Octavario

Isaías 53, 4-12 : Entregó su vida como ofrenda expiatoria
Salmo 118, 1. 14-29: No me ha entregado a la muerte
1 Juan 2, 1-2: Jesucristo murió para que nuestros pecados sean perdonados
Juan 15, 13-17: Dar la vida por los amigos

Comentario

Cuando Pablo se convirtió a Cristo llegó a un entendimiento radicalmente nuevo: una persona murió por todos. Jesús no murió solo por su pueblo, ni solo por aquellos que simpatizaban con sus enseñanzas. Murió por todos los pueblos, pasados, presentes y futuros. Muchos cristianos, fieles al Evangelio, han entregado sus vidas por sus amigos a lo largo de los siglos. Una de estas personas fue el franciscano Maximiliano Kolbe, que fue encarcelado en el campo de concentración nazi de Auschwitz, y que en 1941, voluntariamente, entregó su vida para que un compañero prisionero pudiera vivir.

En nuestro país, también ha habido personas que han dado la vida por los demás. En el año 1612, en los esfuerzos por recuperar la paz entre conquistadores y mapuche, un grupo de éstos, liderado por los loncos Tereulipe y Utablame, murió por defender a los jesuitas Martín de Aranda Valdivia, Horacio Vecchi y Diego Montalbán, que intentaban convencer al cacique Ancanamún para que aceptara la huida de tres de sus mujeres (una española), a cambio de las compensaciones económicas acostumbradas en su pueblo. Y en el siglo XX, creyentes de varias confesiones cristianas y no cristianas, colaboraron en la defensa de quienes sufrieron cárcel, torturas y muerte por sus convicciones políticas. Ese fue el objetivo del Comité de Cooperación para la Paz, entre fines 1973 y 1975. Cuando se debió disolver ese organismo, el Cardenal Raúl Silva creó la Vicaría de la Solidaridad la que, desde la Iglesia católica y amparada por ella continuó defendiendo los derechos humanos de todas las personas que sufrieran menoscabo de ellos en esos años de dictadura. La Vicaría acogió entre sus funcionarios a hombres y mujeres sin ningún tipo de discriminación por motivos religiosos o políticos. Y entre ellos hubo también quienes murieron a causa de ese compromiso.

Preguntas

• ¿Qué significa decir que Jesús «murió por todos»?
• El pastor alemán Dietrich Bonhoeffer escribía: «Soy hermano de otra persona gracias a lo que Jesucristo hizo por mí y me hizo a mí; la otra persona se ha vuelto un hermano para mí gracias a lo que Jesucristo hizo por él». ¿Cómo afecta esto a la forma en la que veo a los demás?
• ¿Cuáles son las consecuencias de esto para el diálogo ecuménico e interreligioso?

Oración

Dios y Padre,
en Jesús nos diste a aquel que murió por todos.
Él vivió nuestra vida y murió nuestra muerte.
Tú aceptaste su sacrificio y lo elevaste a una nueva vida junto a ti.
Concédenos a nosotros, que hemos muerto con él,
poder hacernos uno por el Espíritu Santo,
y vivir en la abundancia de tu divina presencia
ahora y por siempre. Amén



Miqueas 6, 6-8 Se te ha hecho conocer lo que está bien
Salmo 25, 1-5 Señor, muéstrame tus caminos
1 Juan 4, 19-21 Amemos, pues, nosotros porque Dios nos amó primero

Comentario

Por medio de la muerte y la resurrección de Jesucristo hemos sido liberados de crearnos nuestro propio sentido y de vivir solo a partir de nuestras fuerzas. Por el contrario, vivimos en el poder dador de vida de Cristo, que vivió, murió y resucitó por nosotros. Cuando «perdemos» nuestra vida por él, la encontramos.

Los profetas se enfrentaron constantemente a la pregunta acerca del modo correcto de vivir cara a Dios. El profeta Miqueas encontró una respuesta muy clara a esta pregunta: «respetar el derecho, practicar con amor la misericordia y caminar humildemente con tu Dios». El autor del salmo 25 sabía que no podemos hacer esto por nuestra cuenta y clamaba a Dios para que le diera luz y fuerza.

En los últimos años, diversos tipos de abusos y escándalos han minado nuestra confianza en las instituciones de nuestra sociedad. En la Iglesia, algunos pastores y colaboradores de la función pastoral han cometido abusos de diverso tipo. Los de tipo sexual han sido los más llamativos, pero también ha habido abusos de poder y manipulación de conciencias, algo tanto o más dañino que los otros. Al mismo tiempo, las colusiones de grupos económicos para fijar precios, así como la complicidad entre el dinero y la política, han provocado desprestigio del servicio y de los servidores públicos. A la larga, el abstencionismo respecto de la actividad política produce un ambiente propicio a la violencia y puede facilitar que las generaciones jóvenes, desencantadas, se evadan en las adicciones o busquen orientación en grupos y movimientos que –bajo disfraces aparentemente religiosos- los pongan al servicio del terrorismo.

Quienes creemos en Jesucristo estamos llamados a desarrollar nuevas formas de vida comunitaria en las que compartamos nuestros medios de sustento con los demás y afiancemos la ayuda entre las generaciones. El llamamiento evangélico a no vivir para nosotros mismos sino para Cristo es también un llamamiento a abrirnos a los demás y a romper las barreras que nos aíslan.

Preguntas

• ¿De qué manera nuestra cultura nos tienta a vivir solo para nosotros mismos en vez de para los demás?
• ¿De qué formas podemos vivir para los demás en nuestra vida de todos los días? • ¿Cuáles son las implicaciones ecuménicas del llamamiento a no vivir ya para nosotros mismos?

Oración

Dios Padre nuestro,
en Jesucristo nos has liberado para una vida que va más allá de nosotros mismos.
Condúcenos con tu Espíritu
y ayúdanos a vivir nuestras vidas como hermanos y hermanas en Cristo,
que vivió, sufrió, murió y resucitó por nosotros
y que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.



1 Samuel 16, 1. 6-7: Pues ustedes se fijan en las apariencias, pero yo miro al corazón
Salmo 19, 7-13: El mandamiento del Señor es nítido, llena los ojos de luz
Hechos 9, 1-19: Saulo se convierte en Pablo
Mateo 5, 1-12: Las bienaventuranzas

Comentario

Encontrarse con Cristo cambia todo de arriba a abajo. Pablo tuvo esa experiencia de camino a Damasco. Por primera vez pudo ver a Jesús como quien era realmente: el Salvador del mundo. Su perspectiva cambió radicalmente. Tuvo que poner a un lado su juicio humano y mundano.

Encontrarnos con Cristo cambia también nuestra perspectiva. Sin embargo, muchas veces permanecemos en el pasado y juzgamos según criterios humanos. Pretendemos decir y hacer cosas «en el nombre del Señor», cuando en realidad pueden ser autorreferenciales.

A lo largo de la historia, en muchos países, tanto las Iglesias como los gobernantes han abusado de su poder e influencia para perseguir fines políticos injustos. Además, muchos creyeron sinceramente que era lícito imponer la confesión religiosa por medio de la fuerza, pero la experiencia de la inutilidad de las guerras y persecuciones sangrientas de unos cristianos contra otros, al mismo tiempo que la conciencia creciente del valor de cada persona humana, nos han hecho reconocer que Jesús jamás usó esos medios para anunciar el Evangelio. En la actualidad, las confesiones cristianas reconocemos, como Saulo, que, al maltratar a un ser humano, por cualquier motivo, maltratamos y perseguimos al mismo Cristo. Discriminar por motivos religiosos es confundir la fe con un poder mundano.

Preguntas

• ¿Dónde puedo identificar yo experiencias de Damasco en mi vida?
• ¿Qué es lo que cambia cuando miramos a los demás cristianos y a las personas de otras confesiones con los ojos de Dios?

Oración

Dios trino, eres el origen y el fin de todo lo que existe.
Perdónanos cuando solo pensamos en nosotros mismos
y nos ciegan nuestros propios criterios.
Enséñanos a ser amables, acogedores y misericordiosos,
para que podamos crecer en la unidad que es un don tuyo.
A ti sea el honor y la alabanza por los siglos de los siglos. Amén.



Génesis 19, 15-26: No mires atrás
Salmo 77, 5-15: Dios es siempre fiel
Filipenses 3, 7-14: Olvido lo que he dejado atrás
Lucas 9, 57-62: Pon tu mano en el arado

Comentario

Muchas veces vivimos desde el pasado. Mirar atrás puede ser útil y con frecuencia es necesario para sanar la memoria, pero también nos puede paralizar y nos puede impedir vivir en el presente. El mensaje de Pablo aquí es liberador: «lo viejo ha pasado».

La Biblia nos anima a tener en cuenta el pasado, a tomar fuerzas de la memoria y a recordar lo que Dios ha hecho, pero también nos pide dejar lo viejo, incluso lo que ha sido bueno, para poder seguir a Cristo y vivir una vida nueva en él.

El diálogo sincero entre las confesiones cristianas ha permitido compartir el fruto de investigaciones que “han contribuido enormemente a cambiar la percepción del pasado de diversas maneras (...), se han podido corregir anteriores descripciones confesionales de la historia.(1)” Por eso, este año del V centenario de la Reforma se ha iniciado en liturgias conjuntas y, lo largo de este año muchos cristianos están conmemorando la labor de Martín Lutero y de otros reformadores. La Reforma cambió muchas cosas en la vida de la Iglesia de occidente. Muchos cristianos dieron un testimonio heroico y muchos fueron renovados en su vida cristiana. Al mismo tiempo, como nos muestra la Escritura, es importante que el pasado no nos limite, sino que dejemos que el Espíritu Santo nos abra a un nuevo futuro en el que se superen las divisiones y el pueblo de Dios sea salvado. En nuestro país, hemos dado algunos pasos, y pedimos a Dios que nos abra a la acción de su Espíritu, para que la unidad entre las diversas confesiones cristianas sea más visible.

Preguntas

• ¿Qué podemos aprender al leer juntos la historia de nuestras divisiones y desconfianzas?
• ¿Qué debe cambiar en mi Iglesia para superar las divisiones y fortalecer lo que nos une?

Oración

Señor Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre.
Cura las heridas de nuestro pasado;
bendice hoy nuestra peregrinación hacia la unidad y condúcenos hacia tu futuro,
en el que serás todo en todos,
con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.


(1) Documento Del conflicto a la Comunión”, n. 18



Ezequiel 36, 25-27: Les daré un corazón nuevo
Salmo 126: Estamos alegres
Colosenses 3, 9-17: Renovados en Cristo
Juan 3, 1-8: Nacer del Espíritu

Comentario

Pablo se encontró con Cristo, el Señor resucitado, y se convirtió en una persona nueva, así como le pasa a todos los que creen en Cristo. Esta nueva realidad no es visible a simple vista. Es una realidad de fe. Dios vive en nosotros por el poder del Espíritu Santo y nos hace participar en la vida de la Trinidad.

Por este acto de nueva creación se supera el pecado original y se nos inserta en una relación salvífica con Dios. De ahí que se puedan decir cosas verdaderamente extraordinarias de nosotros. Como dijo Pablo: en Cristo somos una nueva criatura; en su resurrección la muerte ha sido vencida; ninguna persona o cosa nos puede arrebatar de las manos de Dios; somos uno en Cristo y él vive en nosotros. En Cristo somos «un reino de sacerdotes» (Ap 5, 10), al darle gracias por haber vencido la muerte y al proclamar la promesa de una nueva creación.

Esta nueva vida se hace visible cuando le permitimos que tome forma en nosotros y nos volvemos «compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos». También tiene que hacerse visible en las relaciones entre todas las iglesias y comunidades cristianas. Una convicción común en muchas Iglesias es que cuanto más estemos en Cristo, más cerca estaremos unas de otras. De un modo especial en este 500 aniversario de la Reforma, recordamos tanto los éxitos como también las tragedias de nuestra historia. El amor de Cristo nos apremia a vivir como nuevas criaturas, buscando activamente la unidad y la reconciliación.

Preguntas

• ¿Qué es lo que me ayuda a reconocer que soy una nueva creación en Cristo?
• ¿Sé de algunas personas que han trabajado en Chile por la unidad de los cristianos? Demos gracias por ellas.
• ¿Qué pasos tengo que dar para vivir mi nueva vida en Cristo?
• Si reconozco que todos quienes hemos sido bautizados, hemos sido hechos nuevas criaturas, ¿como debemos relacionarnos entre nosotros?

Oración

Dios trino, te nos has revelado como Padre y Creador, como Hijo y Salvador, como Espíritu y dador de vida, y sin embargo eres uno. Superas y trasciendes nuestras fronteras humanas y nos renuevas. Danos un corazón nuevo para superar todo lo que pone en peligro nuestra unidad en ti. Lo pedimos en el nombre de Jesucristo, por el poder del Espíritu Santo. Amén.



Génesis 17, 1-8: Dios hace una alianza con Abrahán
Salmo 98: Los confines de la tierra han visto la victoria de nuestro Dios
Romanos 5, 6 : Dios nos ha restablecido en su amistad por la muerte de Cristo
Lucas 2, 8-14: Traer una Buena Noticia

Comentario

La reconciliación tiene dos caras: es al mismo tiempo fascinante y aterradora. Nos atrae de modo que la deseamos: dentro de nosotros, entre nosotros y entre nuestras diferentes tradiciones confesionales. Pero nos damos cuenta del precio a pagar y esto nos aterra, ya que la reconciliación implica renunciar a nuestro deseo de poder y de reconocimiento. En Cristo, Dios nos reconcilia gratuitamente consigo, aunque nos hayamos separado de él. La acción de Dios, sin embargo, trasciende también esto: Dios no solo reconcilia consigo a la humanidad, sino a toda la creación.

En el Antiguo Testamento Dios es fiel y misericordioso con el pueblo de Israel, con el que hizo una alianza. Esta alianza sigue vigente: «los dones y el llamamiento divinos son irrevocables» (Rm 11, 29). Jesús, que inauguró la nueva alianza en su sangre, era un hijo de Israel. Muchas veces a lo largo de la historia nuestras Iglesias han fallado a la hora de reconocer esto. Desde el Holocausto se ha vuelto un compromiso distintivo de las Iglesias en Alemania combatir el antisemitismo. En Chile, no hemos reflexionado seriamente sobre ese tema, y deberíamos hacerlo. Desde instituciones dedicadas al tema en otros países, se considera al nuestro como el país más antisemita de América del Sur. En lo que respecta a otros países, deberíamos estar alertas ante manifestaciones y actitudes xenófobas de niños y niñas en la educación básica. Y no deberíamos descuidar una revisión de nuestras actitudes conscientes e inconscientes en lo que denominamos “el conflicto mapuche”.

Todas las Iglesias están llamadas a llevar a cabo la reconciliación en sus comunidades y a resistir cualquier forma de discriminación humana, ya que todos somos parte de la alianza de Dios.

Preguntas

• ¿En cuanto comunidades cristianas cómo entendemos el formar parte de la alianza de Dios?
• ¿Qué tipos de discriminación deben combatir nuestras Iglesias hoy en nuestra sociedad?

Oración

Dios misericordioso, desde el amor hiciste una alianza con tu pueblo. Danos fuerza para resistir toda forma de discriminación. Haz que el don de tu alianza de amor nos llene de alegría y nos inspire una mayor unidad. Te lo pedimos por medio de Jesucristo, el Señor resucitado, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.



Génesis 50, 15-21: José se reconcilia con sus hermanos
Salmo 72: El reino de Dios trae justicia y paz
1 Juan 3, 16b-21: El amor de Dios nos obliga a amarnos unos a otros
Juan 17, 20-26: Jesús ora por la unidad de la Iglesia

Comentario

La reconciliación entre Dios y la humanidad es la realidad central de nuestra fe cristiana. Pablo estaba convencido de que el amor de Cristo nos apremia a hacer que la reconciliación de Dios se haga presente en todos los ámbitos de nuestra vida. Hoy en día esto nos lleva a examinar nuestras conciencias acerca de nuestras divisiones. Como demuestra la historia de José, Dios siempre otorga la gracia necesaria para sanar las relaciones rotas.

Los grandes reformadores como Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino, como también muchos que permanecieron católicos, como Ignacio de Loyola, Francisco de Sales y Carlos Borromeo, intentaron conseguir que la Iglesia occidental se renovara. Sin embargo, lo que debería haber sido una historia de la gracia de Dios, estuvo también marcada por el pecado de los hombres y se volvió una historia del desgarramiento de la unidad del pueblo de Dios. De la mano del pecado y de las guerras, la hostilidad mutua y la sospecha fueron creciendo a lo largo de los siglos.

