Discurso en la ceremonia de clausura del Seminario "50 años al servicio de la Dignidad Humana", organizado por Caritas Chile. Aula Magna de la Universidad Alberto Hurtado, 26 de septiembre de 2006.
Fecha: Martes 26 de Septiembre de 2006
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Alejandro Goic Karmelic
Un saludo cordial y fraterno para todos ustedes, queridas amigas y queridos amigos.
Este día y medio de Seminario nos ha permitido reflexionar sobre aquello que es central para nuestro seguimiento del Señor:
la persona humana en la plenitud de su dignidad de hijo e hija de Dios. Agradezco la presencia aquí de nuestros hermanos el Cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga, el Obispo Fernando Bargalló, el señor Guillermo León Escobar, quienes han expuesto en sus conferencias ideas que nos enriquecen y nos dejan tareas de reflexión.
Agradezco también a la señora Mónica Jiménez y al Padre Fernando Montes que han comentado la conferencia del Cardenal Rodríguez aportándonos desde sus propias experiencias. Agradezco también a Mons. Gregorio Rosa Chávez, Obispo Presidente de la Caritas Regional Latinoamericana por su presencia entre nosotros en este Seminario.
Hemos vivido una rica experiencia de reflexión en el contexto de la celebración de los 50 años de Caritas Chile, motivo por el cual también damos gracias a Dios por los miles de personas que en este tiempo han participado como protagonistas del quehacer de Caritas y por esos otros muchos miles que han recibido el fruto de su acción.
Al crearse Caritas Internacional, en 1951, el Presidente de Cor Unum dijo que esta institución “
nace por iniciativa de católicos (...) que se sentían interpelados por la pobreza de tantos hermanos (...) es un instrumento privilegiado de la acción caritativa de los Obispos, de quienes depende la última responsabilidad en este campo”. El entonces sustituto de la Secretaría de Estado, Cardenal Montini, que luego sería el recordado Papa Paulo VI, veía dos líneas centrales para crearla:
1.
La dimensión mundial que había adquirido el orden social y la necesidad de la Iglesia y la Santa Sede de tener instrumentos modernos de alcance internacional para llevar su presencia a la problemática social. ¡Qué hermosa visión de lo que en la actualidad llegó a ser la denominada “globalización”!
2.
La necesidad de la Iglesia de apoyarse sobre una acción concentrada y orgánica para la caridad y la justicia social, dentro de las iglesias particulares armonizando las iniciativas de las comunidades eclesiales de base.
a) La Caritas en Chile
Desde que el año 1956 su primer presidente el R. P. Raúl Silva Henríquez puso en marcha Caritas Chile, desarrolla su labor asistencial, promocional y educativa, marcada por un primer período en el que se llegó a distribuir casi 500 mil toneladas de alimentos y unas mil toneladas de medicinas.
Desde entonces su obra incluye también la formación de 845 centros de salud, policlínicos, bancos de medicinas, hospitales, hogares de menores. Hay varios miles de voluntarios formados para trabajar en el servicio al anciano, a los enfermos, a los niños y a la ayuda fraterna, organizados en la Cruzada del Servicio Voluntario, creada en 1961 y capacitados por la ENAC.
Caritas Chile ha creado una gran diversidad de instituciones al servicio siempre de quienes sufren necesidades, destacando tal vez en los últimos años la gestación de la Clínica al servicio de los enfermos de Sida.
Siempre Caritas ha estado presente en las frecuentes emergencias que vive el país de origen natural. Se distribuyen alimentos, medicinas, apoyo para la rehabilitación colaborando en la reconstrucción de viviendas y la recuperación de servicios comunitarios.
En el centro de toda esta actividad que realiza Caritas Chile, y las Caritas en cada una de nuestras diócesis
está siempre la centralidad de la persona humana y su dignidad.
Permítanme, brevemente, reflexionar acerca del sentido profundo de la dignidad humana.
b) Fundamento de la dignidad humana
El Concilio Vaticano II ha enseñado que “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado.
Porque Adán, el primer hombre, esa figura del que había de venir, es decir, Cristo Nuestro Señor.
Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (G.S. 22). Por la gracia de Dios, afirma el mismo Concilio, podemos dar testimonio de que en Cristo,
“la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual” (G.S. 22). Por tanto, para comprender qué es la dignidad humana debemos mirar el rostro de Cristo, quien revelándonos el misterio de la misericordia de Dios, su Padre, no anula la condición humana, sino que la asume y plenifica”. Y dirigida la mirada hacia Cristo, entonces comprenderemos que la dignidad humana se realiza, en primer lugar,
como gracia, como amor, como vida regalada.
Cristo es cumplimiento de las promesas de Dios, no solamente de los anhelos del hombre, incluso, éstos muchas veces quedan defraudados, o deben ser rectificados.
