DESAFÍOS PARA LA EDUCACIÓN DE LOS JÓVENES DEL CHILE DE HOY
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DESAFÍOS PARA LA EDUCACIÓN DE LOS JÓVENES DEL CHILE DE HOY

Fecha: Sábado 11 de Octubre de 2008
Pais: Chile
Ciudad: La Serena
Autor: Mons. Carlos Pellegrin Barrera

INTRODUCCIÓN:

Comienzo mi reflexión agradeciendo de una forma muy especial la invitación que se me ha hecho para presentar esta ponencia en el Séptimo Congreso Nacional de la UNAPAC. El lema del congreso: “La Educación de los hijos nos une”, es una invitación a tomar una conciencia renovada sobre la labor formativa de la familia y el aporte que esta debe hacer a la labor evangelizadora de la Iglesia, particularmente en comunión con la comunidad educativa de cada escuela y colegio.

En esta hora de “emergencia educativa”, somos testigos de grandes cambios culturales, experimentados por el Chile de hoy, que nos imponen desafíos nuevos para la educación de los jóvenes. Esta mañana llego a ustedes como el Obispo Presidente del Área Educación de la Conferencia Episcopal, pero por sobretodo como un formador de juventudes y pastor de muchas familias; encontradas a través de mi actividad pastoral. Lo que les digo esta mañana lo he vivido y constatado, de manera especial, mientras fui Rector por nueve años del Colegio del Verbo Divino en Santiago. Consciente de las limitaciones que necesariamente tiene esta ponencia, reflexiono con ustedes con toda humildad y en un esfuerzo para peregrinar juntos en la búsqueda de la mejor educación posible para nuestros jóvenes.

Los invito a que juntos revisemos los desafíos del tiempo presente, en el contexto que nos presenta la situación cultural de nuestro tiempo, características y desafíos para educar a los jóvenes en el siglo XXI, el rol de la familia y del colegio en el desarrollo integral de los jóvenes, revisando las fortalezas y debilidades de la familia cristiana como agente de socialización de la fe.

I. Desafíos de la globalización y la realidad cultural de nuestro tiempo: la importancia de la familia

Cada período de la historia humana, presenta desafíos nuevos a la comunidad de creyentes, los que exigen estrategias diferentes en el esfuerzo de formar a niños y jóvenes para vivir el mensaje del Evangelio, llegando a ser personas plenas humana y espiritualmente.

El siglo pasado se identificó por la tensión entre ideologías que, por la fuerza y por los medios pacíficos, intentaron imponerse. La dictadura del proletariado, con su acento ateo, no logró el éxito; y la caída del muro de Berlín en 1989, marcó el fin de una época que se procuró el cambio de las personas a través del cambio de la manera de pensar. El neoliberalismo, surgido como contra respuesta, tampoco ha logrado entregar una respuesta significativa y definitiva a la búsqueda del hombre.

El esfuerzo para alcanzar un cambio ideológico, pasa por la manera de pensar, la que se pretende modificar para crear un nuevo modo de ver la vida y sus valores. Somos testigos en el tiempo presente de un esfuerzo, no para alcanzar el poder político e imponer una nueva forma de pensar de una forma violenta y a la fuerza, sino más bien vemos de qué manera se trata de imponer una nueva forma de pensar, de ver la vida, alejada del fundamento cristiano, que llegue alcanzar el consenso general de aceptación en la opinión pública. Para ello, como una fuerza oculta muy difícil de identificar, percibimos una tendencia a adueñarse de los organismos e instituciones donde se desarrollan los valores y la cultura, entre ellos los medios de comunicación social, las universidades, las escuelas, y todo espacio de reflexión humana.

Las enseñanzas de Jesucristo, la Iglesia católica, y la vida en familia, son los grandes pilares que sostienen nuestra sociedad, también llamada cristiana-occidental. Las estadísticas nos muestran que para un 90% de los chilenos, la familia es muy importante en sus vidas, y a pesar de las dificultades enfrentadas (rupturas matrimoniales, familias disfuncionales), para un 71% la vida familiar es evaluada como la fuente de mayor satisfacción.

El tiempo presente nos muestra el gran desafío de asumir la realidad negativa que pretende presentar a la familia como algo del pasado, superada e incapaz de educar para el tiempo presente, mostrando una especie de “nueva cultura”, presentada como superación de algo caduco (ejemplo de esto es hoy día la intención de distribuir la píldora del día después a menores de 14 años). Una fuerte tendencia secularista insiste en que Dios esté ausente de la vida de las personas y que desaparezca el sentido trascendente de su existencia. Se trata de una secuencia de mensajes que llegan de las más diversas y escondidas maneras, y que van convirtiendo en “normal” lo que siempre se consideró como un “antivalor”, sin mayor crítica ni cuestionamiento.

En el mismo Chile de hoy, las tendencias secularistas, laicista, postmoderna, como diríamos hoy, buscan prescindir de Dios sacándolo radicalmente de la vida del hombre.

La familia católica chilena, muchas veces llega a aceptar ideas como: “ahora ya todo está permitido”; “todo es según tú lo veas”; “haz lo que quieras con tal de que seas auténtico”; los medios de comunicación diariamente, a través de la publicidad, presentan antivalores, violencia de todo tipo, y promueven una cultura donde la Vida parece no tener lugar. Se promueve la libertad de elegir la orientación sexual, la contracepción, la “salud reproductiva”, que es un aborto encubierto; sustituyendo verdades permanentes, que tienen a la vida humana como un valor intransable, por la opinión relativa.

En el Chile de hoy se han dado pasos concretos hacia la asimilación de esta cultura sin Dios, sin principios perennes, y opuestas a la tradición del Evangelio. En el año 2004 se aprobó la ley de divorcio, nuevas normativas de esterilización en Chile, y proyectos en trámites para legislar que inciden en la vida de la familia, son iniciativas que avanzan gradualmente que amenazan definitivamente a la familia como el núcleo de la felicidad de las personas.

Frente a los desafíos mencionados, reafirmamos con el Papa Benedicto XVI: “La familia es un bien necesario para los pueblos, para los esposos, para los hijos. Proclamar la verdad de la familia fundada en el matrimonio es una responsabilidad de todos” (Benedicto XVI en el 5º Encuentro de la Familia). En este contexto de tensiones y certezas de fe, la tarea de educar a los jóvenes necesariamente implica asumir una visión integradora de los valores que constituyen hoy a la sociedad, la familia, la escuela que abrace la Buena Noticia de Jesucristo y regale plenitud de vida.

II. El rol de la familia, sus características hoy; en relación al colegio

Hablar de la familia, es hablar de la educación, y hablar de la educación siempre implica hablar de la familia. La familia tiene un rol pedagógico indispensable como la institución primaria de la sociedad. En el Chile de hoy destaca la familia nuclear o conyugal, la que normalmente está integrada por el padre, la madre y los hijos, y que es parte de la familia extendida que incluye normalmente a los abuelos, suegros, tíos, primos, etc. Es en el núcleo de la familia en que los niños y jóvenes satisfacen sus necesidades más elementales, como comer, dormir, recibir afecto, protección, y preparación para la vida adulta, integrándose en la sociedad.

“La mejora en la educación, que tanto preocupa a todos los gobiernos, va estrechamente unida al fortalecimiento de la familia y la participación de los padres en el sistema escolar”. Esto lo afirmaba, hace poco tiempo, el Ministro de Educación de Estados Unidos, William J. Bennett. Él se preguntaba cuál es la razón del éxito de la educación japonesa, donde las cosas parecen funcionar bastante bien: alto nivel de exigencia, clases disciplinadas, énfasis en materias básicas. De los estudios que él disponía, concluía como factor de éxito el papel de la mujer, de la madre japonesa. Ellas afrontan la tarea de instruir a los hijos desde los primeros años de vida, de modo que cuando van al colegio ya han aprendido muchas cosas en las faldas de sus madres. Ellas se encargan de comprar libros, juegos y programas educativos para sus hijos; lo que es señalado por todas las investigaciones como un factor positivo para todos los niños, de todas las razas, clases y condiciones. El factor principal que determina el éxito educativo de un alumno es la influencia que recibe desde chico por parte de sus padres y de su familia. El factor más importante parece ser la escala de valores que los padres inculcan a sus hijos, en la sima de esa escala se encuentran tres valores principales: metas educativas, trabajo duro y cohesión familiar, mientras que bastante más abajo se colocan el poder adquisitivo y las diversiones. Concluye el Ministro Bennett que no existe otro mecanismo mejor inventado para la crianza y la protección de los niños que sus propias familias.

