Iglesia Catedral de Valparaíso
1.- Con inmensa alegría nos volvemos a reunir en este templo Catedral para celebrar el solemne “Te Deum” de Fiestas Patrias. Representantes de diversas Iglesias Cristianas y otras Denominaciones Religiosas hemos querido invitarlos a ustedes -distinguidas autoridades, invitados especiales, miembros de nuestras comunidades y compatriotas en general- a dar gracias al Señor nuestro Dios por esta Patria a la que tanto amamos y por la que hoy especialmente queremos orar. Deseamos tener presente en este hermoso momento de plegaria a todos los habitantes de Chile, sin marginar a ninguno de nuestras súplicas. Sentimos que el 18 de septiembre es el día del año que nos hermana muy profundamente, y todos queremos vivirlo con gran espíritu de unidad y fraternidad, buscando honestamente en nuestra historia y nuestra cultura común los grandes valores que han sustentado los más sólidos fundamentos espirituales y morales de la Nación chilena.
2.- No fue fácil la experiencia vivida por nuestros mayores en aquel 18 de septiembre de 1810. La sociedad chilena y cada una de sus familias estaban profundamente divididas ante los hechos que acontecían aquí y en la Península. Después de la Primera Junta de Gobierno y antes que se proclamase la Independencia de Chile -recién en 1818- hubo una verdadera guerra civil, con todas las penurias que ello significa. Y desde entonces aprendimos que la Patria se construye entre todos. De lo contrario se la destruye. Se la construye con amor y con dolor. De lo contrario es imposible que se asiente en sólidas bases. Y se la construye sobre cimientos morales y espirituales. De lo contrario, se la construye sobre frágil fundamento.
3.- El hecho que el 18 de septiembre de 1811, en el aniversario de la Primera Junta de Gobierno, el entonces Director Supremo don José Miguel Carrera dispusiese que se iniciasen las Festividades en la Catedral de Santiago con la celebración del solemne “Te Deum” -cristiana tradición que hoy continuamos- y que la Proclamación de la Independencia de Chile por don Bernardo O´Higgins haya sido hecha “en presencia del Altísimo” (Acta de Proclamación de la Independencia de Chile, 1 de enero de 1818), indican claramente que para los Padres de la Patria la presencia de Dios en el devenir de nuestra historia era una realidad fundamental. Y concretamente la presencia y la acción de Dios revelado en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador nacido de la Virgen María. Y nosotros, al invitar cordialmente a los representantes de toda la comunidad a orar por Chile, estamos renovando nuestra convicción de que es imposible construir una sociedad justa, amable y fraternal al margen de la Fe en Dios. Pretender, en efecto, construir el mundo como si Dios no existiera y como si no nos hubiera dado una Ley santa de amor para guiar nuestras vidas es no partir de la verdad y -la historia nos lo ha enseñado una y otra vez- marginar a Dios no sólo de la vida privada sino también de la vida pública conduce fatalmente a una cultura deshumanizada, que se vuelve finalmente contra el hombre y la mujer. Si en efecto no reconocemos a Dios como Padre común que nos ha encomendado la fascinante tarea de construir un mundo en la verdad, la justicia, el amor, la libertad y el perdón; si no miramos a cada hombre y mujer como un hermano y hermana de igual dignidad, será imposible lograr una sociedad justa para todos -particularmente para los más pobres y excluídos- donde todos tengamos pan, educación de calidad, trabajo digno, jubilaciones honorables, respeto para nuestras diferentes opciones religiosas, filosóficas y políticas. En fin, una vida de verdaderos hermanos y hermanas, porque somos no sólo criaturas, sino hijos e hijas del mismo Padre de los Cielos.
