Homilía. Templo Catedral de Rancagua, 16 de septiembre.
+ Guillermo Vera Soto, Obispo de Rancagua.
Fecha: Viernes 15 de Septiembre de 2023
Pais: Chile
Ciudad: Rancagua
Autor: Guillermo Vera Soto
Muy queridos hermanos y hermanas:
Es bueno que, desde los comienzos de nuestra historia como nación, el pueblo de Chile junto a sus autoridades haya querido reunirse en oración al celebrar sus Fiesta Patrias.
Los chilenos hemos tenido siempre en gran aprecio el ser creyentes y, por lo tanto, saber buscar el rostro de Dios, en los momentos felices para agradecer y en los difíciles para pedir su ayuda.
Hoy, cuando nuestra nación cumple 213 años, nosotros los chilenos que hemos recibido el regalo de nacer, vivir y trabajar en esta bendita Región del Libertador Bernardo O´Higgins, donde Chile es más Chile, como me dijo una hija de esta tierra, era necesario que nos reuniéramos en este templo Catedral para adorar a Dios, escuchar su Palabra y dejarnos interpelar por Él para construir esta Patria que, para todos, es Don y Compromiso
El Te Deum, oración oficial de la Iglesia para dar gracias a Dios, es la ocasión propicia, entre otras cosas, para que, a quienes en los pueblos y ciudades de nuestro Chile, nos corresponde hacer de cabeza por los puestos y tareas que realizamos, podamos, delante de Dios, revisar nuestro quehacer a favor de la comunidad que decimos servir.
Aquí estamos los que, no por mérito nuestro sino por querer de Dios y confianza de la gente, hemos recibido el cargo de autoridad, de hacer de cabeza o participar de instituciones nobles, de servicios fundamentales, de empresas, de pastorear en la Iglesia, de hacer familia, de hacer comunidad, de hacer patria.
Hemos escuchado en la Palabra de Dios, como San Pablo nos recuerda que cada uno de nosotros recibió dones diferentes con los cuales debemos servir, y la manera en que hemos de realizar nuestro servicio.
Queridas autoridades y todos quienes hemos recibido puestos de responsabilidad, no olvidemos que la gente espera mucho de nosotros; de manera especial los más postergados buscan en nuestro servicio, un motivo para seguir esperando.
El evangelio nos ha invitado a amar, a servir, a dar la vida. Se nos ha dicho que de nosotros se esperan muchos frutos para la vida de aquellos que nos han sido confiados. Una manera excelsa de iluminar es con el ejemplo, que los demás viendo nuestras buenas obras, nuestro recto proceder, no se sientan defraudados.
Por eso creo que hoy es una buena oportunidad para revisar cómo está mi trabajo, cómo desarrollo las funciones que se me han confiado y de la que tantos esperan frutos.
San Pablo nos invitaba a que nuestra caridad no sea una farsa: puedo preguntarme: ¿lo que hago, lo hago movido realmente por el amor, por el deseo de servir o, por el contrario, busco reconocimientos que me satisfagan egoístamente, busco mi bien o el de los demás?
Nos invitaba el apóstol a estimar a los demás más que a uno mismo. ¿En el lugar que ocupo, siento que los demás son como mis patrones a quienes sirvo, como nos enseña tan bellamente San Alberto Hurtado?
¿Procuro realizar mi trabajo con el cuidado y la atención necesaria o voy postergando las cosas, lo que a veces equivale a no hacerlas?
Tengan igualdad de trato, decía Pablo, unos con otros. ¿En la labor que realizo busco siempre servir a quien lo necesita o favorezco a aquellos que siento más cercanos porque piensan como yo o me son más simpáticos?
Pónganse al nivel de la gente humilde, nos decía el apóstol: casi siempre los que llegan hasta nuestros servicios son los que de alguna manera se saben más marginados, más vulnerables: ¿busco colocarme en su lugar, sentir con ellos, alegrarme y llorar con ellos o a veces me siento quizá como despachando situaciones en las cuales no me involucro mayormente?