Idealmente es en la unión de la familia donde el joven asegura su estabilidad emocional, social y económica; es en ella donde aprende a dialogar, escuchar, conocer y desarrollar sus derechos y deberes como persona. Por todo lo anterior, la familia cumple un rol fundamental en el proceso educativo formal de la persona; es en este contexto familiar donde se enfrenta el gran desafío de educar a los jóvenes del siglo XXI, con variadas características y desafíos.

· Características de la estructura familiar chilena hoy.
De acuerdo a las estadísticas recientes, la familia chilena presenta las siguientes características:
a. Número promedio de miembros
4,04 personas promedio por hogar
3,72 personas en el nivel alto
3,63 personas en el nivel medio
4,55 personas en el nivel bajo

b. Estructura familiar
52% familia nuclear biparental con o sin hijos
9% hogar nucleares monoparentales
23,6% familia extensa con mono o biparentales, con o sin hijos, más parientes
7,1% parejas sin hijos
7,5% hogares unipersonales
5% hogares institucionalizados

Aunque parezca una sorpresa para muchos de nosotros, habría que agregar que más de un 50% de los hijos nace hoy fuera del matrimonio, y que se registran cerca de 68.000 denuncias por maltrato intrafamiliar por año, mientras son más de 140.000 las personas que han solicitado la nulidad matrimonial en los últimos 10 años. Esta información, agregada a la nueva ley de matrimonio civil, que legaliza el divorcio, nos presenta un panorama nada de optimista en relación a la situación de la familia hoy. De lo anterior se desprende, como una misión, la necesidad de influir en que las próximas generaciones valoren más la importancia de la estabilidad familiar en el desarrollo de sus integrantes.

Uno de los objetivos que presenta el Ministerio de Educación, y que aparece claro en las diferentes reformas educacionales que se han llevado a cabo en Chile y en América, es la participación de la familia en las tareas educativas que lleva adelante la escuela. Este nuevo objetivo, que aparece como central e importante, lleva también a la escuela a replantarse la participación de los padres en la educación de sus hijos, produciendo más de algún inconveniente pues desafía la estructura tradicional escolar. Aparece como un imperativo para la escuela de hoy buscar acciones innovadoras, ajustadas a la realidad de la familia de hoy, que permitan el trabajo conjunto de la familia con la escuela.

En la búsqueda de este objetivo, la escuela está invitada a buscar proyectos educativos donde la familia tenga un lugar importante. La colaboración recíproca, los límites claros entre los actores, y la participación activa en el proceso del aprendizaje integra a la familia, particularmente en los aspectos afectivos, valóricos y sociales. Es fundamental para la escuela tener presente qué pide la familia chilena de hoy: eficiencia en el servicio educativo (excelencia académica); formación en valores para enfrentar responsablemente dificultades y riesgos de la vida; un trato amable y deferente (personalizado) para los hijos en la escuela. De la misma manera parece fundamental que la familia tenga claro lo que la escuela le pide: que apoye en garantizar el cumplimiento de ciertas formalidades (presentación personal, asistencia y puntualidad, cumplimiento con los útiles y cuotas, asistencia a reuniones de apoderados); refuerzo en el contenido de los trabajos y tareas, junto al fomento de hábitos de estudios; que los padres entreguen afecto en su relación con sus hijos, fomentando actividades extraescolares como paseos, conversaciones, juegos, regaloneo, etc.

Como lo dijo el Papa Benedicto XVI, en su discurso a la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe: “la familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de los hijos”. Es por ello fundamental renovar la convicción de que la familia debe estar integrada al proceso formativo, colaborando mano a mano con la escuela. No cabe ninguna duda que esta gran tarea implica la formación de nuevas generaciones de docentes, los que tendrán que disponer de competencias adecuadas para obtener un buen manejo que permita cultivar una mayor participación de los padres.

III. Educando jóvenes en el siglo XXI: características y desafíos

Frente a los desafíos del tiempo presente, tenemos la opción de mantener una actitud optimista, o dejarnos llevar por el pesimismo, la tristeza, y la angustia. A partir de nuestra fe en Cristo Vivo y Resucitado, estamos llamados a amar el tiempo actual y a actuar de acuerdo a nuestra fe con esperanza. Ya lo decía el documento del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo son los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. No hay nada verdaderamente humano que no tenga eco en su corazón” (G. S. Nº1). El discípulo de Cristo no se deja llevar por las dificultades, sino que las enfrenta con la fuerza que recibe de su Señor.

Entre fortalezas y debilidades, con una visión realista de las cosas, la familia y la escuela deben educar jóvenes en el contexto del siglo XXI. La tarea, como lo dice el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Deus Caritas Est, es centrarlo todo en el amor y la esperanza.

Algunos desafíos para la educación en el siglo XXI, vienen justamente de las debilidades que presenta la institución familiar como tal, veamos algunas de ellas:

· La falta de tiempo dedicado a la familia en las familias.
· La dispersión y disipación, favorecida por el entorno de ruidos, muchas veces generados por los medios de comunicación social.
· La falta de fe formada en los miembros de la familia.
· La falta de autoridad moral de algunos padres, ante los hijos, en relación a los principios enunciados y proclamados.
· El rápido ritmo de vida, la ocupación laboral exigente e intensa.
· La falta de aplicación del principio de autoridad: “nadie manda y nadie obedece”.
· La falta de diálogo, comunicación, entre los padres y los hijos.
· Padres desbordados por el desafío de educar, miedo a criar a los hijos.

Por otra parte debemos recordar que toda dificultad, crisis, es también una oportunidad que se abre al futuro. Desde ese punto de vista, el fortalecimiento de la familia puede también ir tomando las siguientes formas:

· Un renovado acercamiento a la Parroquia, como lugar de encuentro y comunión.
· El compartir de matrimonios (comunidades laicas), para crecer en la espiritualidad y compartir valores.
· La existencia de grupos apostólicos especializados en fortalecimiento de la vida familiar.
· El apoyo de la familia extendida, entiéndase particularmente de los abuelos en la educación de la fe de sus nietos.
· La existencia de buenos materiales y medios didácticos de apoyo.
· La buena organización de centros de padres, activos en la comunidad educativa de los colegios, abriéndose a la participación y colaboración con la escuela.
· La buena disposición de los sacerdotes para acompañar la vida familiar y su desarrollo.
· Los variados encuentros e instancias de formación familiar, congresos, encuentros mundiales y locales de las familias.
· La vida sacramental que marca etapas en el crecimiento y aprendizaje (bautizo, primera comunión, confirmación), los momentos de dolor compartidos como a un encuentro con Cristo.
· La catequesis familiar, como una instancia de formación integral.

IV. Pasos a seguir en el largo camino de educar al joven de hoy

Cuando los padres saben que van a tener un hijo, se llenan de una alegría indescriptible, pero al mismo tiempo, sienten la confusión al enfrentar un desafío nuevo. El temor y la incertidumbre embargan el corazón con emociones nunca antes experimentadas en la vida. El amor de la pareja se abre a la necesidad de buscar acuerdos y trabajar juntos para alcanzar una actitud educativa que favorezca la formación integral de los hijos que llegan. La reflexión, el intercambio, el diálogo, son imperativos cuando se llega a esta etapa de la vida.

