazón la siguiente pregunta: ¿qué habría hecho Cristo en nuestro lugar hoy día?

9. Creemos que Jesucristo está vivo y su Persona tiene una fuerza actual que da respuesta verdadera a los grandes problemas que hoy tiene la Humanidad.

10. Hay otros caminos que la Iglesia respeta y reconoce. La política, la psicología, etc., pero lo propio y determinante de la Iglesia es entregar a Jesucristo y es en El donde los cristianos colocamos toda nuestra atención para encontrar caminos de salvación.

11. La Iglesia no tiene partido político, ni pretende dar respuesta a los problemas técnicos, pero sí es su deber entregar la mentalidad de Jesucristo para que su Persona y sus ideas iluminen todos los problemas candentes y dolorosos que afectan a nuestra sociedad y al mismo tiempo ayude a los hombres a encontrar una solución cristiana a todos estos problemas.

b) La Iglesia y la Reforma Agraria

12. La Iglesia ha visto y ve necesaria la Reforma Agraria y este juicio ha sido dado oficialmente en 1962 en la carta pastoral de todos los Obispos de Chile sobre el campesinado chileno y en las actuaciones concretas de algunos Obispos. Deseo destacar de un modo especial la actuación de Mons. Larraín, Obispo de Talca, quien fue el primero en iniciar en su propia Diócesis la Reforma Agraria. Este ejemplo fue seguido por el Sr. Cardenal en propiedades que poseía el Arzobispado de Santiago e igualmente por numerosos otros Obispos que han entregado las propiedades agrícolas que poseía la Iglesia.

13. La Iglesia ha apoyado y hoy día sigue apoyando la Reforma Agraria, porque considera que hay una situación de angustia y opresión del campesinado y no ve cristiana la diferencia entre patrón e inquilino.

14. Los Obispos de Chile pensamos que Cristo mira nuestra estructura social-económica y su juicio es severo ya que El no puede bendecir una estructura capitalista que va contra la dignidad de la persona humana y olvida la dimensión social del hombre haciéndolo un ser egoísta, centrado en el dinero y en los bienes materiales.

15. Cristo quiere que los bienes y la tierra tengan una función social y ningún hombre tiene derecho a tener más de lo necesario, cuando existen otros que no tienen ni siquiera lo necesario para vivir. Por eso Su Santidad el Papa Pablo VI ha dicho: “la propiedad no es un derecho absoluto e inalienable” (Populorum Progressio).
16. Los Obispos apoyamos la Reforma Agraria porque constituye un camino para que todos los hombres tengan la posibilidad de desarrollar en forma libre sus cualidades, sus posibilidades y construir su fraternidad armonizando sus diferentes situaciones por medio de un proceso de integración.

Reconocemos que, al estar en marcha la Reforma Agraria, en su aplicación se han cometido errores o ha habido deficiencias por parte de organismos estatales y organizaciones campesinas, como ocurre en todo proceso que hace avanzar la Humanidad y en el que intervienen hombres con sus propias limitaciones. Sin embargo estos mismos errores de ninguna manera invalidan la necesidad de efectuar una transformación de la pertenencia de la tierra.

17. Aceptamos con humildad que no siempre hemos estado realmente comprometidos con los débiles y los pobres; pero vemos el llamado del Evangelio y toda la fuerza de Cristo que “vino a evangelizar a los pobres” y pensamos que la Iglesia de Cristo debe ser en primer lugar la Iglesia de los pobres.

18. Reconocemos que hay en Cristo una preferencia por los más necesitados y pedimos a Dios la fuerza para ser consecuentes con el Evangelio que debemos predicar.

19. Los Obispos pensamos que los campesinos tienen derecho a exigir a Cora, a Indap y a los organismos de promoción que se realice una acción integral de formación que abarque al hombre entero. Una Reforma Agraria que sólo reparte tierras o mira el aspecto puramente económico es una reforma incompleta y terminará siendo estéril e insuficiente.

20. La verdadera Reforma Agraria debe hacer presente todos los valores humanos, desarrollar la vida familiar y los valores fundamentales. No es sólo el rendimiento económico lo que importa. El campesinado tiene derecho a exigir la formación de jefes netamente campesinos que en él sean los dirigentes definitivos del mundo rural y logren crear un nuevo campesino con personalidad y fisonomía propia.

21. Finalmente los Obispos pensamos que el campesino debe asumir sus deberes y responsabilidades y le pedimos que sea responsable al asumirlos. Siempre, en la vida humana, los derechos llevan también deberes y se requiere asumir no solamente los derechos sino también las obligaciones que estos propios derechos imponen.

22. El gran desafío al proceso de la Reforma Agraria no es el cambio de estructura. Es el cambio de la mentalidad que logre un mundo nuevo, con hombres renovados.
Si el cambio de mentalidad y el cambio de estructura no marchan en forma armónica no tendremos jamás un cambio profundo y real en nuestra sociedad.

23. Hoy el proceso de Reforma Agraria está en marcha. Hoy muchos propietarios agrícolas deben entregar sus tierras para que sean divididas según la ley. Se enfrentan así al dolor y a abandonar lo que han considerado suyo durante toda su vida y que, a menudo, han heredado de sus padres o abuelos y ellos mismos han trabajado teniendo allí su esperanza y fuente de subsistencia.