4.- Nuestro país ha tenido en los últimos años progresos notables en varios campos. Hace tan sólo diez días, al recibir al nuevo embajador de Chile ante la Santa Sede, el Papa Benedicto XVI le decía: “Chile se aproxima a su bicentenario como República con las esperanzas que nacen de un período particularmente significativo, en el cual se han logrado metas de desarrollo notables, se han ido consolidando las Instituciones y parece prosperar el clima de una convivencia pacífica. La trayectoria económica favorable ha propiciado, también, avances en campos como el de la educación y la salud, así como en iniciativas sociales encaminadas a conseguir que todos los ciudadanos puedan vivir plenamente de acuerdo con su dignidad. Estos factores, así como la apertura a horizontes que van más allá de los propios confines, son ciertamente motivo de satisfacción, y también un nuevo llamado al sentido de responsabilidad, para mantener vigorosos los altos ideales que dan vida a todo verdadero progreso y, a la larga, lo hacen posible”. “La querida Patria chilena –dijo también el Papa en esa ocasión- cuenta con abundantes recursos históricos y espirituales para afrontar el futuro con fundadas esperanzas de alcanzar nuevas metas de humanidad, contribuyendo así a favorecer también en el concierto de las naciones vínculos de cooperación y convivencia pacífica” (Discurso al nuevo Embajador de Chile ante la Santa Sede, 8 de septiembre de 2006).
5.- Estas palabras nos llenan de alegría. Son dichas por un hombre sabio que nos mira con cariño, y con la amplia perspectiva que le da su oficio y paternidad verdaderamente universal. Pero también envuelven una responsabilidad y una tarea: “alcanzar nuevas metas de humanidad”, como dice el Papa. Y señala que también a la Iglesia -a las iglesias nos atrevemos a agregar- le compete en esto su responsabilidad: anunciar el Evangelio de Cristo, “proyectando su luz sobre las realidades del mundo y del ser humano, proclamando por ello su más alta dignidad”. “En este sentido, comparte -continúa el Santo Padre- los anhelos de una justicia que no se vea mermada por el insuficiente respeto a la dignidad del hombre y los derechos inalienables que de ella se derivan”.
6.- Entre estos derechos, el Papa señala dos. En primer lugar, “el derecho a la vida en todas las fases de su desarrollo o en cualquier situación en que se encuentre”. Queremos, en efecto, jugarnos por la vida. Ya lo hizo la Iglesia en momentos difíciles de la historia patria. Y no muchos años atrás cuando se jugó por la supresión en Chile de la pena de muerte. Y lo hace en todos los momentos y circunstancias en que considera que se ha visto amenazada. Queremos jugarnos por toda vida: desde la del niño en el vientre materno hasta la del anciano en el atardecer de su existencia. Por la vida del niño sano como también la de aquellos que tienen alguna limitación o discapacidad, cuya sola existencia nos da la hermosa posibilidad de entregarnos desinteresadamente a ellos sólo porque se trata de personas, por lo tanto de hermanos y hermanas muy queridos, cuya vida es tan santa e importante como la del personaje más destacado del mundo. Queremos acoger con cariño a todos los niños que nazcan en Chile, sea de mamás casadas o de mamás solteras, y darles la oportunidad de una vida plena y digna de ser vivida.
7.- Este cuidado amoroso por la vida implica enormes desafíos en el momento presente de Chile. Compartimos el estupor y la preocupación de muchos por el alarmante descenso de la natalidad. A propósito del importante y necesario debate educacional en desarrollo, días atrás un medio regional publicaba un artículo con el sugestivo título “Faltan alumnos”, en el que se exponían cifras preocupantes. En los diez años comprendidos entre los dos últimos censos, el descenso de la población escolar en Valparaíso fue del 11,6%. En el tramo de 0 a 4 años fue del orden del 32%, mientras que en el de 4 a 14 años fue cercano al 10%. En Viña del Mar la disminución de la población entre 0 y 4 años fue del 33%, y de 5 a 9 años fue del 15%. Y analizada la tasa de crecimiento de la población se constata que mientras Valparaíso tuvo una disminución general de población de -2,4%, Viña del Mar aumentó sólo en un 4,9% en comparación con el 15,6% que había crecido en el decenio anterior (“El Mercurio” del 5 de septiembre de 2006, página Editorial). Es cierto que algunas comunas del interior han crecido notablemente. Pero no es menos cierto que el descenso de la natalidad se está comprobando en todas partes. Lo vemos por ejemplo en los establecimientos educacionales católicos (83 en la diócesis, la mayoría subvencionados) que se están empezando a achicar por los pre-kinder y los kinder.