El proceso del embarazo, que concluye con el parto, da inicio a una relación nueva entre los padres y el hijo o hija que nace. Lentamente se da en el corazón de los padres un cambio fundamental de actitud que invita a una mayor responsabilidad, madurez emocional, cultivo de una entrega generosa y gratuita.

Algunas características específicas de la formación de los hijos:

· Desarrollo de la espiritualidad: junto con la alimentación para el cuerpo, los padres están invitados a permitir el crecimiento de una profunda espiritualidad en sus hijos. La búsqueda del sentido de la vida, debe ir acompañada por la guía cierta, convencida de la fe en Dios, Padre de todos sus hijos.
· Desarrollo de la afectividad: este comienza cuando el hijo se siente amado, aceptado y valorado; cuando se siente seguro con sus padres al mismo tiempo que con la independencia necesaria para crecer con autonomía. Las caricias, la acogida, la aceptación, de los hijos, los forma para crecer como personas positivas que puedan hacer un aporte válido a la sociedad.
· Desarrollo de habilidades para la convivencia: crecer como persona significa reconocer las limitaciones y los errores personales. Una buena relación con los hijos requiere darles tiempo para que reciban amor y para que reconozcan sus propias limitaciones. La comunicación requiere intimidad, confianza, conocimiento mutuo que permitan la franqueza para hablar con claridad lo que se piensa y expresar lo necesario. De esta manera se entregan los elementos que permiten la habilidad de vivir en comunidad y cultivar la convivencia fraterna.
· Contención frente a las nuevas tecnologías: En el mundo de hoy los niños crecen rodeados por Internet, manejan el Chat, ven muchas horas de televisión, y se ven expuestos a las amenazas y ventajas de los medios de comunicación social; en este proceso nunca hay que olvidar la necesidad de usar la palabra “NO”. El padre que siente miedo de ver a sus hijos disgustados con él, corre el grave riesgo de caer en la permisividad y el abandono de la importante labor de educar a sus hijos de acuerdo a los límites necesarios. En relación a las nuevas tecnologías es imprescindible educar en la disciplina, para lograr lo mejor de ellas y no caer en un estilo de relación destructiva. Cuando el papá o la mamá no sabe decir que “NO”, más adelante será cuestionado su amor por los mismo hijos.

V. Principios para educar

No existe la fórmula perfecta para educar a los hijos. El contexto de la educación del joven para el siglo XXI, con todos sus desafíos y exigencias, requieren de una disciplina clara, principios fundamentales, grandes ideas, que sirvan de guía a los padres en la maravillosa tarea de educar a sus hijos. Algunos de estos principios son los siguientes:

· “Si quieres cosechar, siembra a tiempo”: la fórmula de “cariño y exigencia” ha sido exitosa siempre; desde el primer instante de la vida los hijos requieren ser educados en la gran riqueza de las virtudes humanas, sin esperar a “la hora de la razón”, o puede ser definitivamente muy tarde. Como lo diría San Pablo, hay que educar “a tiempo y a destiempo”.

· “Lo que no aprende Juanito, no lo sabrá nunca Juan”; este refrán popular alemán contiene mucha sabiduría y se explica por sí mismo. Se trata de la frase para el bronce en la formación de los hijos.

· Educa pensando en el ser humano que quieres formar; los padres deben cuidarse de no dejarse llevar por la inmediatez del diario vivir, y mantener presente al ser humano que quieren formar. Para enfrentar los temas difíciles (permisos, castigos, conversaciones, estudio), la actitud es distinta cuando se tiene claro el proyecto de ser humano que se quiere formar.

· No olvidar nunca el ejemplo y la unidad de criterios; exigir a los hijos es primero autoexigencia. El buen ejemplo es contagioso, arrastra. La unidad de criterio entre el padre y la madre es lo que da seguridad a los hijos. Pueden los padres tener diferentes opiniones sobre cómo ayudar a un hijo a enfrentar los problemas de la vida, pero siempre deben aparecer actuando unidos.

