Queridos hijos:
Esta será una sencilla meditación delante del pesebre en que, acostado sobre la paja, sonríe nuestro Salvador, mientras José y María lo adoran con humildad y amor.
Como los pastores en la noche bendita estamos aquí, Señor Jesús, tu Familia Chilena.
Queremos agradecerte por este año de 1980, que recordaremos largo tiempo. Por el Congreso Eucarístico que llega a su fin. Por los miles de hogares que recibieron con amor tu visita de peregrino. Por las muchedumbres que se congregaron para alabarte en el misterio de tu Eucaristía. Porque hemos palpado la presencia de tu gracia más fuerte que nuestras dudas y nuestros errores.
Te pedimos perdón por nuestras faltas. Pastores y fieles te pedimos perdón. Muchos de nuestros fracasos, la lentitud de nuestros progresos, lo relativo de nuestros éxitos manifiestan nuestra miseria. Te pedimos perdón y también nos perdonamos los unos a los otros porque tú has hecho de nuestra reconciliación la condición de tu propio perdón.
A pesar de nuestras deficiencias nos anima una gran confianza en el futuro. Apoyados en la experiencia de nuestro Congreso Eucarístico, estamos preparando nuestro trabajo para el próximo quinquenio.
Con la Iglesia Universal vamos a insistir en la familia, en el amor y la vida: "ni vida sin amor, ni amor sin vida".
Vamos a seguir trabajando en formar ministros laicos, maduros en su fe, firmes en la oración y llenos de amor fraterno. Ellos establecerán más y más comunidades eclesiales, las animarán, las vivificarán con la palabra de Dios, la catequesis, la liturgia, el servicio fraterno y el espíritu misionero.
Vamos a formar cristianos, testigos tuyos en plena vida, llenos de ánimo para evangelizar todos los ambientes, para llevar tu mensaje al corazón de nuestro pueblo chileno y de su cultura.
Queremos trabajar por los jóvenes y con los jóvenes, animándolos a prepararse para construir esa "civilización del amor" en que, por inspiración del Papa, se expresa hoy el anhelo del Reino de Dios.
Todo lo que escribimos en nuestro mensaje del 26 de noviembre, queremos vivido, Señor.
Que crezca nuestra fe en ti. Que se exprese y se desarrolle en la oración. Que nos anime un espíritu misionero, apostólico y servicial. Que tengamos espíritu de penitencia y que acudamos con humildad al sacramento de la Penitencia. Queremos adorarte y alabarte en el sacramento de la Eucaristía. Queremos mantenemos unidos a pesar de diferencias que esperamos pasajeras. Queremos seguir trabajando por la justicia, por el amor y por la paz.
Estamos aquí, Señor, delante de ti, todos los chilenos de fe y de amor.
Te encomendamos a nuestros hermanos que más sufren, los enfermos, los lisiados, loa ancianos, los pobres y los humildes, los que están solos o tristes, los huérfanos y las viudas, los hospitalizados, encarcelados o exiliados, los que han perdido la fe, la esperanza o el amor.
Bendícenos, Señor, desde la sencillez del pesebre. Danos un corazón conforme a las bienaventuranzas evangélicas.
Tú que, siendo tan grande, te hiciste por nosotros tan pequeño, enséñanos la humildad y la mansedumbre.
Tú que, siendo tan rico, te hiciste por nosotros tan pobre, enséñanos la pobreza y la limpieza de corazón.
Tú que, siendo tan poderoso, te hiciste por nosotros tan débil, enséñanos la justicia, la misericordia y la paz.
Ten misericordia de nosotros.
Los Obispos de Chile
Santiago, diciembre 21 de 1980
