Hermanos todos:
Despedir es un poco morir, dice un refrán. Nos cuesta sacar las raíces que se formaron en largos años y empezar de nuevo en otra parte.
Pero en Dios siempre se encuentra la fuerza necesaria para hacerlo. En Él siempre hay un nuevo comienzo, nuevas perspectivas, motivaciones razones de su divina sabiduría para guiar nuestros caminos hacia Él, para que crezcamos en el hombre interior y maduremos para llegar a Él.
En el caso mío, de Obispo, se ha cumplido agradeciendo en primer lugar a Dios por la vocación que me dio de joven y después con cierta edad ministerio de Obispo. Él me llamo y yo confiaba en Él.
Hoy confío igualmente en su bondad que me conducirá, donde Él me quiera tener. Él me sanó también milagrosamente.
Agradezco a mis colaboradores más cercanos: a los sacerdotes, que a casi todos pude ordenar en estos 31 años de Obispo de nuestra diócesis. Han sido fieles pastores de las diferentes parroquias. Algunos se perdieron en el camino, lo que recuerdo con gran tristeza y preocupación. Todos los responsables estamos dispuestos en ayudar a arreglar su situación ante nuestra Madre, la Iglesia.
Agradezco igualmente la colaboración de los Diáconos permanentes, agradezco a las Hermanas Religiosas, que tanto se sacrifican, a las catequistas, a los animadores y toda persona de buena voluntad que ha colaborado en la pastoral, muy especialmente los movimientos apostólicos y los grupos de Oración (Rosario). Pienso en todos los fieles que practican diariamente su fe y confían en Dios.
Para mí era una alegría poder servir a Dios y a mi prójimo. Sobre todo en los más pobres, los humildes y desconocidos, a los cuales pertenece sobre todo el pueblo Mapuche. Con gusto fui al campo para atender a sus enfermos y asistir a sus celebraciones o funerales. Sería mi alegría más grande que fueran reconocidos como pueblo originario de Chile, y puedan vivir en paz con suficiente terreno para sus familias.
A veces mencioné ya que la alegría más grande para un pastor de almas es la buena y fiel marcha de las comunidades, con crecimiento de su fe y de su participación en las celebraciones de la Iglesia.
Por fin, todas sus manifestaciones de adhesión y de reconocimiento son para glorificar a Dios y agradecer a Él, que da la gracia divina y tiene siempre misericordia también con sus colaboradores.
Lo que pido es la oración de todos y que esperen con alegría el nuevo Obispo y se pongan igualmente a su servicio como lo han hecho con el que ahora va a ser el emérito. Ahora yo voy a ser su colaborador en lo que me requiera, y en cuanto Dios conceda todavía algunos añitos de salud y fuerza para seguir trabajando por su Reino.
En la Fiesta de Pascua me despido con fraternal afecto y gratitud quedando unido en la oración con todos Uds.
+ Sixto Parzinger Foidl
Obispo Administrador Apostólico
Diócesis de Villarrica
Villarrica, Abril del 2009
