Introducción

Si bien el contexto chileno es muy distinto al europeo, al introducirnos este año en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (SOUC), vale la pena recordar los párrafos iniciales de la presentación del material de esta semana, en el amplio contexto histórico y geográfico en que llegamos este año:

En 1517 Martín Lutero levantó preocupaciones acerca de lo que él consideraba abusos en la Iglesia de su tiempo haciendo públicas sus 95 tesis. 2017 es el 500 aniversario de este acontecimiento crucial en el movimiento de la Reforma que ha marcado la vida de la Iglesia occidental a lo largo de muchos siglos. Este acontecimiento ha sido un tema controvertido en la historia de las relaciones intereclesiales en Alemania también en los últimos años. La Iglesia Evangélica de Alemania (EKD) ha estado preparando este aniversario desde 2008, centrándose cada año en un aspecto concreto de la Reforma, por ejemplo: la Reforma y la política o la Reforma y la educación. La EKD también ha invitado a sus interlocutores ecuménicos en varios niveles a que ayuden a conmemorar los acontecimientos de 1517.

Después de extensos y a veces difíciles debates, las Iglesias de Alemania han alcanzado el acuerdo de que la forma de conmemorar ecuménicamente la Reforma debía ser con una Christusfest, una celebración de Cristo. Si se pone el énfasis en Jesucristo y en su obra reconciliadora como centro de la fe cristiana, los interlocutores ecuménicos de la EKD (católicos romanos, ortodoxos, baptistas, metodistas, mennonitas y otros) podrían participar en las celebraciones del aniversario.

Las relaciones entre nuestras iglesias en nuestro país y en nuestro continente, han tenido una historia distinta, pero también controversial. En el caso concreto de Chile, sólo después de la independencia de la corona española, comenzó la actividad de misioneros de confesiones cristianas no católicas. Como los documentos constitucionales del siglo XIX mantuvieron la confesionalidad del Estado, Chile declaraba que su religión oficial era la de la Iglesia católica y excluía el culto de cualquier otra religión. Una exclusión que se mantenía más allá de la muerte, dado que una persona que  moría fuera de la Iglesia (por decisión propia, o por haber incurrido en excomunión) debía ser sepultada fuera del terreno bendito en que eran inhumados los fieles.  Progresivamente, pero siempre tras conflictos generalmente públicos, las leyes fueron abriendo paso al reconocimiento de la pluralidad religiosa que se iba instalando en la sociedad chilena, hasta llegar a la separación del Estado y la Iglesia en el año 1925. Una separación pacífica como no la hubo en otros países del continente.

Como suele suceder, mientras menos nos conocemos, nos tenemos más miedo y hay choques más violentos. De uno y otro lado, en nuestro país las distintas confesiones cristianas nos hemos mirado con desconfianza, especialmente en la primera mitad del siglo XX. En el Concilio Vaticano II (1962-1965),  la Iglesia católica, se abrió oficialmente al ecumenismo, movimiento que nació originariamente en el ambiente anglicano, en el que las tendencias más espirituales como el metodismo y, a comienzos del siglo XX, los avivamientos pentecostales, al favorecer la experiencia individual de encuentro con Dios, promovían un acercamiento más afectivo entre las personas y las comunidades, dejando de lado las diferencias doctrinales e institucionales. Instituciones como las Asociaciones Cristianas de Jóvenes (YMCA y YWCA), nacidas de experiencias personales de ‘indigencia’ espiritual, contribuyeron a abrir el camino para que en 1910 la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo, iniciara el Movimiento Fe y Constitución (Faith and Order), el que desde 1948 forma parte del Consejo Mundial de Iglesias.

Hasta el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica miró con desconfianza el ecumenismo, por considerar que ponía en peligro la estabilidad y unidad de la doctrina de la Iglesia. Ya en la preparación del Concilio, el Papa san Juan XXIII creó el Secretariado para la promoción de la Unidad de los Cristianos, institución que contribuyó a que el Concilio modificara la manera como la Iglesia interpretaba la relación entre la Escritura y la Tradición en el misterio de la Revelación, y también para que el Concilio declarara que la Iglesia de Jesucristo “subsiste en la Iglesia católica (...)si bien fuera de su estructura se encuentran muchos elementos de santidad y verdad” .

Desde entonces, podemos decir que la Iglesia católica trabaja sinceramente por profundizar en esos elementos de santidad y verdad que nos unen con las otras comunidades e iglesias cristianas. Por supuesto, uno de esos elementos es la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, nacida como Octavario  ya en 1908, pero preparada por diversas iniciativas durante el siglo XIX. Desde 1968, la Comisión Fe y Constitución, junto con el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los cristianos elaboran juntos los textos para esta semana. Y desde 1975, el Consejo Mundial de Iglesias y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, encargan cada año la elaboración de los textos a un grupo ecuménico local. Así, los textos originales de este año han sido preparados por un comité alemán, “compuesto por diez miembros que representaban distintas Iglesias” que “se reunió tres veces en 2014/2015 para redactar los textos requeridos. Se puso un énfasis especial en la preparación de la celebración ecuménica de la Semana. Los materiales deberían servir para la Semana de Oración y al mismo tiempo para conmemorar la Reforma luterana”.

En Chile, existe el movimiento para lograr un mejor entendimiento entre las comunidades e iglesias cristianas, pero se produce todavía de manera poco organizada. En Santiago, desde 1973, funciona la Fraternidad Ecuménica de Chile (FRAECH), pero aún está en vías de organizarse. Cada año, participa en el Tedeum ecuménico de la Catedral de Santiago y en otros momentos similares de oración, que incluyen –por ejemplo- el encuentro de oración por un nuevo Gobierno, cuando se da el caso. Gracias a la Fraternidad se han podido coordinar, o al menos acercar, tomas de posición comunes en temas éticos que afectan a la vida humana, y a la estabilidad de la vida familiar. La declaración en la que un conjunto de Iglesias reconoció la validez del Bautismo conferido por las otras  (17 de mayo de 1999), constituye una muestra de lo que podría lograrse en otros ámbitos. Al mismo tiempo, eso mismo permite percibir que hay aspectos en los que no todas las iglesias estamos de acuerdo.

En la preparación de este año conmemorativo del V Centenario, la Comisión Luterano-Católico Romana sobre la Unidad emitió un informe bajo el título Del Conflicto a la Comunión (2013), en el que se puede apreciar los avances que ha habido en este campo. De ahí han surgido cinco imperativos, que brotan del hecho de reconocer que pertenecemos al único cuerpo de Cristo. Una realidad que compartimos con todas las personas que han sido bautizadas ‘en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo’. Por eso, compartimos también los mismos cinco imperativos para acercarnos más a Cristo y entre nosotros. Estos imperativos son:

  • Comenzar siempre desde la perspectiva de la unidad y no desde el punto de vista de la división.
  • Dejarnos transformar a nosotros mismos continuamente mediante el encuentro de los unos con los otros y por el mutuo testimonio de fe.
  • Comprometernos otra vez en la búsqueda de la unidad visible, para elaborar juntos lo que eso significa y esforzarnos continuamente hacia esa meta.
  • Redescubrir juntos el poder del evangelio de Jesucristo para nuestro tiempo.
  • Dar testimonio común de la misericordia de Dios en la proclamación y el servicio al mundo.

Luteranos y católicos participamos en Chile en la Fraternidad y en diversas iniciativas orientadas hacia la unidad, en unión con otras comunidades e iglesias cristianas. Con todas ellas queremos compartir estos imperativos en este año en que la Semana de Oración tiene como tema Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia. (cf. 2 Co 5,14-20).

Aunque seguramente ya lo sabemos, es bueno recordar que la “Semana” de Oración nació como “Octavario”, entre los días 18 y 25 de enero. En la primera fecha, se celebraba la fiesta de la “Cátedra de san Pedro en Roma”, y el 25 se ha celebrado siempre la fiesta de la Conversión de san Pablo. En nuestro hemisferio, en esa fecha estamos en pleno verano, en el que las vacaciones y el trabajo pastoral en misiones dispersan a las comunidades. Por eso, en muchos países, la SOUC se celebra en torno a la Solemnidad de Pentecostés. Concretamente, en Chile, hemos acordado celebrarla entre esa solemnidad y el  domingo siguiente, cuando celebramos a la Santísima Trinidad. En este año 2017, eso significa entre el 4 y el 11 de junio.

El material que nos ha sido enviado desmenuza el texto de 2 Co 5,14-20,  invitándonos cada día a saborear uno o dos de sus versículos, para que la Palabra del Señor nos empape como un suave rocío que fecunde nuestra tierra. Podemos también desplegar esos versículos en los meses que nos quedan hasta el V Centenario, y orar cada mes con una intención inspirada en la palabra de Dios que nos ha llegado por la pluma de Pablo. Lo importante es que no dejemos que el Señor llame inútilmente a nuestra puerta. Tenemos que abrirle, para que cada día nos acerquemos más a compartir la misma Mesa con Él (cf. Apoc. 3,20).

 

18 abril 2017

SOUC 2017 - Especiales Iglesia.cl