24. No se podría negar que esto implica un sacrificio real. Pero tampoco pueden olvidar los cristianos que todo bien recibido procede de Dios y que es dado por El a los hombres, no para beneficios de unos solamente sino para utilidad de todos. Esto vale no sólo para la tenencia de la tierra, sino para los bienes de educación, medios económicos, comunicaciones, inteligencia, iniciativa, etc.

25. Nosotros esperamos que la urgencia de una distribución más justa de los bienes sea comprendida por todos los hombres de buena voluntad y, especialmente por los cristianos. Si hemos defendido el derecho de propiedad y su valor, hemos pensado especialmente en la posibilidad y en el derecho que todos tienen de ella y no en la defensa de la propiedad para unos pocos.

c) La Iglesia y la violencia

26. El país atraviesa una ola de violencia. Es superfluo recordar los casos en que casi a diario ella se ejerce por ambas partes. Pero el buen sentido es también un valor tradicional de nuestra patria. “Chile, dice un escritor brasileño, puede tener una loca geografía, pero tiene una historia cuerda”. Pues bien si esta cordura no logra imponerse en todos los sectores nos precipitaremos en el caos.

27. Frente a esta grave situación, tengo el deber de expresar en nombre de mis hermanos en el Episcopado, mi pensamiento.

Estamos “en el tiempo de la ira” y como Cristo deseamos ser “los hombres de la reconciliación”.

28. Todos anhelamos la paz, pero creemos que la justicia es una condición ineludible para alcanzar la paz. En nuestro país estamos viviendo en una situación de injusticia que ha venido a llamarse por todos de “violencia institucionalizada”. Habitualmente se está ejerciendo con el pobre. Se ejerce cuando el pobre no encuentra trabajo, cuando debe hacer largas colas en las oficinas públicas, cuando los hijos se enferman por mala alimentación, cuando no es oído por la justicia. Últimamente las tensiones se han agudizado invocando todos el nombre a la justicia. “No hay que abusar de la paciencia de un pueblo que soporte durante años una condición que difícilmente aceptarían quienes tienen mayor conciencia de los derechos humanos” (Medellín, Documento Paz. n. 16).

29. Ante una situación que atenta gravemente contra el verdadero concepto de justicia, que está poniendo en peligro la paz de nuestro país, como pastores debemos hacer un llamado a todos los hombres de buena voluntad y especialmente a los cristianos, para que aquellos que se encuentran en una situación de privilegio en relación con los demás, “no se valgan de la posición pacífica de la Iglesia para oponerse pasiva o activamente, a las transformaciones profundas que son necesarias. Si retienen celosamente sus privilegios y, sobre todo, si los defienden ellos mismos empleando medios violentos, se hacen responsables en la historia de provocar las revoluciones explosivas de la desesperación” (Medellín, Documento Paz. n. 17).

30. Un llamado urgente también a aquellos que están llamados a hacer justicia debe hacerse y que permanecen pasivos por temor a los sacrificios y riesgos personales que implica toda acción audaz y verdaderamente eficaz. Podríamos decir con Pablo VI, “una paz auténtica implica lucha, capacidad inventiva, conquista permanente” (Mensaje de Navidad 1967).
31. Hay quienes ante la gravedad de la injusticia y la resistencia ilegítima de los cambios, ponen su esperanza en la violencia. Reconozco que su actitud está movida, con frecuencia, por impulsos nobles de justicia y de solidaridad, pero creo que nuestro país tiene los cauces legales necesarios para hacer justicia. Sólo corresponde exigir que operen eficientemente y que se apliquen con toda fidelidad y sin distinción de clases.

32. Termino esta carta en la cercanía de Pentecostés, fiesta del Espíritu Santo. En este día la fuerza del amor de Dios logró que hombres con lenguas y mentalidad diferentes pudieran entenderse entre sí y mantener un verdadero diálogo.

Quiera Dios que nuestras diferencias de personalidades, nuestros criterios distintos, nuestra situación económica variada ya sea por problemas de generaciones, ya sea por culturas distintas o por versiones políticas opuestas logren superarse por la fuerza del amor de Dios en la venida del Espíritu Santo.

33. Antes de terminar debo agradecerles la invitación que me formulan para asistir a la constitución del asentamiento “Hernán Mery Fuenzalida”. Si ese predio se encontrara dentro de los límites de mi Diócesis habría aceptado con el mayor agrado la invitación que me formulan. Pero mi condición de Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile no me da atribuciones para intervenir, como Obispo, directamente en territorios que no son de mi jurisdicción. Por esto al declinar esta invitación espero que comprendan que mi labor es de coordinación dentro de las tareas internas del Episcopado, pero no me autoriza para intervenir directamente en asuntos que son de atribución exclusiva de cada Obispo diocesano.

34. Me es grato aprovechar esta oportunidad para expresarles mi afecto en el Señor y los sinceros votos para que todo el proceso de la Reforma Agraria constituya una renovación no sólo de las estructuras sino de todos los chilenos.

† José Manuel Santos Ascarza
Obispo de Valdivia
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile