Nuestro país ha liderado en las últimas décadas el crecimiento económico en América Latina y, a pesar que nuestras tasas de crecimiento han disminuido en términos relativos, el combate a la pobreza muestra cifras alentadoras: entre el año 2003 y finales de 2006 la pobreza disminuyó en 5 puntos porcentuales (de 18.7% a 13.7%) y la indigencia bajó en 1.5 puntos (de 4.7% a 3.2%), demostrando que Chile es el país que registra los índices más bajos de pobreza en América Latina, siendo a su vez el único que no ha mostrado un retroceso desde 1990.
Asimismo, el actual modelo económico ha sido efectivo en generar empleo a casi siete millones de chilenos y a cientos de miles de inmigrantes que han encontrado en Chile mejores condiciones laborales que en sus países de origen. Y aunque los índices de emprendimiento han disminuido con respecto a años anteriores, nuestro país sigue mostrando los niveles más altos de la región.
Sin embargo, aún quedan importantes desafíos en materias sociales.
A pesar de la importante baja del desempleo abierto: de 9.9% a 6.6% a nivel nacional, la realidad nacional muestra que un 36% de la población se desempeña en trabajos informales, que los jóvenes que pertenecen al 10% más pobre de la población tienen una tasa de desempleo en torno al 50% y que el 44% de hogares indigentes está encabezado por una mujer, segmento en el que se incrementan las cifras de desempleo. A esto se suma el hecho que el 27% de nuestra fuerza de trabajo tiene ocho años de escolaridad o menos, y otro 35% no ha completado la educación media.
La Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC) cree que debemos como país trabajar en mejorar estas tristes estadísticas. Ellas constituyen las causas más directas de la inequidad existente y presentan un serio escollo a nuestras pretensiones de ser un país económica y socialmente desarrollado.
El debate actual, que ha introducido el concepto de la ética en el tema salarial, nos permite dirigir esta reflexión en torno a los conceptos de equidad y pobreza. Es por esto que, en el mes de la solidaridad y teniendo como nuestro cofundador a San Alberto Hurtado, USEC acoge positivamente el llamado que ha hecho el Presidente de la Conferencia Episcopal a promover la justicia y la equidad con buena disposición y búsqueda de propuestas.
Nos alienta que, a partir de estas declaraciones, se haya producido un debate nacional y que a iniciativa de la Presidenta de la República, se definiera la creación del Consejo para la Equidad Social con una amplia representatividad. Una tarea de reflexión que juzgamos necesaria, y con la cual nos sentimos plenamente identificados ya que coincide con la esencia de nuestro quehacer.
En efecto, USEC promueve la práctica de los conceptos de la Doctrina Social de la Iglesia Católica (DSI). Por su permanencia en el tiempo y universalidad de significado, los consideramos como el primer y fundamental parámetro de referencia para la interpretación y la valoración de los temas sociales y de los cuales se pueden deducir los criterios de discernimiento y guía para la acción social en todos los ámbitos.
Estos principios básicos son el respeto a la dignidad de las personas, el bien común, el principio del destino universal de los bienes, el principio de la subsidiaridad, la participación y la solidaridad; los cuales se asocian a cuatro valores íntimamente ligados entre sí, como son la verdad, la justicia, la libertad y el amor fraterno.
Los empresarios somos esencialmente generadores de riqueza y de empleo; en nosotros recae la tarea de innovar y emprender. Las empresas aúnan voluntades, inteligencias y talentos para llevar a cabo acciones que individualmente sería imposible lograrlas. La mayoría de ellas además, son motor del desarrollo integral de sus trabajadores y del país.
Creemos firmemente que la sostenibilidad de toda empresa emana de generar un clima de confianza y colaboración entre todos sus miembros, el cual sólo se consigue con un trato percibido como justo por todos los participantes y que los actuales criterios y objetivos de la empresa no pueden ser exclusivamente de naturaleza financiera o comercial, sino deben estar fundamentalmente basados en el respeto a la dignidad de las personas con las que interactúa y en especial con sus colaboradores mas directos.
Sin embargo, como empresarios necesitamos que se generen escenarios de mayores y mejores oportunidades de crear y emprender. Estamos convencidos que el crecimiento económico es el factor fundamental para reducir y eliminar la pobreza, y que para lograr esto la empresa debe ser cuidada y respetada en su unidad. Chile puede y debe aspirar a mucho más que derrotar la pobreza.
