Presentación de los Documentos Pastorales del Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa
A modo de preámbulo, quisiera destacar lo siguiente: el acto que celebramos esta mañana es una tradición iniciada por el Cardenal Carlos Oviedo Cavada. Él quiso que sus homilías, mensajes, ponencias, catequesis, cartas pastorales se compilaran en libros que pudieran servir para tener presente la historia social, cultural y religiosa en que se desarrollaba su ministerio pastoral. A esto aportaron en gran parte sus secretarios, primero el P. Eduardo Howard, aquí presente, y luego el P. Rodrigo Bilbao, hoy sirviendo en la Nunciatura de Brasil.
El Cardenal Errázuriz ha querido continuar con esta bella y necesaria tradición. Para ello ha contado con la colaboración de su ex secretario, P. Cristián Roncagliolo y el actual secretario P. Guillermo Green. Los secretarios reciben enormes solicitudes de invitaciones al Obispo y junto a él elaboran la agenda del Pastor.
Debemos reconocer, también, el aporte de los profesionales del Departamento de Opinión Pública del Arzobispado de Santiago que junto con resguardar los registros de sus intervenciones públicas y los testimonios fotográficos, han cuidado estas ediciones en colaboración con la Fundación Editorial Tiberíades, cuyo presidente, monseñor Cristián Precht, está animando esta mañana.
Mi texto tendrá como base lo que escribí como presentación del Volumen VI (años 2006-2007) y la presentación del Volumen VII (años 2007-2008) que realizó monseñor Andrés Arteaga.
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Impresiona, en el día a día, la inagotable actividad de nuestro Arzobispo, Cardenal Francisco Javier Errázuriz. Sin prisas, pero sin demoras. Es así como gusta trabajar. Metódico, reflexivo, persona de mucho consultar y decidido al momento de tomar resoluciones.
Al presentar los volúmenes VI y VII de sus Documentos Pastorales, que comprenden los años 2005 al 2008, podemos constatar parte de su intensa actividad pastoral. Esta colección consigna solamente el testimonio escrito en Homilías, Mensajes, Conferencias, Catequesis y Cartas Pastorales. Pero su actividad es mucho más amplia: es la del Pastor que escucha, que anima a personas y comunidades, que lideró la Conferencia Episcopal de Chile como su Presidente, que presidió el Consejo Episcopal Latinoamericano –CELAM- y que alentó y llevó adelante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida.
Es el Pastor y Cardenal miembro de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales. Además, en la solicitud del Papa por la Iglesia Universal, el Cardenal es miembro de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica; y de los Pontificios Consejos para la Cultura y para la Familia y de la Pontificia Comisión para América Latina.
Es el Pastor y Cardenal que acude solícito a las parroquias, capillas y santuarios, así como a universidades, colegios e instituciones católicas y laicas; visita hospitales, asilos y cárceles, llevando una palabra de aliento y una presencia de Cristo Buen Pastor.
Es el Pastor y Cardenal que dedica tiempo a sus colaboradores sacerdotes, vicarios episcopales y obispos auxiliares. Es el Pastor que anima la vida religiosa, a los laicos, familias y jóvenes; y el ministerio de los diáconos permanentes y sus familias.
¿Dónde hunde sus raíces el prolijo testimonio documentario que esta mañana presentamos?
Ciertamente del mandato de Jesucristo Resucitado:
“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). Así lo hicieron los Apóstoles Pedro y Santiago, Pablo y Bernabé, los evangelistas, y así una nube ingente de testigos, hasta ahora, en los inicios del tercer milenio cristiano y en el Chile del Bicentenario.
A fines del segundo milenio cristiano, el Papa Juan Pablo II, en la encíclica
Redemptoris Missio (n. 1), consideró imperioso volver a esa frase de San Pablo, intrépido apóstol de la evangelización de la cultura y de los pueblos:
“Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor 9, 16).
Esa exclamación (¡Ay de mí!), según el diccionario de la RAE,
“es utilizada frecuentemente para expresar muchos y muy diversos movimientos del ánimo, y más ordinariamente aflicción y dolor”. Algunos exegetas señalan que esa exclamación de San Pablo es similar al lamento del condenado a muerte. Por lo tanto, la evangelización es la razón de nuestra vocación cristiana y de nuestras vidas. No anunciar el Evangelio es existir como “muertos en vida”. Comprender e identificarse con la misión de Cristo es entrar en el misterio de nuestra propia vocación y de nuestra existencia: somos discípulos misioneros del Señor, término acuñado por el Documento de Aparecida, en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
(cfr. Cristián Contreras Villarroel, Presentación Volumen VI).
