Santiago, 11 de octubre de 2000
Las elecciones municipales que pronto se realizarán en el país han sido la ocasión para que los candidatos a ocupar esos cargos, y los partidos a los cuales muchos de ellos pertenecen, llamen la atención sobre sus Proyectos, sus aspiraciones y sus denuncias. En esta situación nos parece oportuno ofrecer algunas reflexiones.
1. La Iglesia siente gran respeto por quienes tienen vocación para el servicio público y, en particular, para la actividad política. Vemos en ella una expresión de la vocación de Jesús, el Señor, que no vino al mundo para ser servido sino para servir. Un país necesita personas abnegadas que dediquen su vida, o lo mejor de sus energías, al Bien Común desde los distintos lugares de servicio en que se puede ejercer esta función.
2. Esta vocación apasionante ha contado en Chile con el ejemplo de grandes figuras, de diversos partidos políticos, que en su historia se dedicaron a la Patria con gran generosidad; aun sin ser remunerados por su servicio. Esta actitud la hemos visto en servidores públicos también de escasos recursos que, con grandeza de alma, estimaron como un honor el ser elegidos para cargos de representación popular.
3. Sabemos que los tiempos han cambiado y que las condiciones en que se realiza este importante trabajo exigen la dedicación plena a esta sola tarea. Pero, por la mismo, nos parece indispensable mantener el respeto por esta vocación tan noble, percibiendo sueldos justos que no produzcan escándalo en la población, máxime cuando el país atraviesa por circunstancias aflictivas.
4. Entendemos que en un clima pre electoral la discusión política se haga más incisiva. Sin embargo, nos parece necesario que se debata siempre con altura de miras, sin difamar a los adversarios y con respeto por la investidura que tienen. De lo contrario, los excesos en el debate y los argumentos oportunistas y demagógicos, sólo contribuirán a desprestigiar tan alta vocación particularmente ante los ojos de los jóvenes.
5. Especial responsabilidad les cabe a los medios masivos de comunicación, de informar objetiva y adecuadamente, sin caer en la tentación de recurrir a informaciones parciales o deformadas con tal de vender y hacer valer sus intereses editoriales.
6. Si queremos contribuir a la reconciliación entre chilenos, los servidores públicos y, en particular los que ejercen actividades políticas, deben tener conciencia de la grave responsabilidad que les cabe, anteponer el bien del país a intereses de grupos, y evitar la tentación del sectarismo que lleva a reconocer sólo la bondad de los partidarios y a destacar los errores de los adversarios.
7. El prestigio de la función pública, como lo recordara el Cardenal Don Carlos Oviedo en su Carta “Los Católicos y la Política”, depende, en gran medida, de cuatro coherencias:
la coherencia entre lo que se promete y lo que se quiere y puede cumplir;
- la coherencia entre los principios doctrinales y la flexibilidad que exigen las realidades contingentes y cambiantes;
- la coherencia entre la conducta pública y privada, y
la coherencia ética de la persona, entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace.
8. En fin, todos nos beneficiaremos en la medida en que hagamos nuestro el espíritu de servicio dedicado, gratuito y entusiasta del cual nos dio ejemplo Jesús, cuya autoridad moral sorprendía profundamente a quienes fueron testigos de su palabra y de sus acciones.
Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile
