Mensaje ecuménico a los cristianos chilenos, al pueblo de Chile y a los delegados y visitantes de la UNCTAD III
1.- En vísperas de la III Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (UNCTAD), a punto de celebrarse en nuestro país, nosotros, dirigentes y pastores cristianos, nos dirigimos a las comunidades cristianas de Chile y a todos los hombres de buena voluntad que quieran oírnos, para llamar su atención sobre la importancia moral que reconocemos a este acontecimiento.
2.- Ciertamente no nos corresponde a nosotros juzgar en términos particulares los complejos problemas técnicos que plantea la cooperación internacional para el desarrollo socioeconómico de los diversos países. Pero no podemos olvidar la responsabilidad moral que nos cabe a los cristianos en orden a la justicia internacional. Porque nos sentimos enviados a \"predicar la Buena Nueva a los pobres y la liberación a los Oprimidos\", debemos alegramos y sentimos comprometidos con todos los esfuerzos que se hagan por la edificación de un mundo más igualitario y más fraterno. En ello se juega un valor de dignidad humana cuyo último fundamento reside para nosotros en el Evangelio. También celebramos el que tales esfuerzos busquen el camino del diálogo y que, por encima de las divisiones y de los antagonismos que hoy sacuden al mundo, se propongan debatir sobre principios de racionalidad y justicia los graves problemas económicos de la comunidad internacional.
3.- Al ofrecer nuestro apoyo a cuanto vaya en el sentido de la liberación integral del hombre, los cristianos estamos conscientes de que dicha liberación se decide, en último término, en las profundidades de la conciencia, allí cada hombre se abre al pecado o a la gracia. Pero sabemos también que esta lucha de liberación se realiza y manifiesta, simultáneamente, en el orden de las estructuras sociales, puesto que ellas reflejan y al mismo tiempo condicionan la intimidad moral y religiosa de la persona humana. Los cristianos de hoy atribuimos una especial importancia a estos condicionamientos estructurales de los valores de justicia y de caridad del Evangelio. A lo largo de los siglos, en sociedades del pasado, el espíritu cristiano inspiró y fomentó muchas instituciones, formas de vida e iniciativas para la realización de estos valores y el socorro de los desamparados, según las circunstancias de cada tiempo. Esa misma voluntad nos enseña hoy de manera mucho más lúcida y documentada, que el afán personal de justicia, beneficencia y ayuda fraterna es insuficiente si no se proyecta institucionalmente en los mecanismos y estructuras de cada comunidad nacional y, también, en el ámbito de la sociedad mundial.
4.- Esa es justamente la tarea de la UNCTAD: crear a nivel internacional nuestras estructuras económicas y financieras que permitan un desarrollo más justo y equilibrado de los diferentes países. Las estructuras antiguas, acordadas después de la segunda guerra mundial en Bretton Woods, se han revelado crónicamente como insuficientes. Es necesario implantar una nueva era en las relaciones económicas entre los países.
La UNCTAD significa una tribuna para ello, un desafío para el entendimiento y colaboración entre el mundo desarrollado y el mundo subdesarrollado, entre ricos y pobres. Con anterioridad se han llevado a cabo dos Conferencias de este tipo: a la primera se la calificó posteriormente como una Conferencia de \"confrontación\" entre los países poderosos y los países débiles; tras la segunda se habló mucho de \"frustración\" por parte de las naciones subdesarrolladas; esta tercera, la de Santiago, ha sido llamado ya de antemano la \"Conferencia de la Esperanza\". En efecto, entre los temas por tratarse en ella destacan objetivos de primera importancia, como ser: lograr un tratamiento más justo para las materias primas producidas por los países subdesarrollados; apoyar a estos países financieramente, favorecer su industrialización mediante un trato arancelario preferencial, permitir su participación en diversas decisiones referentes a transportes marítimos y seguros; buscar la forma en que la ciencia y la tecnología dejen de ser el patrimonio de los países más desarrollados; tratar de hacer de la próxima década una \"década del desarme\" como condición para que pueda ser realmente una década del desarrollo económico y social, etc.
5.- Sintiéndonos hondamente identificados con los objetivos de este segundo Plan de Desarrollo decenal de la UNCTAD, quisiéramos hacer un respetuoso llamado moral a los países representados en esta Conferencia, muy particularmente a aquellos que gozan de un más alto grado de desarrollo a fin de que no defrauden las esperanzas que en ellos cifran los pobres de la tierra.
Sus delegados conocen bien el proceso de creciente concentración de la riqueza, del poder, de la ciencia y de la tecnología, proceso que desanima las mejores expectativas de los países menos desarrollados. Saben ellos de la desigual distribución que pone en manos de un tercio de la humanidad el control de las tres cuartas partes de la renta, de las inversiones y del comercio mundial; situación que convierte a menudo a las naciones menos desarrolladas en víctimas del juego de las fuerzas económicas internacionales. Y conocen, en lo íntimo de su conciencia moral, el carácter imperioso que cobra hoy para todos los países el llamado \"derecho al desarrollo\", a no estar sujeto a injustas dependencias, derecho tan inalienable para las diversas comunidades en el ámbito mundial como lo es para las personas el conjunto de sus derechos humanos en el ámbito social.
Los países en vía de desarrollo, por su parte, deben comprender que la justicia a nivel internacional es sólo un aspecto de la justicia en el mundo.
Muchas veces esta justicia se ve seriamente comprometida en el seno de sus propias sociedades, y que por lo tanto, su primer deber es corregir dichas situaciones. Difícilmente puede concebirse que una ayuda internacional tenga éxito si la Comunidad que la recibe está llena de tensiones.
A los delegados que asistirán a la Conferencia nos hacemos un deber recordarles lo que ellos no pueden dejar de sentir vivamente durante su estada en Santiago: que detrás de sus personas hay millones y millones de seres humanos, hay sufrimientos y esperanzas, hay abundancias y penurias, hay la necesidad muchas veces física de recibir, necesidades donde se entremezclan la generosidad del dadivoso con el estricto deber de justicia del que se ha beneficiado de un orden no siempre equitativo. La suerte de esos millones de personas depende en alguna medida, de las deliberaciones de esta Conferencia. Estamos seguros de que esa medida, por pequeña o incierta que fuera en la complejidad de las actuales estructuras económicas, no dejará de pesar sobre sus ánimos con vistas a la promoción de la justicia en el ámbito internacional.
6.- Pedimos, por último, a los cristianos que acompañen el desarrollo de esta Conferencia con su apoyo moral más allá de todo partidismo y de toda ideología y que ofrezcan al Señor su oración ferviente en privado y en los templos de sus comunidades; y su penitencia. personal para que Él, Señor de la Historia, quiera bendecir, iluminar y dirigir los pensamientos de todos los participantes de la UNCTAD III en orden a una justa promoción del desarrollo, condición indispensable para la paz del mundo que todos deseamos apasionadamente en el Señor.
Por la Conferencia Episcopal de Chile:
† JOSÉ MANUEL SANTOS
Obispo de Valdivia,
Presidente
† CARLOS OVIEDO CAVADA
Obispo Auxiliar de Concepción
Secretario
HELMUT FRENZ TH.
Obispo Iglesia
Evangélica Luterana
JOSE ELÍAS
Administrador Apostólico
Iglesia Ortodoxa
OSCAR PEREIRA
Pastor Bautista
Iglesia Bautista.
Santiago, 3 de abril de 1972.
