Con la mirada puesta en el futuro celebramos en 1978 el año de los Derechos Humanos en Chile. Con la mirada puesta en el futuro celebramos esta conmemoración porque el futuro comienza hoy y no mañana, y la vida de los pobres no admite dilación.
En términos estrictos los Derechos Humanos son aquellos que tiene la persona ante el Estado y las instituciones que lo conforman. De ahí el lema “todo hombre – varón y mujer – tiene derecho a ser persona”, plenamente, cabalmente. Y no se concibe la persona si no es en relación con otras personas, si no es en comunión. Por eso, la Declaración de los Derechos Humanos nada tiene de individualista. Muy por el contrario ésta tiene consistencia en la medida que no se olvida que los derechos, y sus correspondientes deberes, sólo existen para el bien común, personal y social, de una comunidad organizada. Para la Iglesia, estos derechos están en el corazón de la evangelización y los considera en su conjunto cuando se viola uno, se debilitan todos.
1. En el orden internacional
Desde esta perspectiva, el Papa Juan Pablo II abogó ante la ONU para que se llegara a redactar la Declaración Universal del Derecho de los Pueblos, materia de vital importancia histórica, política, y económica ante la voracidad de algunos estados, y también la de intereses privados que, por querer explotar irresponsablemente los recursos de la tierra – creados por Dios para el bien común – no dudan arrasar con la vida y la cultura de los pueblos originarios.
Hoy, en una sociedad globalizada, los medios de comunicación juegan un papel gravitante en la denuncia y tutela de los Derechos Humanos. Desde esta perspectiva se puede pensar también en una Declaración Universal de los derechos de las personas ante los Medios de Comunicación ya que, que cuando éstos se ponen al servicio de intereses muy particulares dejan de estar al servicio de la comunión. Se que para algunos esto puede sonar como algo innecesario. Lo asumo. Pero no es precisamente accesorio defender la fama de los pueblos, de etnias y también de personas, cuando los medios de comunicación son usados, por ejemplo, para inducir y justificar guerras recientes que nunca debieron existir. Y no es tampoco accesorio defender el buen nombre de sectores estigmatizados de la sociedad puestos en cuestión sin posible la reparación correspondiente.
No hay que olvidar, tampoco, que los Derechos Humanos son universales para que las eventuales ventajas del intercambio comercial no nos impidan denunciar su violación donde quiera éstas sucedan.
2. En el campo nacional
Los Derechos Humanos son y han sido una carta de navegación indispensable para vivir en sociedad. Algunos de ellos son anteriores al Estado y a cualquier legislación, como el derecho a la vida, a la integridad física y sicológica, el derecho al buen nombre, a la salud, al alimento cotidiano, al trabajo, a la vivienda. Otros, por cierto, requieren ser normados y para eso existen los Tratados y los pactos que han sucedido a la Carta Universal. A esta realidad se suma la inspiración de quienes creemos firmemente que los derechos humanos son los derechos de Dios, y que lo que hacemos al menor de los hermanos al mismo Señor se lo hacemos.
Con esa convicción decimos que el futuro comienza hoy y no mañana para los habitantes de esta querida Patria nuestra en que juntos estamos reaprendiendo el arte de vivir en democracia y en que es fácil llenarnos de exigencias más que de propuestas, sobre todo cuando se evidencian las crisis propias de toda convivencia.
Hoy, al cumplirse sesenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y 45 de la Carta Encíclica Pacem in Terris del Papa Juan XXIII, con la mirada puesta en el futuro, nuestra memoria se hace juramento, como lo haremos en un momento más con el Cirio de los Derechos Humanos.
Queremos jurar o prometer, resuelta y humildemente:
- a optar por la vida y la calidad de vida de todos los chilenos sin dejarnos llevar por consignas que, en cada generación, relativizan este compromiso sagrado tanto en la legislación como en prácticas abusivas;
- a concentrarnos decididamente en superar la brecha que nos divide económicamente, socialmente, culturalmente, digitalmente, y a buscar nuevas oportunidades de trabajo para todos;
- a construir nuestras relaciones familiares basadas en el respeto, la colaboración y el entendimiento, y no en la violencia, especialmente contra la mujer, como se pide en el mundo en este día;
- a poner los mejores recursos humanos y financieros para lograr una educación de calidad para todos: abierta, humanista e incisiva, que nos haga sensibles desde la escuela al dolor de los excluidos y nos invite a ser ciudadanos y ciudadanas protagonistas de la historia;
- a mejorar cuanto antes las condiciones de vida en las cárceles, tanto por la dignidad de quienes cumplen condenas, como para que efectivamente sean escuelas de humanidad y de rehabilitación;
- a acoger y dar espacio en nuestra convivencia a los migrantes y refugiados que buscan hogar en nuestra Patria, tal como miles de chilenos y chilenas, lo encontraron antes en otras latitudes;
- a abrir espacios de estudio, de trabajo y de colaboración ciudadana a las generaciones más jóvenes a quienes pertenece el futuro con mayor propiedad que a las generaciones pasadas.
Quienes profesamos la fe en cristiana, queremos comprometernos, además, a superar las tentaciones de una espiritualidad intimista para ofrecer de lleno nuestro concurso en la construcción de un mundo más solidario y más fraterno, movidos por la urgencia del amor de Cristo y las exigencias de Su Evangelio.
P. Cristián Precht Bañados
Santiago, 25 de noviembre de 2008