Querido hermanos, que importante es que nuestro trabajo lo miremos, lo analicemos, y si soy creyente esa mirada hecha ante Dios el cual iluminará mis actividades con la luz de la verdad que me motivará a seguir en el camino del bien o a cambiar aquello que sea necesario para así con mi servicio enaltecer a aquellos que en mi confían.
Ayer, grandes hombres y mujeres se entregaron por la grandeza de Chile en campos de batallas y en arriesgadas acciones, hoy hemos de buscar la grandeza de Chile con nuestro trabajo honrado, abnegado, hecho con alegría, con ilusión y en bien de todos.
Hoy trabajar por Chile, implica trabajar en equipo, ser capaz de buscar alianzas que no respondan sólo a intereses políticos, sino que busquen el verdadero progreso, eso va a requerir la humildad que me lleve a saberme necesitado de los demás y a saber pedir y agradecer la ayuda que se me pueda brindar.
Trabajar por Chile hoy, se traduce en una capacidad de entrar en diálogo, en saber discutir con fundamentos y altura de miras los temas más delicados. “Hoy vivimos una polarización no sólo frente a nuestro presente, sino también respecto al pasado reciente” sintámonos todos invitados a mirar juntos lo ocurrido, para caminar hacia un futuro más compartido.
Nos alegramos de vivir en una democracia, la cual sin duda hemos de cuidar y potenciar, pero sin embargo a veces pareciera que nos cuesta que se nos contradiga o se dé una opinión, aunque sea fundamentada, en contra de lo que se ha dicho o dispuesto. Porque vivimos en democracia, una democracia que nos ha costado, hemos de saber cuidarla.
Estemos atentos para que en situaciones complejas que nos toque enfrentar no alimentemos la confrontación buscando culpables en el pasado o el presente, puede ser el camino más fácil, pero mejor nos hará abordar las complejidades a través del diálogo y saber buscar consensos.
Seamos sencillos y humildes para reconocer que, si en algunos momentos vivimos como un debilitamiento de nuestra democracia, o la perdimos como hemos recordado en estos días, sus causas hay que buscarlas en la suma de responsabilidades compartidas de todos.
Por todo esto, mirando al futuro, que bien nos hacen las palabras de Papa Francisco en Fratelli Tutti: saber “tener la nobleza de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra… Vista de esta manera, la política es más noble que la apariencia, que el marketing, que distintas formas de maquillaje mediático. Todo eso lo único que logra es la división enemistad y un escepticismo desolador incapaz de apelar a un proyecto común. En nuestro trabajo y servicio de cada día algunas veces hemos de preguntarnos. ¿para qué, hacia dónde estoy apuntando realmente?, porque después de algunos años reflexionando sobre el propio pasado la pregunta no será. ¿cuántos me aprobaron, cuántos me votaron, cuántos tuvieron una imagen positiva de mí? sino que, quizás, las preguntas serán ¿cuánto amor puse en mi trabajo? ¿en qué hice avanzar a la gente, que marca dejé en mi sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté?, ¿cuánta paz social, sembré?, ¿qué bien hice en el lugar que se me encomendó? “
No olvidemos que en el ocaso de nuestras vidas seremos examinados en el amor.
Hermanos y hermanas, amigos todos. Para mí como sacerdote y obispo me ha impresionado y cuestionado siempre una frase del salmo 68 que dice:
“Señor, que por mi causa no queden defraudados los que en Ti esperan”, se las propongo también a ustedes en esta mañana, que cada uno pueda decir “que por mi causa nadie quede defraudado” sino que al contrario que mi vida, mi trabajo sea de verdad un gran aporte para la vida de tantos que lo necesitan.
Que la misión que cada uno ha asumido la podamos realizar con fe, con optimismo, con valentía, con entrega generosa, Chile y su gente lo necesita.
