Hermanos y Hermanas todos:
Es imposible estar en Chile y no darse cuenta que algo grande y trascendente estamos celebrando volantines, banderas y rostros más alegres.
Es 18 de septiembre y recordamos, actualizamos nuestro deseo profundo de libertad, proceso iniciado en 1810 y nunca terminado, porque la libertad se gana cada día, en cada acto que realizamos.
Celebrar la libertad como vocación que Dios ha puesto en el corazón del hombre nos hace reunirnos en esta Catedral de Antofagasta, que al igual que antes, hoy en todas las catedrales del país, se alaba a Dios, se le da gracias por nuestro Chile querido.
A este deseo de reconocer a Dios como fuente y origen de la libertad y sus frutos de justicia, paz, progreso y alegría se unen nuestras voces para cantar TE DEUM, es decir a Ti Dios te alabamos.
La palabra de Dios, común a todos los seguidores de Cristo en esta Patria nuestra proclamada tan solemnemente en esta liturgia quiere ser Norte, desea ser faro, ser brújula orientadora en este nuevo aniversario de Chile que ya suma 196 años.
El primer texto tomado del libro de Josué del Antiguo Testamento, nos hace una gran pregunta: Como Nación, ¿quieren seguir sirviendo al Dios Altísimo, al único Dios con mayúscula o quieren irse a otros dioses?
Nación chilena tienes que contestar a Dios ¿lo abandonas por otros dioses que quieren seducirte?
Los ídolos que desean reemplazar a Dios son hoy el consumismo, el hedonismo, la violencia, la mentira, una sexualidad sin responsabilidad, el egoísmo y otros diosillos que quieren ocupar el lugar que solo le pertenecen al sólo único Señor y Dios, revelado como Padre Nuestro, por Jesús nuestro Señor.
Hoy 18 de septiembre en esta tradicional oración queramos, como nación confirmar nuestra fe en el Dios de los mandamientos, en Dios de la misericordia, en el Dios y Padre de todos, en el Dios de los Padres de la Patria, en el Dios de nuestros antepasados, que nos hace mirarnos como hermanos, a este Dios que nos entregó como proyecto esta tierra nuestra, que un Papa la describió como “un balcón florido mirando hacia el mar.
En la reafirmación de nuestra fe en Dios está el camino de superación de los desafíos que hoy nos quieren desintegrar como sociedad que tiene valores e ideales.
La Palabra de Dios ha llegado a su culmen en la enseñanza de Jesucristo, nuestro único Salvador.
Es un texto que ha inspirado a generaciones de cristianos.
Texto al que el conocido Pastor Martín Luther King le hizo una notable explicación.
Es una enseñanza inteligente de Jesús sobre los tres panes solicitado a un vecino a altas horas de la noche.
El que pide pan es la humanidad, son los hombres de todos los tiempos, somos nosotros siempre necesitados de fuerzas, de reforzamiento en nuestro peregrinar por este mundo.
Los tres panes necesarios indispensables son la fe, la esperanza y la caridad, que en lenguaje del catecismo son las virtudes teologales.
En medio de la noche, para vivir, para acoger a los otros necesitamos de la fe, que tiene mucho que aportar a Chile, a sus Instituciones, a sus familias y a cada uno de sus hombres y mujeres.
Con nuestra fe humildemente y conscientes de nuestra propia fragilidad de creyentes, queremos ser servidores de una libertad que abarca la totalidad del ser humano, libertad para que el ser humano sea reconocido en su dignidad desde el inicio de la vida y hasta el fin de ella.
Una libertad para vivir de cara a Dios.
Un pueblo con fe en Dios puede ganar mucho en libertad, en unidad, en solidaridad, en paz, en el respeto de unos por otros, todos hijos de Dios.
Es el pan de la fe. Importante pero el Señor quizo agregar el pan de la Esperanza.
Siempre soñar y esperar un mundo nuevo. Una nación, que vive en una búsqueda siempre mayor de justicia y libertad nos tiene que llevar a todos los actores de nuestra sociedad a buscar un diálogo creativo para vivir, para afrontar con ilusión el presente y con esperanza el futuro, de manera de ir educando y recreando el Chile que queremos, con valores espirituales, morales, éticos en la vida social, laboral, económica, personal y familiar.
Un Chile con el pan de la esperanza siempre fresco, humeante, al alcance de todos, especialmente de nuestros jóvenes, que tienen es esta liturgia un lugar importante, a fin de que sientan el cariño y la gratitud de la Iglesia y de Chile por su despertar en el ámbito nacional con valentía, organización y madurez que los mayores habíamos olvidado.
Que esta oración por Chile nos haga soñar, esperar y realizar un proyecto común de país como ofrenda de gratitud a Dios en el camino al Bicentenario.
Al pan de la fe, al pan de la esperanza, le falta el pan cálido del amor.
Como ese hombre que en la mitad de la noche clama por estos panes, añoramos siempre el pan del amor, el pan de la caridad.
Es un don frágil este pan del amor. Lo endurece el egoísmo, la falta de solidaridad, la envidia.
