Les doy la Paz (Cfr. Lucas 26-36)
Santiago, 4 de abril de 1999
1. La paz fue el primer mensaje que el Señor resucitado dirigió a sus discípulos reunidos en Jerusalén. Su resurrección cambió el alma de los apóstoles, llenando su corazón de esperanza y de coraje. Nosotros no podemos silenciar este mensaje esperanzador cuando vemos que existen hoy tantos sufrimientos, divisiones, injusticias y soledades.
2. La Pascua del Pueblo de Israel fue el paso de Dios liberando a los esclavos, llenando de esperanza el corazón de esos hombres oprimidos, invitándolos a dejarse guiar por Él a través de los desiertos buscando la tierra prometida.
Jesús realizó la verdadera Pascua: el paso de la muerte a la vida, el encuentro total y definitivo con el Padre. En Él, la humanidad pasa de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios, de la enemistad al encuentro y a la solidaridad de hermanos.
3. El mensaje central del cristianismo se afirma y tiene su consistencia en la resurrección de Jesús. En ella encontramos el horizonte que responde a nuestras búsquedas y da sentido a todas nuestras penas. Dios “en Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo sentar con él en el cielo” (Efesios 2,6). Jesús nos abrió el camino de total confianza, de acatamiento, de intimidad, de alegría, de cariño, que es la actitud del verdadero hijo y nos invita a seguirlo. “Toda la vida cristiana es como una gran peregrinación hacia la casa del Padre” (Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente, n.49).
4. La Resurrección debe resonar hoy en Chile. Estamos amenazados por el desaliento. La crisis económica, con su secuela de desocupación, ha golpeado la conciencia nacional. En los últimos meses ha quedado de manifiesto que no están aun cerradas las profundas heridas que nos separan. Como cosa normal, han ocupado el lugar central de las noticias los titulares de violencia y corrupción. Corremos el peligro de pasar de la percepción de un país triunfador, a subrayar ante todo los defectos, los fracasos, en un clima de reproches, acusaciones y temores.
5.La resurrección de Jesús puede ayudamos a tener una mirada nueva y más objetiva de nuestra realidad. No se trata de ocultar los problemas, sino de enfrentados desde la perspectiva de Dios. La Pascua rehace nuestra esperanza sobre sólidos cimientos, nos da la certeza que la fuerza de Dios puede manifestarse en la dificultad. La Pascua proclama el paso de Dios por esas situaciones dolorosas, obligándonos a elevar la mirada, sin fanatismos y con actitud más humana. Ella nos permite afinar nuestros criterios. En la dificultad podemos comprender que las personas son más importantes que las cosas, que la grandeza espiritual da más calidad a la vida que el bienestar material, que la solidaridad entre todos nosotros nos hace felices y debe estar en el centro de nuestra cultura. La Pascua ubica nuestra vida en una perspectiva más amplia de eternidad y de confianza en Dios.
6. En este año de elecciones, esperamos que la campaña presidencial promueva la esperanza y se haga con altura de miras, en un ambiente de verdad, de respeto y de búsqueda del bien común por encima de los intereses particulares. Es necesario que se elaboren programas con hondo sentido social, haciendo los esfuerzos no sólo para que crezcamos económicamente sino para que avancemos en la unidad y equidad.
Invitamos a los jóvenes, que serán los verdaderos actores en el siglo que llega, a asumir vigorosamente la responsabilidad de la cual depende su propio futuro, la suerte de los pobres y el destino de la patria.
7. Al acercarse el año dos mil, la celebración Pascual adquiere especial importancia. La Iglesia quiere que este tiempo nos haga reencontrar la alegría y la esperanza. La gracia del Jubileo ha de ir unida a un compromiso firme con la justicia y la paz. Es el momento de pedir perdón y perdonar; y la ocasión para renovar el sentido solidario de la existencia. Por eso, todos los que tienen responsabilidad han de hacer los mayores esfuerzos para que sanen las heridas de nuestra patria y para que la crisis económica no azote a los más pobres con el desempleo, que arrebata la dignidad del desocupado y genera problemas grandes en sus familias. Dios bendiga sus esfuerzos.
8. María acompañó a su Hijo en la cruz y esperó la Pascua con confianza. Que Ella nos ayude a vivir la Pascua en nuestro tiempo; a dejar pasar a Dios por el medio de nuestras vidas haciendo florecer los desiertos, dando ánimo a los afligidos y enderezando los caminos del encuentro. Que en preparación al Jubileo Dios nuestro Padre y el Señor Jesús derramen su gracia y su paz sobre nosotros.
Con este ánimo, enviamos a todos los habitantes de nuestra patria y a sus familias, un cordial y esperanzador saludo Pascual.