En esta mañana y en las Fiestas de nuestra Patria, aquí junto a este altar, les invito a poner lo que esté de nuestra parte para trabajar por el bien de la familia, teniendo presente que lo que a ella favorece no es sólo el crecimiento en lo material, el cual sin duda se ha de procurar, sino sobre todo asegurarle el entorno que le permita desarrollarse. Ayudemos a que los esposos puedan jugársela por mantener su compromiso de asegurar a los hijos el hogar en el cual poder crecer y desarrollarse. Procuremos que haya trabajo digno y con justa retribución. Que la salud esté al alcance de todos. Pongamos lo que esté de nuestra parte para procurar que podamos vivir con más paz y seguridad.
Como servidores en esta región de nuestra patria, hemos de pensar en su futuro, el cual se plasma en el presente de nuestros niños y jóvenes, a ellos hemos de mostrarle lo hermoso de servir, hemos de ayudarles con nuestro ejemplo de esfuerzo y rectitud a que quieran llevar una vida donde el valor del trabajo, del sacrificio, del esfuerzo esté presente como garantes de que, todo lo que vale la pena, requiere de estos.
Sí, trabajo, sacrificio, esfuerzo, voluntad, deseo de superación, rectitud moral, don de sí, preocupación por los demás, amor a Dios, amor a la vida y a la dignidad de las personas, son principios que se han de enseñar con nuestra palabra y actuar para que las nuevas generaciones tengan vida.
Porque en Chile se han derramado muchas lágrimas y nos han de doler a todos, no podemos olvidar que “la dignidad de la persona humana y el respeto de su vida desde la concepción hasta la muerte es el principio fundamental de todo orden social, lo que exige el cuidado irrestricto de, los derechos humanos como base de nuestra convivencia. Nunca nadie poder atropellado en su dignidad”.
Creamos en la generosidad de los niños y jóvenes, seamos audaces para proponerles metas nobles que los animen al respeto a sí mismos y a los demás, al respeto a la vida siempre.
La tarea de nosotros los mayores es ofrecer a los jóvenes las herramientas que les permitan desarrollar toda la fuerza de su voluntad en la consecución del bien y no facilitarles elementos que les hagan irresponsables, blandengues e incapaces de saberse dominar, esperar o asumir la responsabilidad de sus acciones.
Lo más grande de nuestra ciudad región y país es su gente, sus familias, sus niños y jóvenes.
También nuestros adultos mayores, los que tanto hicieron y continúan haciendo por los suyos y por Chile, necesitan de nuestra atención y cuidado, procuremos cuidarlos, que no estén solos, que puedan tener la seguridad de unos años atendidos y que así en el ocaso de sus vidas puedan seguir compartiendo con las nuevas generaciones sus historias, sus vidas de trabajo, de esfuerzo, cómo con tan pocos medios a veces fueron capaces de sacar sus familias, y no pocas veces muy numerosas, adelante. Ellos, los abuelos sepan compartir el valor de la fe que los animó y les llenó de esperanza.
Chile es su gente, los que aquí nacimos y los que han llegado para hacer de esta tierra la suya, y a esta gente estamos llamados a servir, con rectitud, alegría, respeto y perseverancia.
Dios nos ayude en esta tarea.
Hermanos y Hermanas, la fe cristiana, que hoy nos reúne y que es uno de los pilares de nuestra patria, nos recuerda siempre el primado del amor. Que esto nos lleve a crecer en amistad cívica, en diálogo y en participación, hasta llegar a compartir los valores esenciales que han de configurar nuestra existencia como pueblo y nación.
Una vez más elevamos nuestra mirada a la Virgen María, Nuestra Señora del Carmen, para que como buena madre nos eduque en la tarea de saber hacer de Chile una familia, donde a pesar de diferencias legitimas, sepamos respetarnos y juntos sepamos construir esa nación, donde nadie esté falto de pan, respeto, progreso ni de alegría de vivir y ser chileno.
¡Dios sea Bendito!
+Guillermo Vera Soto
Obispo de Rancagua