8.- Ante este hecho, que hemos calificado de alarmante, debemos preguntarnos: qué país estamos proyectando para el futuro. Al parecer un país de ancianos, en el que una minoría de jóvenes tendrá que mantener a una mayoría de ancianos y en el que muchos de nosotros quizás terminaremos nuestros días en hogares de ancianos del Estado, porque los muchos que las iglesias gracias a Dios tienen están ya saturados.
9.- El tema de la natalidad va íntimamente unido a otro también de la mayor importancia y al cual también el Papa Benedicto se refirió en su discurso al nuevo Embajador de Chile en la Santa Sede: el derecho a la familia. “El derecho a formar una familia, basada en los vínculos de amor y fidelidad establecidos en el matrimonio entre un hombre y una mujer, y que ha de ser protegida y ayudada para cumplir su incomparable misión de ser fuente de convivencia y célula básica de toda sociedad. En ella, como institución natural, reside, además, el derecho primario a educar a los hijos según los ideales con que los padres desean enriquecerlos tras haberles acogido con gozo en sus vidas”.
10.- Es quizás en el tema de la familia donde más se ha notado la pérdida de valores humanos y cristianos de la sociedad chilena. De la familia grande: de papás, hijos, nietos, abuelitos, tíos, primos, compadres, etc., estamos llegando a una situación en que muchos no quieren comprometerse. Cada día hay menos matrimonios, tanto por el civil como por la iglesia. Quienes se casan no quieren tener hijos, o tener los menos posibles. Cada día aumenta el número de hijos nacidos fuera del matrimonio. Las mamás solteras van quedando paulatinamente abandonadas por los “papás solteros”, de los cuales ni se habla. Urge que recuperemos el sentido de la familia. Ello significa que primeramente tenemos que recuperar el verdadero sentido del amor, que consiste en pensar primero en el otro antes que en sí mismo. En la felicidad del otro antes que en la propia. Que supone abnegación y entrega. Capacidad de comprender y de perdonar. Aprender a ser fieles en lo poco y cotidiano para ser fieles en los grandes momentos y en las grandes crisis que afectan a toda persona normal y a toda pareja normal. Ser generosos en el don de la vida, lo que implica también una sana concepción de la sexualidad, que no es para pasarlo lo mejor posible con las menos responsabilidades posibles, sino para expresar cariño, deseo de unión entrañable, anhelo de vivir juntos siempre en fidelidad.
11.- En esto a todos nos cabe responsabilidad. Tenemos que empezar por cambiar la mentalidad individualista y hedonista que nos está consumiendo como sociedad y optar decididamente por la generosidad y la solidaridad. Es indispensable “optar por la dignidad de la mujer, para lograr que su misión en la sociedad sea plenamente valorada, acabando con la discriminación social y económica que sufre, y con toda violencia intrafamiliar. Nos parece necesario asimismo insistir en la corresponsabilidad del varón en su relación con la mujer y con los hijos. Sin embargo, la opción por promover para esto la anticoncepción no es el camino adecuado; menos aún cuando conduce al ocaso de la maternidad” (Comité Permanente del Episcopado, declaración “¿Hacia dónde camina Chile?” del 7 de septiembre de 2006).
