La verdadera historia del Árbol de Navidad
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Cuando la guatita de la Virgen María estaba muy muy grande porque estaba a punto de nacer Jesús, el Padre Dios hizo saber esta gran noticia a muchos seres vivientes.
A través de los ángeles y de la estrella, fueron invitados unos magos de oriente; unos humildes pastores, muchos animales y también toda la naturaleza.
Un pino muy pequeño estaba muy lejos de Belén cuando oyó este maravilloso anuncio. A pesar de la gran distancia, decidió ponerse en camino.
El pinito recorrió varias ciudades, cruzó bosques y montañas, enfrentó un calor sofocante y otras muchas dificultades.
Una noche, el árbol ya no sabía en qué lugar se encontraba. Y el pobre estaba tan cansado de tanto caminar, desanimado, sediento, con sus ramas lacias y sus colores pálidos, que no podía continuar su marcha.
De pronto, comenzó a caer una lluvia de estrellas desde el cielo sobre sus marchitas ramas. La última estrella, que era la más grande de todas y tenía un brillo muy especial, se posó sobre la punta del pino.
El arbolito miró a su alrededor: estaba frente a un pesebre muy humilde, y un bebé recién nacido le miraba y le sonreía ¡Había llegado a Belén, y era el Niño Dios quien le dedicaba su eterna sonrisa!
Desde entonces, los pinos se llenan de estrellas y de hermosas figuras cada Navidad, para recordarnos a todos que lo más importante de esta fiesta es que el Niño Jesús nos sonríe.