Es por esto que hacemos un llamado a analizar en forma profunda y profesional estas materias y a mirar con mayor atención los verdaderos problemas de nuestra realidad social, que son, a nuestro juicio, la baja productividad y los altos índices de trabajo informal. Ambos fenómenos tienen su raíz en la mala calidad de la educación, la falta de hábitos de trabajo que están limitando seriamente las posibilidades de ocupación en muchos jóvenes y las restricciones que la ley impone al trabajo formal.
Siempre podremos tener visiones diferentes de cómo compartir la riqueza, pero no debemos errar el camino en cómo conseguirla.
Nos preocupan fundamentalmente los cambios que en los últimos años se han introducido a la legislación laboral y que no apuntan a reforzar una estrategia generadora de empleo, más bien han introducido inflexibilidades e incertidumbres cuyos resultados en términos de índices de ocupación y crecimiento, son difíciles de demostrar.
Para esto, necesitamos que nuestra acción sea comprendida y apoyada, y que el potencial detrás de la capacidad emprendedora de una población educada, sea valorado y desarrollado con políticas públicas que entreguen a las personas los conocimientos necesarios para desarrollar todas sus potencialidades.
Practicamos y promovemos los valores éticos como la justicia, la libertad, la solidaridad, la excelencia y el esfuerzo dentro de la empresa, pero esto no basta; se requiere, además, que con esta misma ética, se resuelvan las graves insuficiencias que hay en las áreas de educación, salud y vivienda, todas materias centrales en el tema de la equidad, ya que condicionan en forma determinante la calidad de vida de las personas y sus posibilidades de desarrollo personal.
En este punto sólo algunas cifras: de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, si medimos el número de camas por diez mil habitantes, Chile se ubica cerca del promedio de nuestra región con 24, aunque detrás de países más desarrollados como Canadá (36), España (35), Italia (40), Inglaterra (39), Francia (75) o Alemania (84).
En materia de educación nuestras estadísticas muestran que sólo un 50% de los niños chilenos posee un nivel lector aceptable, que el 80 % de los profesores en Chile no tiene la suficiente formación para hacer del aula un lugar donde los niños efectivamente aprendan, y que los adultos tampoco pasan la prueba: según el IALS - Estudio Internacional de Nivel Lector de Adultos, un 85% de los chilenos entre 16 y 65 años no es capaz de comprender bien lo que lee.
En materia de vivienda los datos siguen siendo preocupantes. Según el Cuarto Catastro Nacional de Campamentos realizado por Un Techo para Chile, aún persisten 533 asentamientos, que albergan a 28 mil 578 familias.
Respecto a la situación de corto plazo, pensamos que se debería focalizar aún más el gasto público en políticas efectivas que mejoren en forma significativa las carencias que afectan a los más pobres, todo esto dentro del marco de equilibrios fiscales que en forma adecuada se han mantenido.
En este escenario, nos preocupa además, el clima de agitación y violencia que están generando movimientos, muchas veces ilegales, y que están afectando seriamente la libertad de trabajo y el derecho natural de propiedad.
Si bien aparecen algunos sectores de la economía con fuertes utilidades, ésta no es la realidad de la mayoría de las empresas.
Hoy día muchas organizaciones se han visto negativamente afectadas en sus resultados por el bajo tipo de cambio, por el alza en los costos de la energía y por la agresiva competencia de productos importados provenientes de países en que los costos laborales son muy inferiores a los que enfrentan las empresas en Chile.
Pensar que por vías coercitivas se puede obligar a las empresas a pagar remuneraciones que no guarden relación con sus resultados o con las condiciones del mercado en que operan, es limitar las posibilidades de empleo, atentar contra la esencia misma de las empresas y por consiguiente generar mas pobreza e inequidad.
Estamos convencidos que la mejor herramienta de un trabajador para obtener una remuneración adecuada dependerá fundamentalmente de sus capacidades y del acceso a un mercado laboral que le ofrezca múltiples oportunidades.
Creemos que la mayoría de los chilenos compartimos una visión de futuro de nuestro país. Esto es lo que debiera unirnos con el fin de generar políticas en las materias esenciales y trabajar en lo que estamos de acuerdo y debiera dar pie además, a resolver nuestras diferencias en materias menos transcendentales en forma solidaria y fraterna.
Si no somos capaces de lograr esto, tendremos serias dificultades en competir en el mundo global en que estamos insertos y en generar las condiciones para lograr los estándares económicos y sociales de un país desarrollado que todos anhelamos.
Al respecto, somos partidarios de un diálogo social, que aborde esta responsabilidad histórica en su cabal extensión y nos ofrecemos con espíritu fraternal a seguir colaborando dentro del marco valórico que nos propone la DSI en pos del desarrollo social, económico y espiritual de nuestro país.
Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC)
Santiago, agosto 2007.