12.- Ciertamente las iglesias y comunidades religiosas tenemos en esto una responsabilidad muy importante, y estamos empeñados en una viva pastoral familiar dirigida a todas las familias, también a las que están viviendo situaciones difíciles o irregulares. Responsabilidad grande le compete también a los educadores y maestros, que deben enseñar en primer lugar con el testimonio de sus vidas. Es enorme la responsabilidad que cabe a los medios de comunicación social, que son en los hechos los principales “educadores” de nuestros niños y jóvenes, y los que más influyen en la creación de mentalidad y cultura. Mientras el Estado y muchas instituciones están preocupados por buscar solución a los grandes problemas que aquejan principalmente a nuestra juventud, hay medios que “bombardean” con frivolidad, erotismo, mal gusto y chabacanería. Los medios que tratan de superar la superficialidad ambiental y enfrentar con altura de miras y perspectivas de futuro la situación regional y nacional, tienen graves problemas para subsistir y lamentablemente muchas veces no cuentan con el suficiente apoyo de las autoridades y los particulares.
13.- Responsabilidad primordial le cabe al Estado en el apoyo a las familias y a los niños y jóvenes, ya que “al Estado le corresponde defender y promover el bien común de la sociedad civil, de los ciudadanos y de las instituciones intermedias”, “y la realización más completa de este bien común se verifica en la comunidad política” (“Catecismo de la Iglesia Católica” N° 1910). Y el bien común pasa necesariamente por el bien de las familias, células primordiales de la sociedad.
Vemos cómo el Estado, a través del Gobierno, destina ingentes recursos humanos y económicos a políticas sociales, los que han aumentado significativamente en los últimos meses, lo cual nos alegra. Vemos cómo el Estado ha ido conformando una red de instituciones de apoyo social: Servicio Nacional de Menores, Instituto Nacional de la Juventud, Servicio Nacional de la Mujer, Servicio Nacional del Adulto Mayor, Comisión Nacional de Desarrollo Indígena, Comisión Nacional Contra las Drogas y Estupefacientes, etc. Vemos con satisfacción el aumento del gasto en educación y en los Tribunales de la Familia. Pero creemos que falta una verdadera política nacional de promoción y apoyo a la familia que vaya más allá de las preocupaciones y políticas “sectorizadas”. Pensamos que si hubiese un gran organismo destinado a la familia y a su promoción, con políticas claras, elaboradas y conversadas entre todos e idealmente consensuadas, se lograría un resultado mejor –y a lo mejor menos oneroso- que el que se obtiene a través de tantos organismos distintos que a veces actúan sin la suficiente coordinación. Que sean políticas que favorezcan la vida en familia, que es “escuela de humanización”, donde los hijos aprenden a amar y respetar porque se sienten amados y respetados. Que incentiven la natalidad. Que favorezcan una jornada de trabajo para la mujer que sea compatible con sus obligaciones de esposa, madre y alma del hogar. Que procuren incentivos sociales, económicos y tributarios para las familias numerosas y las que viven situaciones de especial dificultad. Que favorezcan la integración familiar de los abuelitos y en general de las personas mayores, que tanto pueden aportar a la humanización de la vida y de la cultura y a los cuales el Papa considera “garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir” (Benedicto XVI, Encuentro con las Familias, Valencia 8 de julio de 2006).
14.- En este día de regocijo y acción de gracias, exponemos -entre tantas otras posibles- estas ideas y anhelos como un aporte modesto a nuestra comunidad regional. A la vez que imploramos del Señor las gracias y bendiciones que todos los chilenos necesitamos, pero particularmente las autoridades del Estado, a quienes la Nación chilena ha encomendado el honroso servicio y responsabilidad de ser los primeros responsables del Bien Común de la Patria.
15.- “Al único Dios que es nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, el honor, la fuerza y el poder, desde antes de todos los tiempos, ahora y para siempre. Amén.” (Carta de San Judas, 24).
† Gonzalo Duarte García de Cortázar ss.cc.
Obispo de Valparaíso
