El pueblo de La Tirana

El pueblo de La Tirana se ubica entre la PAMPA Y EL CIELO, rodeado de tamarugos, de pimientos y de acacias. Es un pueblo pequeñito que brinda hospedaje a todos los que llegan. Casas de adobe o madera, en calles bien delineadas, que terminan mirando la Iglesia. Al soplar el viento y al formarse remolinos, los habitantes cierran bien sus puertas. Por tal motivo, parece que la gente hubiera huído.

Durante once meses del año, el pueblo se ve desolado. Pero cuando llega julio todo cambia y resucita. Como por gracia bendita la Virgen tiende su manto y llegan los peregrinos.
Es el mes en que La Tirana abre sus puertas a todos los visitantes. Como por arte de magia se habitan todas las casas. Se construyen otras nuevas. Se alzan carpas y hospedaje dispuestos de mil maneras. Se instalan cocinerías, donde no se olvida nada; desde el conejo o llama picante hasta la fina albacora ahumada. El olor a sopaipillas, empanadas de horno y carne a la parrilla, penetra en el aire y se aleja.

Un comercio heterogéneo se ubica por todas partes. Se muestran y se vocean ponchos, chalecos, choapinos, estampas, escarapelas, collares de cuentas raras, figuras de porcelana; de yeso, de madera; radios, lápices, quitasoles e impermeables.

Un enjambre multicolor de variados productos que venden bolivianos, peruanos, chilenos y taiwaneses. Así es la Feria popular que rodea a La Tirana.

Con la mente en La Tirana

Todos los promesantes viven con la mente puesta en La Tirana. Especialmente los integrantes de las Hermandades o Sociedades de Bailes, que viven casi todo el año pensando sólo en La Tirana. Las Cofradías tienen sus redes sociales, con sus imágenes y estandartes que cuelgan de las paredes.

Inician los ensayos en el mes de abril para poder así danzar en el mes de julio, ante la imagen de la Virgen.


Llegar al Santuario en buenas condiciones musicales, rítmicas y de vestuario, es el objetivo de los promesantes, y conseguirlo pone muchas horas de reuniones para coordinar el trabajo. Impone la organización de rifas y beneficios que proporcionan fondos necesarios para financiar los cinco días de romería.

Dicen que los promesantes; los que animan Hermandades o Cofradías; los que tocan en las Bandas y animan las Diabladas, que viven en un sortilegio maravilloso. Que comienzan 90 días antes de ir a venerar La Tirana.

Es así, como entre nervios y alegrías, se preparan sin descanso. Cuidan de cada detalle. Pasan noventa noches cantando, danzando, soplando pitos, flautas iqueñas. Son noventa noches soñando con esa aurora de julio que hace salir a la Virgen para recorrer su pueblo y saludar a sus fieles.

En esos tres meses de nervios, se reúnen en tantas partes, en tantas Hermandades ñeque se congregan de noche para bailar, tocar y vivir en esa mística que despierta La Tirana.

El sol y el frío

La estada en La Tirana no es fácil. Agrupados en campamentos de carpas o reunidos en las casas del pueblo, pernoctando en dormitorios colectivos diferenciados sólo por sexos, los peregrinos sufren el sol del desierto y el intenso frío pampino.

Pero cada año, son más y más los que llegan. Viajan centenares de kilómetros. Provienen de Arica, Iquique, Antofagasta, Calama, Santiago, Concepción y tantos otros lugares de Chile, como también de todos los países vecinos.

Bailarín del silencio

Preguntan si soy pagano, idólatra o pecador,
por vestirme de Gitano o Moreno saltador,
me dicen a Dios se llega,
se llegan sin mediador, me dicen
que soy un loco, porque bailo con amor.

HOMBRES:
Si danzo cantando versos,
es porque nacen del corazón,
MUJERES:
Soy bailarín del silencio,
de aquel silencio que habla con Dios.
Soy pecador, soy indigno y necesito
de mediador.

Pagano no puedo serlo
de un todo parte yo soy
y si venero a una imagen
eso no es adoración

Aquel que niega a su madre
no tiene ningún valor,
por eso yo bailo y canto
a la Madre del Señor