Dos momentos comprende la liturgia de este día: la Bendición de los Ramos en la entrada triunfal a Jerusalén, que nos desafía a reconocer y a proponer en Jesucristo a este Rey de la Paz, que más que nunca hoy el mundo necesita con urgencia.
Y la Pasión del Señor, que nos invita a contemplar con admiración y reverente estupor, el precio que el amor entrañable del mismo Señor quiso dar en rescate de su Pueblo, para que todos podamos formar parte de su triunfo definitivo.