Como todo regalo de Dios, la Misión puede ser fácilmente echada al trajín, o no aprovechada suficientemente. Puede llegar a convertirse en tizón que humea, pero no resplandece ni ilumina, ni menos enciende y calienta.
En realidad el trabajo verdadero comienza cuando los misioneros parten. Es el momento propicio para revisar, con atención, las evaluaciones, apuntes, notas y comunicaciones dejadas por los misioneros.
Los pastores de todos los días, animadores, párrocos y religiosos, reúnanse con sus equipos pastorales para hacer esa revisión, Conéctense, cuanto antes, con las personas que han despertado al Señor durante esos días de gracias. Soliciten con interés su cooperación y entréguenles, de inmediato, cualquier responsabilidad que los comprometa con un servicio a la Comunidad, por pequeño que sea.
Revisión del plan Pastoral:
Con el retorno de los misioneros a sus actividades habituales, llega el instante de revisar el plan pastoral ordinario y analizar y programar los elementos nuevos que la Misión ha dejado para vitalizarlo.
Si este plan no existe o no hace vibrar el corazón del Pastor es muy probable que la Misión sólo haya sido un maravilloso tiempo de fuegos artificiales.
Con el alejamiento de los Pastores de ocasión la comunidad misionera debe probar sus propias fuerzas. Es necesario continuar con reuniones periódicas como las efectuadas durante la Misión. Léase y coméntese en ellas, la Palabra de Dios y revísese la vida comunitaria realizando estos encuentros con cánticos y oraciones.
No es Comunidad cristiana la que se encierra en sí misma sin tener ninguna proyección social. Por eso es muy importante reflexionar en el aporte que los hermanos están dando, a la promoción humana y a la transformación del sector misionado.