El ministerio de la reconciliación incluye la tarea de superar las divisiones dentro del cristianismo. Hoy en día, muchas Iglesias cristianas trabajan juntas con mutuo respeto y confianza. En nuestro país, a veces parece que no sabemos mirar, sino de espaldas a la cordillera, y sucesos como la Oración Común entre la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial, el 31 de octubre de 2016 en Lund (Suecia) pasan desapercibidos. Incluso parece que nos importan más los compromisos políticos que los religiosos. Así, el ejemplo señero que fue el Comité de Cooperación para la Paz, y su continuadora, la Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago, lugares donde creyentes de diversas religiones se unieron para proteger a quienes padecían persecución por sus ideas, no ha sido suficientemente valorado. Por lo mismo, aún hoy, cuando ha retornado la democracia, no se logra una verdadera reconciliación en el seno de nuestra sociedad, porque no se pide ni se concede perdón.

Preguntas

• ¿Dónde percibimos la necesidad de un ministerio de la reconciliación en nuestro contexto?
• ¿Cómo estamos haciendo frente a esta necesidad?

Oración

Dios de toda bondad,
te damos gracias por habernos reconciliado
a nosotros y a toda la creación contigo en Cristo.
Capacítanos a nosotros, a nuestras comunidades y congregaciones
y a nuestras Iglesias para el ministerio de la reconciliación.
Sana nuestros corazones y ayúdanos a propagar tu paz.
«Donde haya odio, que sembremos amor; donde haya ofensa, perdón;
donde haya duda, fe; donde haya desesperación, esperanza;
donde haya tinieblas, luz; donde haya tristeza, gozo».
Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo,
por el poder del Espíritu Santo. Amén.



Miqueas 4, 1-5 : En los últimos días reinará la justicia
Salmo 87: Maravillas se cuentan de ti, ciudad de Dios
Apocalipsis 21, 1-5a : Dios hará un cielo nuevo y una tierra nueva
Juan 20, 11-18: Encontrarse con el Señor resucitado lleva a la misión personal

Comentario

¿Y si...? ¿Y si las profecías de la Biblia se hicieran realidad? ¿Y si las guerras entre los pueblos se detuvieran y se hicieran de las armas instrumentos de vida? ¿Y si la justicia de Dios y la paz reinaran, una paz que fuera más que la simple ausencia de guerra? ¿Y si toda la humanidad se juntara para una celebración en la que ni tan siquiera se marginara a una persona? ¿Y si no hubiera ya luto, ni llanto, ni muerte? Sería la plenitud de la reconciliación realizada por Dios en Jesucristo. ¡Sería el cielo!

Los salmos, los cánticos y los himnos cantan el día cuando toda la creación llegada a su plenitud finalmente alcance su meta, el día en que Dios será «todo en todos». Hablan de la esperanza cristiana, del cumplimiento del reino de Dios en el que el sufrimiento se convertirá en alegría. En aquel día, la Iglesia será revelada en su hermosura y gracia como el único cuerpo de Cristo. Siempre que nos reunimos en el Espíritu para cantar juntos el cumplimiento de las promesas de Dios, se abren los cielos y empezamos a bailar aquí y ahora al son de la melodía de la eternidad.

Puesto que ya podemos experimentar esta presencia del cielo, celebremos juntos. Podemos sentirnos inspirados para compartir imágenes, poesías y cantos de nuestra tradición particular. Estos recursos pueden abrir espacios para que experimentemos nuestra fe común y nuestra esperanza del Reino de Dios.

Preguntas

• ¿Cómo te imaginas el cielo?
• ¿Qué canciones, historias, poesías e imágenes de tu tradición te transmiten la sensación de estar participando en la realidad de la eternidad de Dios?

Oración

Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te damos gracias por esta Semana de Oración, por estar juntos como cristianos y por los distintos modos en que hemos sentido tu presencia. Haz que siempre podamos alabar juntos tu santo nombre para que podamos seguir creciendo en la unidad y la reconciliación. Amén.



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