Con estos dos nuevos volúmenes de sus Documentos Pastorales y los próximos a publicarse “ya tendremos el arco completo de todos los años de su ministerio entre nosotros. Han sido registradas y publicadas con un orden cronológico, para nuestra historia. De otra manera es imposible su acceso”
(cfr. Andrés Arteaga Manieu, Presentación Volumen VII).
El año 2003, el Papa Juan Pablo II regaló a la Iglesia la Exhortación Apostólica post sinodal “Pastores gregis” (los Pastores de la grey), cuyo tema se inscribe en la más prístina tradición eclesial acerca del ministerio del obispo:
“El obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo”.
Para cumplir esta tarea, es necesario que el Pastor pueda estar –afirma el Pontífice- como “dentro de la Palabra”, “para dejarse proteger y alimentar como en un regazo materno” (cfr. Pastores Gregis, 15). Para evangelizar y anunciar la Palabra el Obispo debe ser engendrado y cobijado por esa misma Palabra. Su primer compromiso y deber es el de ser Maestro de la fe y Heraldo de la Palabra. De allí la importancia de la predicación, una forma privilegiada de ejercicio pastoral de la función de enseñanza
(cfr. Arteaga, supra).
La noble iniciativa de poner a disposición de la comunidad eclesial el magisterio pastoral del Cardenal Errázuriz, es un servicio al testimonio de un Pastor que ha servido desde 1998 en esta porción del pueblo de Dios que peregrina en Santiago de Chile, en situaciones sociales, políticas, culturales y eclesiales que demandaban su solicitud pastoral.
La presente recopilación de textos del Cardenal Errázuriz corresponde a cuatro años, 2005 al 2008, llenos de acontecimientos eclesiales con repercusiones mundiales, y también en el ámbito nacional y latinoamericano.
Bienio 2005-2006
Destaco los siguientes hechos de los que dan cuenta estos documentos pastorales:
- Durante este período de dos años, la Iglesia y la comunidad internacional lamentamos la muerte del Papa Juan Pablo II. En la Plaza de Armas, en el frontis de la Catedral Metropolitana de Santiago, el domingo 4 de abril de 2005, el Cardenal Errázuriz presidió la Eucaristía con presencia del Presidente de la República, de miles de personas y las más altas autoridades del país. A pocas horas de acudir a Roma para las exequias del Papa y para el cónclave que elegiría como nuevo Pontífice al Cardenal Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, el Arzobispo de Santiago pronunció una elocuente homilía que resumía la visita pastoral del Papa a Chile en 1987. Su título
“Hemos visto al Señor”. Sus palabras sintetizaban la gratitud del pueblo de Chile por su visita y su aporte a la paz y los anhelos de libertad:
“No podíamos olvidar que hace 18 años, precisamente un primero de abril, pisó nuestra tierra y también la besó, poniendo de manifiesto su aprecio por nuestra historia y por los anhelos de paz, libertad y de vida que latían entre nosotros, conforme a nuestra dignidad de hijos de Dios”.
- Ese mismo año, el Cardenal Errázuriz nos regaló homilías, mensajes, conferencias y catequesis que dejan selladas en la memoria eclesial momentos de intensas vivencias llenas de gracia del Señor. En efecto, este volumen nos proporciona su Catequesis
“Vivir en el mundo como verdaderos adoradores de Dios”, pronunciada en la XX Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Colonia (Alemania) y presidida por el reciente electo nuevo Pontífice Benedicto XVI en su país natal. Fui testigo presencial del enorme bien producido por la enseñanza del Cardenal Errázuriz en los jóvenes presentes en la parroquia Sankt Joseph, Colonia. Esa mañana de agosto de 2005 lo acompañamos obispos, sacerdotes y jóvenes de Chile y de muchos países latinoamericanos.
- Meses después, en octubre de 2005, la Iglesia en Chile exultó de alegría por la canonización del Padre Alberto Hurtado. Antes, en mayo de ese año, el Cardenal escribió una Carta Pastoral titulada
“Para la vida del mundo”, con ocasión del Año de la Eucaristía y de la canonización del Beato Alberto Hurtado. Una enseñanza que nos lleva contemplar la admirable obra social del Padre Hurtado y a la fuente espiritual que la animó, es decir, su identificación con el “yo” de Cristo, según la afirmación contundente de San Pablo:
“vivo yo, pero no yo, sino Cristo en mí” (Gál 2, 20).
- En la sinfonía de sus grandes textos al servicio de la Palabra de Dios y de la evangelización existen otros dedicados a momentos significativos de la vida de la Iglesia que peregrina en Santiago. Destaco las homilías en ordenaciones sacerdotales y diversas pláticas dictadas en diversos ambientes. Lo hizo como Arzobispo de Santiago y también en su calidad de Presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM). Entre ellas la pronunciada en Bogotá, en febrero de 2005:
“Los medios de Comunicación Social: sus libertades y su compromiso con la verdad y la dignidad de la persona”.