San Pablo en la carta a los Corintios nos entrega en un hermoso himno las virtudes de la caridad (1 Cor.13) “El amor es paciente y comprensivo, no tiene celos, no aparenta, no es ordinario y no se deja llevar por la ira y olvida lo malo”
La Iglesia no le teme al amor, más bien es su razón de ser y cuando la Iglesia habla del amor, que siempre es exigente, porque supone morir a nuestro egoísmo, no lo hace por molestar, incomodar, condenar por condenar, sino movida también por un gran amor al hombre, se dirige a su ser más profundo y que si se equivoca en esto fundamental de su existencia, al hombre sólo le trae amargura, decepción y desaliento.
La Iglesia no le teme al amor, es su razón de ser, al predicar a “Dios que es amor”. Chile tiene que acoger con hambre el pan sabroso del amor compartido en la familia estable, para siempre, fiel, de un hombre y una mujer que se aman y transmiten generosamente este pan del amor a sus hijos.
Jóvenes, amados de Jesucristo y por lo tanto de su Iglesia, que aman con la responsabilidad aprendida del amor de sus mayores, para ustedes Jesús es su Maestro en la educación del amor.
Queremos que el amor los haga superarse, alegrarse, desarrollarse, pero nunca los transforme en atletas sexuales sin horizontes ni responsabilidad.
Tenemos una gran confianza en los jóvenes, y nuestras dudas son para un mundo adulto que ha genitalizado la televisión, películas, afiches mostrando un comercio avariento con lo más sagrado del ser humano como lo es su cuerpo.
El pan del amor, de la caridad, de la solidaridad, nuevo nombre de la caridad, como lo dijo Juan Pablo II, está hoy representada en la Cruz Roja y Cuerpo de Bomberos, figuras señeras en cada pueblo de Chile y del mundo como servicio gratuito, generoso, desinteresado. Este pan de la caridad lo necesitamos a raudales en nuestra Patria. Lo necesitamos para nuestros trabajadores y empresarios en su trato de agentes de progreso, pero con justicia y amor.
Están aquí también los que entregan el pan por excelencia. Trabajadores de la Vega que en horario exigentes nos tienen los productos necesarios para una mesa familiar. Destaco su caridad que hace posible, en una medida importante que comedores den el alimento, a veces único en el día a niños, ancianos, e incluso a universitarios en comedores de nuestras parroquias populares en los cerros de Antofagasta. En una zona reconocida como rica y con grandes ingresos, no quiero, no puedo acostumbrarme a que haya que dar de comer diariamente a más de 1.400 personas. Gracias a Dios tenemos el pan de la caridad.
Tres panes que en la oscuridad de la noche grita un hombre a un mundo dormido y que no quiere despertar.
Tres panes que pedimos para Antofagasta, como regalo preciado en este nuevo aniversario de nuestra patria Chile.
Aquí en esta Catedral, hoy 18 de Septiembre está lo más representativo de nuestra sociedad antofagastina: autoridades de Gobierno, Fuerzas Armadas y de Orden, Intelectuales, profesionales, dirigentes gremiales Mundo diplomático, los religiosos, incluyendo pastores de Iglesias hermanas, personas respetables de fe o que carecen de ella, está aquí el hombre y mujer de la ciudad, vecinos nuestros. Todos tenemos una hermosa vocación de servicio, queramos en este momento de gratitud a Dios, por Chile, poner bajo la mirada de este mismo Dios nuestras mejores intenciones de trabajar por Chile, de poner nuestros talentos a disposición de todos nuestros compatriotas. Dios nos dará fuerzas para realizarlo. Nos dará los panes necesarios para recuperar las fuerzas gastadas en el servicio a nuestro prójimo.
Agradeciendo su presencia, que nos llena de esperanza por un Chile siempre mejor, termino poniendo en su corazón esta oración por Chile.
Virgen del Carmen, María Santísima,
Dios te escogió como Madre de su Hijo,
del Señor Jesús que nos trae el amor y la paz.
Madre de Chile,
A ti honraron los padres de la patria,
y los más valientes de la historia;
desde los comienzos nos diste bendición.
Hoy te confiamos lo que somos y tenemos:
nuestros hogares, escuelas y oficinas;
nuestras fábricas, estadios y rutas;
el campo, las pampas, las minas y el mar.
Protégenos de terremotos y guerras;
sálvanos de la discordia;
asiste a nuestros gobernantes;
concede tu amparo a nuestros hombres de armas;
enséñanos a conquistar el verdadero progreso,
que es construir una gran nación de hermanos
donde cada uno tenga pan, respeto y alegría.
Virgen del Carmen, Estrella de Chile,
en la bandera presides nuestros días,
y en las noches tormentosas
sabiamente alumbras el camino.
Madre de la Iglesia,
tú recibes y nos entregas a Cristo;
contigo nos ofrecemos a El,
para que sobre Chile extienda
los brazos salvadores de su cruz,
y la esperanza de su resurrección
Amén.
† Pablo Lizama Riquelme
Arzobispo de Antofagasta
