COLONIA, domingo, 21 agosto 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI pidió a más de un millón de participantes en la misa de clausura de las Jornadas Mundiales de la Juventud que se conviertan en los nuevos misioneros en un mundo que se olvida de Dios.
«Quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia Él. Una gran alegría no se puede guardar para uno mismo. Es necesario transmitirla», afirmó el Santo Padre en la homilía al dirigirse a más de un millón de personas congregadas en la explanada de Marienfeld, a unos 27 kilómetros de Colonia.
La eucaristía concluyó precisamente con la ceremonia de «Entrega de la cruz» a los chicos y chicas presentes y con el «envío misionero» a los cinco continentes (los muchachos procedían de 193 países).
Los jóvenes «están listos para partir de Colonia como jóvenes apóstoles del tercer milenio», afirmó el arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio de los Laicos, en las palabras que dirigió al pontífice al introducir esa ceremonia conclusiva.
En la homilía, el obispo de Roma había constatado que «en numerosas partes del mundo existe hoy un extraño olvido de Dios. Parece que todo puede funcionar del mismo modo sin Él. Pero al mismo tiempo existe también un sentimiento de frustración, de insatisfacción de todo y de todos».
«Dan ganas de exclamar --confesó--: ¡No es posible que la vida sea así! Verdaderamente no. Y de este modo, junto a olvido de Dios existe como un “boom” de lo religioso», aclaró, desenmascarando el riesgo de que la religión se convierta en «un producto de consumo».
«Se escoge aquello que place, y algunos saben también sacarle provecho. Pero la religión buscada a la “medida de cada uno” a la postre no nos ayuda. Es cómoda, pero en el momento de crisis nos abandona a nuestra suerte».
Por eso, el Papa pidió a los jóvenes congregados en Colonia ayudar «a los hombres a descubrir la verdadera estrella que indica el camino: ¡Jesucristo!».
«Tratemos nosotros mismos de conocerlo cada vez mejor para poder guiar también, de modo convincente, a los demás hacia Él», exhortó.
Como medios para descubrir y anunciar a Cristo, el Papa presentó la participación activa en la misa del domingo, el sacramento de la Reconciliación, la meditación de la sagrada Escritura, la lectura del «Catecismo de la Iglesia Católica» y su «Compendio», recién publicado.
«¡Construid comunidades basadas en la fe! --les recomendó por último-- En los últimos decenios han nacido movimientos y comunidades en los cuales la fuerza del Evangelio se deja sentir con vivacidad».
Al mismo tiempo, afirmó, «la espontaneidad de las nuevas comunidades es importante, pero es asimismo importante conservar la comunión con el Papa y con los obispos. Son ellos los que garantizan que no se están buscando senderos particulares, sino que a su vez se está viviendo en esa gran familia de Dios que el Señor ha fundado con los doce apóstoles».
A pesar de su conocida discreción, Benedicto XVI no escondió su satisfacción ante la acogida que ofrecieron los jóvenes. Al inicio de la eucaristía, les dio las gracias, dejando a un lado los papeles, con estas palabras : «Me hubiera gustado atravesar la muchedumbre y poder saludaros a cada uno de vosotros, pero dada la dificultad del camino, no me es posible».
La mayoría de los jóvenes presentes habían pasado una fría noche en la misma explanada, tras haberse encontrado con el Papa por la noche en una vigilia que había durado unas tres horas.
El enorme cansancio, el frío y la niebla no les impidió acogerle con aplausos y gritos de entusiasmo, como los que dirigían en encuentros similares a Juan Pablo II.
Colonia, 21-08-2005