Navidad es un misterio de amor. Dios que creó el hombre desde su origen, le prometió que iba a enviar a su Hijo, frente a la desobediencia que el primer hombre y la primera mujer cometieron. Dios nunca los dejó solos y por eso les hace la promesa de mandar a su propio Hijo, para que les enseñe el camino al Reino de Dios.
De ahí que Navidad es la fecha más trascendental de la historia humana, porque desde que Dios se hizo hombre, en cada ser humano hay algo de divino. Ahí está el fundamento último de porqué la Iglesia defiende con tanta pasión la dignidad del ser humano, desde su origen hasta su fin, porque Dios mismo quiso hacerse carne y sangre humana y por eso Jesús nos va a decir ya adulto, en su enseñanza, que todo lo que hagamos al prójimo de bueno, de noble, se lo hacemos a Él. Y todo lo negativo y malo que le hacemos a los seres humanos, se lo hacemos a Él. Por lo tanto, Navidad es una identificación total de Dios con el hombre, con la humanidad, con la historia humana.
Navidad es la revolución más grande de la historia. El mandato de la caridad de Jesucristo es un mandato que nos exige amar a Dios y amar al prójimo, pero durante toda la vida, durante toda la existencia. Por eso, compartir con los demás parte de lo que somos, parte de lo que tenemos, es una característica fundamental del espíritu de Navidad. No podemos vivir el gozo de esta fiesta en solitario, sino que tenemos que vivirla en fraternidad. Por eso, toda obra de amor, de cercanía al prójimo, particularmente a los más sufrientes, es vivir en serio el espíritu de Navidad.
Estas fiestas se dan en el contexto de la elección presidencial (17 de enero) y del inicio de la celebración del Bicentenario de la Patria. Oramos para que estos acontecimientos se vivan en el espíritu de Navidad: pensar y servir a los más pobres, construir una Patria solidaria y equitativa, dignificar la vida en todas sus formas, honestidad y transparencia en la vida de cada día, respeto y tolerancia para los que piensan diferente. Los creyentes, con el “Evangelio de Chile” escrito por los chilenos de todo el país, recorreremos la Patria amada con esa palabra liberadora que es Camino, Verdad y Vida.
Finalmente, un saludo muy cariñoso a todas las familias, creyentes y no creyentes, porque el espíritu de Navidad es para todos. En Navidad hay un anhelo muy sincero de desearnos bienaventuranzas, felicidades, etc. Eso será posible cuando cada uno piense en el otro y no busque sólo su propia felicidad, sino que trabaje por la felicidad de los demás. Por eso, sobre todo los que creemos en Cristo, lo tenemos como un imperativo de nuestra fe. Trabajar con honestidad, con responsabilidad y pensando cómo puedo hacer algo de bien en ese lugar donde Dios me colocó a vivir mi propia vida, mi propia existencia. En ese espíritu, les deseo a todos una feliz Navidad 2009.
[b]† Alejandro Goic Karmelic[/b]
Obispo de Rancagua
