Peregrinación a Los Andes: Acto de humanidad y santidad

Peregrinación a Los Andes: Acto de humanidad y santidad

 
Sábado 23 de Octubre de 2004
25 grados de calor, viento frío, suelo seco y cielo abierto, es el escenario que hace de este día una fiesta. Miles y miles de jóvenes, de distintos puntos del país, inspiran y se esfuerzan por Cristo en esta 14ª Peregrinación a Los Andes. No hay diferencias que dividan. No hay fronteras sociales, raciales ni generacionales sino una rica diversidad de historias, rostros y expresiones que comunican un solo sentir: Los jóvenes quieren ser discípulos de Jesús, tal como Santa Teresa que al conocerlo, lo acogió en su corazón y comenzó a seguirlo sin detenerse.

Se esperaban 70 mil, tal vez llegaron más. Lo importante es que no hay una adhesión juvenil tan masiva como esta, salvo para los eventos deportivos, pero en ellos se gana o se pierde. En cambio, en esta experiencia de fe, siempre se gana. Las cruces de colores que portan los peregrinos desde la cumbre del cordón de Chacabuco, representan la señal de este triunfo. El triunfo de la vida sobre la muerte. El camino que el discípulo emprende para imitar al Maestro, dando lo mejor de sí mismo, para hacer que la vida propia y la de los demás sea un pedazo de cielo y una expresión del Reino.

Esta experiencia, que se repite por décima cuarta vez, convoca cada año a más jóvenes y representa un gran mensaje para la sociedad: Hay muchos jóvenes que por el bien que hacen no meten ruido, que respetan la vida y buscan la paz. Algunos van de la mano, muchos sonríen por todo el camino, otros saltan y juegan, se ayudan mutuamente, pues el recorrido es arduo, se alientan, se esperan, se animan a rezar y, sobre todo, avanzan hacia el encuentro con Jesús.

Figurativamente ésta podría ser también la experiencia del pueblo, que quiere avanzar hacia una mejor calidad de vida de quienes lo integran. Caminar todos, cada cual a su ritmo, sin que nadie se quede al borde del camino ni rezagado por el olvido y la indiferencia. Ser un pueblo donde la ley, la gratuidad y la promesa estén al servicio de lo que es plenamente humano.

Por eso peregrinar hacia un santuario es para la Iglesia un acto en sí mismo santificante, porque en él suceden estos hechos y otros que responden a las inquietudes más profundas del hombre y la mujer de hoy.
Santiago, 23-10-2004