El Evangelio de Jesucristo, consiste precisamente en ello, en que la plenitud del hombre y la mujer –la salvación- no depende, primera ni principalmente, de nuestros logros y realizaciones; sino que proviene de Dios, acontece en nuestra historia porque El se ha compadecido de su Pueblo y lo ha amado hasta el extremo; se realiza en nuestra existencia por la gracia y la fuerza de su Espíritu.
La dignidad humana, en su sentido más fundamental, es primeramente
regalo, gracia, don. La dignidad humana es expresión de la gracia que vence al pecado; como gracia, la dignidad humana se hace veraz justamente allí donde ya poco se puede esperar de los logros humanos; como gracia,
la dignidad humana es experiencia de salvación porque ofrece al hombre la posibilidad de ser, precisamente cuando la muerte lo aniquila o amenaza todo.
Dirigida la mirada hacia Cristo, la dignidad humana, no sólo es acción de Dios, sino también del hombre justamente como gracia,
la dignidad humana es acontecimiento de libertad: de la libertad del Dios que, en Cristo y por medio de su Espíritu, nos ha querido hablar como a amigos y nos ha invitado a vivir en su compañía, y de la libertad del hombre y de la mujer que han reconocido y acogido esta invitación en sus vidas.
La expresión privilegiada del ejercicio de esta libertad es comprendida en el Evangelio como “
metanoia”, como
conversión.
El encuentro con Jesús, la experiencia de que en El Dios ha querido expresar y realizar su salvación, nos invita a cambiar profundamente, nos invita a transformar toda nuestra existencia según el querer de Dios, nos invita a poner nuestra vida entera en la dinámica de su presencia salvífica.
La dignidad humana se realiza en este acontecimiento de la libertad, por el cual acogemos la invitación de Dios a vivir en su compañía, a vivir en la libertad. Con Pablo, podemos afirmar que la dignidad humana se realiza en la libertad: “
Para la libertad nos liberó Cristo” (Gal. 5,1).
Por todo ello, los Obispos en Puebla, pudieron afirmar, esta especie de profesión de fe:
“
Profesamos, pues que todo hombre y toda mujer por más insignificantes que parezcan, tienen en sí una nobleza inviolable que ellos mismos y los demás deben respetar sin condiciones: que toda vida humana merece por sí misma, en cualquier circunstancia, su dignificación”. (Nº317).
c) Reiteración de un compromiso
La Iglesia en Chile ha profesado reiteradamente su adhesión a este principio central en la práctica de nuestra fe. Así lo hicimos en el Simposio de los Derechos Humanos en torno a este Cirio presente hoy entre nosotros. Así lo hicimos también hace 15 años al término del Primer Congreso Latinoamericano de Doctrina Social de la Iglesia celebrado en Santiago y cuya declaración final ustedes han recibido.
Así también debemos hacerlo hoy como expresión concreta de nuestra adhesión a este principio que nace de nuestra condición de hijos e hijas de Dios, en el cual nos reconocemos hermanos, hijos del mismo Padre, y nos sentimos responsables de construir una convivencia en la que todos seamos respetados en nuestras individualidades y animados a desarrollar nuestras potencialidades, participantes activos de una sociedad en la que prime la justicia, el amor, la verdad y la libertad, que son como nos enseñó el Papa Juan XXIII en “Pacem in Terris”, los pilares sobre los que se construye la paz.
d) Instrumento solidario
Concluyo con una súplica. Desconozco a su autor. Es una hermosa paráfrasis de la Oración de San Francisco de Asís, “Señor haz de mi un instrumento de tu paz”. Puede constituir un hermoso resumen de nuestro renovado compromiso por la dignificación de cada ser humano.
Instrumento Solidario
Señor, haz de mi un instrumento de tu solidaridad.
Donde haya hambre, que yo regale tu pan
y enseñe a conseguirlo honradamente.
Donde haya enfermedad y falta de higiene,
que yo promueva la sanidad.
Donde haya niños desescolarizados
que yo busque los recursos necesarios.
Donde no haya techos o estén rotos
que yo trabaje por viviendas dignas.
Donde haya desaliento e inhibición,
que yo fomente la participación y la esperanza.
Donde haya desunión entre vecinos,
que yo impulse la colaboración comunal.
Haz que no busque mi vanidad,
sino el bien de mis hermanos;
que no trabaje por mi reconocimiento,
sino por su desarrollo material y espiritual;
que no promueva el agradecimiento hacia mí,
sino su dignidad;
y que mi satisfacción consista
en haber amado con obras.
Gracias, Señor, porque cuando más doy, más recibo;
cuanto más trabajo, más ayudo;
cuando menos me busco a mí mismo, más eficaz soy;
y cuanto más comparto con los pobres,
más resucitas Tú en mi,
porque Tu eres...”la Solidaridad”.
† ALEJANDRO GOIC KARMELIC
Obispo de Rancagua
Presidente Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, 26 de Septiembre de 2006