- Es de resaltar la bellísima exposición del Cardenal
“Sobre la familia y la sociedad”, pronunciada con ocasión del Inicio del Año Académico de Carabineros de Chile, en marzo de 2005. Ella fue solicitada por el entonces Director General de Carabineros, don José Alejandro Bernales. Años después (2008) falleció en un trágico accidente aéreo en Panamá junto a su querida esposa y profesionales de su comitiva. Ciertamente su plática fue un gran regalo, no póstumo, sino en vida a un gran servidor público y a la apreciada institución de Carabineros de Chile. El Cardenal la ofreció en una ponencia que despliega doctrina, cercanía pastoral, proyecciones de vida, y reconocimiento a la importante misión de Carabineros de Chile a favor de la familia y de los niños, sin esquivar todos los obstáculos que debe enfrentar la vida matrimonial y familiar.
- El obispo –
episkopos- por denominación etimológica, es el vigilante y protector. Y como pastor de la arquidiócesis de Santiago de Chile, el Cardenal Errázuriz, en el bienio 2005-2006, nos regaló dos hermosas Homilías pronunciadas en la fiesta del Apóstol Santiago:
“Nos sentimos comprometidos con la gran ciudad” (2005) y
“Para hacer hermosa la ciudad del Apóstol Santiago” (2006). En esas homilías, encontramos la preocupación por la ciudad, por sus habitantes, por sus problemas y dramas; también exalta nuestras potencialidades como santiaguinos. Una enseñanza que perdurará en el tiempo y cuya enseñanza deberemos seguir profundizando en el contexto del Chile del Bicentenario
(cfr. Contreras, supra).
Bienio 2007-2008
Este libro contiene 16 homilías, 12 mensajes y una conferencia, escogidas entre las intervenciones públicas del Cardenal Arzobispo, en su ministerio pastoral. En ellas se revela con claridad su esfuerzo por iluminar la vida de la Iglesia y también la marcha del mundo, desde su interior por intermedio de la Palabra. Corresponden a textos seleccionados entre muchos de los que fueron pronunciados los años 2007-2008.
Entre las homilías de ambos años, hay una que destaca entre todos los documentos aquí reunidos. Fue pronunciada en la Misa conclusiva de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida, Brasil. Otra homilía importante es la de la inauguración de la Asamblea Eclesial, que integró a todo Chile. Junto a la homilía se presenta una Conferencia, que es la única del tal tipo en todo el volumen. Se incluyen las homilías de los Te Deum de cada año, un par de ordenaciones sacerdotales y sermones de diversas fiestas. Entre los mensajes, destacan los dos que han sido elaborados con ocasión de la Pascua y los pronunciados con motivo de la Navidad. Esos años han estado marcados por la preparación, celebración y recepción de Aparecida, y los preparativos de memoria y celebración para el Bicentenario de Chile como nación independiente. Un trabajo de preparación y de proyección que sin duda está llamado a ser clave de interpretación de los planes pastorales del inicio del nuevo siglo.
Destacan en el conjunto de escritos, desde la perspectiva de la relación de la Iglesia con el mundo, el Mensaje a los Presidentes de los partidos políticos en la fiesta del Apóstol Santiago:
“Hagamos de Chile un espacio de confianza, amistad, alegría y paz” (cfr. Arteaga, supra).
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Cada hora, cada día, cada semana, cada mes y cada año en la vida de una persona y de un Pastor de la Iglesia son imposibles que queden registrados. Por eso, nos hace bien esta loable iniciativa de poner a nuestra disposición algunos de los escritos del Cardenal y Pastor. En ellos se trasunta su lema episcopal:
”Ut vitam habeant” (para que tengan vida). La vida es Cristo. A ello ha dedicado su propia vida el Cardenal Errázuriz.
Digámoslo con el Papa Benedicto XVI en su homilía con ocasión de la inauguración de su pontificado (24 de abril de 2005):
«Jesús invitó a Simón a remar mar adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable respuesta: “Maestro, por tu palabra echaré las redes”. Se le confió entonces la misión: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5, 1.11). También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera. Los Padres han dedicado también un comentario muy particular a esta tarea singular. Dicen así: para el pez, creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo del mar. Se le priva de su elemento vital para convertirlo en alimento del hombre. Pero en la misión del pescador de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, efectivamente: en la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios. Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida».
Creo que los escritos del Cardenal Errázuriz se inscriben en esta tradición eclesial y milenaria: tirar la red del Evangelio para que las personas tengan vida; la vida en Cristo; la vida abundante, la vida auténticamente libre y feliz. La vida que aceptó la Virgen María que recibió la más grande bienaventuranza que una creatura humana pudo recibir:
“Dichosa tú que has creído”.
Fuente: www.iglesiadesantiago.cl
