Con gran interés y entusiasmo nuestra Iglesia Diocesana de Copiapó quiere adherirse a la celebración del Día Mundial del Agua, impulsada por su deseo de estar atenta a las necesidades de la gente. En esto quiere imitar humildemente el gesto de su Salvador y Maestro, Jesús el Señor, que vino a traer vida abundante y digna para todos (Jn. 10, 10).
En esta tarea, que hacemos desde nuestra ubicación en el norte del país, donde este elemento natural va siendo cada vez más escaso, nos motiva el hecho de que el agua es un derecho humano, cuyo uso y gestión es esencial para la vida humana. Puestos a reflexionar sobre ella, en una perspectiva amplia y de profundo sentido humano, resulta fácil darse cuenta de que el agua es, en realidad, un bien social, un bien económico y un bien medioambiental.
El hecho de ver el mundo como creación de Dios para beneficio del ser humano, nos lleva a exigirnos una gran sensibilidad y atención a esta delicada situación que viene originando serios problemas para quienes vivimos en esta “casa común”, que es nuestro planeta,
Desde estas tierras de Atacama nos damos cuenta de que no siempre ha habido una preocupación responsable de todos, sean gobernantes o gobernados, por cuidar de que haya agua suficiente en cantidad y calidad.
En esta tarea nos han confirmado nuestros Obispos en Aparecida, al decir que “percibimos claramente de cuántas maneras el hombre amenaza y aún destruye su hábitat. Nuestra hermana la Madre Tierra es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación” (Documento Aparecida n. 125).
Por esto hacemos nuestras las palabras de los Obispos de Chile cuando afirman: “comprobamos cómo los recursos naturales son extraídos y contaminados por el egoísmo de algunos y los intereses de grupos de poder amparados por el actual modelo económico, siempre en perjuicio de los pobres, campesinos e indígenas… Un cuidado especial merece el recurso del agua, que empieza a ser escaso, convirtiéndose posiblemente –en el mediano plazo- en fuente de serios conflictos humanos en el mundo.” (Orientaciones Pastorales, n. 85).
Es de esperar que en Chile, y de modo especial en este Norte nuestro, sigamos promoviendo con responsabilidad una pastoral del medio ambiente, que se inspire en los valores evangélicos de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes que Dios quiere para una vida digna y plena de todos los seres humanos.
† Gaspar Quintana J., CMF
Obispo de Copiapó
