“Hoy, como en la época de Jesús, la Navidad no es un cuento de niños”, nos dijo el Papa el pasado domingo. Y ya en su tiempo el joven médico Lucas, autor del tercer Evangelio, se propuso informarse “cuidadosamente de todo desde los orígenes” a fin de conocer “la solidez de las enseñanzas recibidas” (San Lucas capítulos 1 y 2).
Así nos relata que el Precursor de Jesús, Juan el Bautista, aparece en un momento determinado de la historia: “El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba Judea…..bajo el pontificado de Anás y Caifás”. Y en un lugar preciso de la geografía: “empezó a recorrer toda la región del río Jordán”. Anunciando y preparando la llegada de Jesús, que había nacido en Belén de Judá cuando, “en tiempos del rey Herodes”, “siendo Quirino gobernador de Siria”, se realizó un censo en todo el mundo para dar cumplimiento al “decreto del emperador Augusto”. En los criterios históricos de aquel tiempo los datos son de gran precisión. Y por eso podemos repetir con el Papa “la Navidad no es un cuento de niños”.
Pero con el Santo Padre podemos ahondar más: “la Navidad es la respuesta de Dios al drama de la humanidad en busca de la paz verdadera”.
Vivimos la increíble paradoja, el verdadero drama, que nunca antes la humanidad tuvo más medios, conocimientos y tecnología como para alimentar, educar y hacer felices a todos los niños, y de dar una vida digna a todos los habitantes del mundo: jóvenes, adultos y ancianos, hombres y mujeres, sanos y discapacitados. Y nunca habíamos tenido armas más mortíferas (¡el poderío de las bombas de Hiroshima y Nagasaki ha quedado cientos de veces superado por un solo misil!), cada una de las cuales vale una verdadera fortuna y muchas de ellas en manos de gobernantes inescrupulosos. Literalmente el mundo al filo de un desastre nuclear. Nunca se ha visto una desigualdad universal más dramática: cada día miles mueren de hambre y nos enteramos por los medios de ofertas de cenas de Año Nuevo que son un verdadero bofetón en el rostro de nuestros pobres. La hermosa “blanca Navidad” de los viejos villancicos se ha transformado en un drama de proporciones en el hemisferio norte (que presagia lo que podría ser nuestro invierno) arrasado por gigantescas tormentas de nieve y hielo, producto quizás de nuestra falta de respeto y cuidado amoroso por la creación.
“La Navidad es la respuesta de Dios al drama de la humanidad en busca de la paz verdadera”. De la paz de Dios con el hombre y la mujer: “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, “a los hombres y mujeres que el Señor ama”. De la paz de cada uno de nosotros consigo mismo. De la paz en la familia, el barrio, la comunidad cristiana, el país.
En la Navidad está la respuesta
En la familia. Jesús al nacer en una familia humana consagra de una vez para siempre la vida de familia. Juguémonos por la familia, por todas las familias, sobre todo por aquellas incompletas, con problemas e incluso con dramas.
En una vida sobria. Jesús nació pobre en Belén. No fue un indigente, pero nació en una familia que hoy llamaríamos “de clase media modesta”. La felicidad no está en los bienes -que son buenos- sino en cómo los adquirimos, los usamos y, sobre todo, los compartimos, pues Navidad es la “Fiesta del compartir”. Y en cómo nos jugamos para que lleguen a todos no por una caridad mal entendida sino una bien entendida justicia.
A todos les deseo una feliz y Santa Navidad, con la Bendición del Señor y el cuidado Maternal de la Virgen María.
† Gonzalo Duarte García de Cortázar ss.cc.
Obispo de Valparaíso
Valparaíso, 23 de diciembre de 2009