· Cada hijo debe ser educado individualmente, no existen los “grupos”; hay que dar a cada hijo lo que le corresponde, cada uno requiere su tiempo, sus reglas, sus tratos, según sus necesidades.

· Nunca olvidar la formación de la conciencia moral; esta con su luz ilumina la inteligencia y le da a conocer qué es el bien en un determinado lugar y momento. Para educar en la libertad, hay que preocuparse de formar hombres rectos, con una conciencia moral desde que tiene uso de razón. Educar para discernir y optar entre el bien y el mal.

· No olvidar que los padres son los primeros educadores; junto con el colegio los padres son los primeros responsables de la formación de sus hijos.

· Educar para el mundo real; evitando encerrar al hijo en una burbuja que lo deja frágil y desprotegido para vivir en el mundo que le ha tocado. Esto significa abrirlo al ambiente exterior, preocupándose de que no se contamine con lo negativo.

· Saber poner los límites cuando son necesarios; los padres que quieren a sus hijos con amor, establecen también normas y límites. Todo permiso lleva asociada una carga educativa, emite señales que los hijos no olvidarán. Los permisos se pueden dialogar, pero no son neutros. Existe un conjunto de reglas establecidas, por acuerdo de padre y madre, que sean explicados a los hijos, antes de que estos eleven “pliegos de peticiones”. Hay reglas que permiten concesiones porque dicen relación a principios secundarios o menos importantes; el permiso solicitado debe suponer un beneficio para el hijo que lo pide, y no puede perjudicar el bien común. Los permisos deben ser concedidos en forma gradual, evaluando la relación entre la libertad y la responsabilidad. Los padres tienen derecho a tomarse un tiempo para decidir un permiso. Los padres deben ser coherentes y consecuentes con el permiso entregado o negado. Conceder un permiso es ejercitar la autoridad dada por Dios a los padres para educar sus hijos.

· Confiar siempre en los hijos y en su capacidad de reacción, nunca poner etiquetas negativas a los hijos, confiar en él, y darle seguridad en sí mismo es un principio clave.

· Poner metas altas a los hijos; el ser humano vale más por lo que es que por lo que tiene. Los grandes valores e ideales se alcanzan solamente con el esfuerzo, y se inculcan dando ejemplo.

Conclusión:

Vivimos en una época de cambios y transformaciones, que nos desafían tremendamente para la educación de los jóvenes de hoy. El contexto de un mundo que procura una existencia sin Dios, se convierte para nosotros en un obstáculo pero también en una oportunidad para educar a nuestros hijos en la fe y en los principios que les regalen la verdadera felicidad. Las características y los desafíos para la educación de los jóvenes del siglo XXI son numerosos, y el rol de la familia y el colegio fundamentales.

Es posible que todo lo que hoy se enseña en la sala de clases, en cuanto a contenidos, muy pronto se vea superado por nuevos conocimientos; sin embargo, de lo que podemos estar seguros es que nuestros hijos necesitarán siempre un buen nivel de autoestima, confianza en sí mismos, valores que orienten sus vidas y sus acciones, capacidad de relacionarse con los demás, conocer y manejar sus emociones y afectos; siendo así capaces de comprometerse ellos mismos en la construcción de futuras familias.

El desarrollo de una profunda espiritualidad, una afectividad equilibrada, y preparación para la convivencia en comunidad le dan sentido a la formación de los hijos. Conjugar el cariño y la exigencia en un marco de una buena comunicación son claves para la formación de los hijos. La tarea de educar a las futuras generaciones es un desafío para disfrutar; la paciencia, el humor, y la confianza, son elementos fundamentales. La gran tarea es, en palabras del Papa Juan Pablo II, hacer de la familia “un taller de humanidad”; ahí está la cuna de la personalidad, el futuro de los niños y jóvenes, ahí se fragua el futuro de la Iglesia y la humanidad. Muchas gracias.

Mons. Carlos Pellegrin Barrera
Obispo de Chillán
Presidente Área Educación, CECh
La Serena, Octubre 2008

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