¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.
Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.
Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.
La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.
¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres. Amén.
(Papa Benedicto XVI, Deus Caritas
Est 42)
Santa María, Madre de Dios,
Tú has dado al mundo la verdadera luz,
Jesús, tú Hijo, el Hijo de Dios.
Te has entregado por completo
A la llamada de Dios
Y te has convertido así en fuente
De la bondad que mana de Él.
Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.
enséñanos a conocerlo y amarlo,
Para que también nosotros
Podamos llegar a ser capaces
De un verdadero amor
Y ser fuentes de agua viva
En medio de un mundo sediento
Amén.
V. El Ángel del Señor anunció a María
R. Y concibió del Espíritu Santo
V. Dios te salve María...
R. Santa María...
V. He aquí la esclava del Señor
R. Hágase en mí según tu palabra
V. Dios te salve, María...
R. Santa María...
V. Y el verbo se hizo hombre
R. Y habitó entre nosotros
V. Dios te salve, María...
R. Santa María...
V. Ruega por nosotros,
santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Jesucristo.
V. Oremos:
Derrama, Padre, tu gracia en nuestros
corazones que has iluminado ya con el
conocimiento de la Encarnación de
Jesucristo, tu Hijo, anunciada por el
ángel a la Virgen; condúcenos por
medio de su pasión y de su muerte a
la gloria de la Resurrección.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Bajo tu amparo
nos acogemos,
Santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras
necesidades
antes bien
líbranos de todo peligro
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen y Madre María
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía,
en la última agonía
de mi muerte.
Amén.
Dios te salve, Reina y Madre de
Misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.
A ti clamamos lo desterrados hijos de
Eva.
A ti suspiramos gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
¡Ea!, pues, Señor, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos
y después de este destierro,
muéstranos
a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce
Virgen María.
Ruega por nosotros Santa Madre de
Dios,
para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Nuestro Señor
Jesucristo. Amén.
Virgen del Carmen, María Santísima,
Dios te escogió como Madre de su Hijo,
del Señor Jesús, que nos trae el amor
y la paz.
Madre de Chile,
a Ti honraron los padres de la patria,
y los más valientes de la historia;
desde los comienzos nos diste bendición.
Hoy te confiamos lo que somos y tenemos;
nuestros hogares, escuelas y oficinas;
nuestra fábricas, estadios y rutas;
el campo, las pampas, las minas y el mar.
Protégenos de terremotos y guerras,
sálvanos de la discordia;
asiste a nuestros gobernantes;
concede tu amparo a nuestros hombres
de armas;
enséñanos a conquistar el verdadero
progreso
que es construir una nación de hermanos
donde cada uno tenga pan, respeto
y alegría.
Virgen del Carmen, Estrella de Chile,
en la bandera presides nuestros días
y en las noches tormentosas,
sabiamente alumbras el camino.
Madre de la Iglesia,
Tú recibes y nos entregas a Cristo;
contigo nos ofrecemos a Él,
para que sobre Chile extienda
los brazos salvadores de su cruz
y la esperanza de su resurrección. Amén.
Virgen de la esperanza,
Madre de los pobres,
Señora de los que peregrinan; óyenos.
Hoy te pedimos por América Latina,
el Continente que tú visitas
con los pies descalzos,
ofreciéndole la riqueza,
del Niño que aprietas en tus brazos.
Un Niño frágil, que nos hace fuertes.
Un Niño pobre, que nos hace ricos.
Un Niño esclavo, que nos hace libres.
Virgen de la esperanza: América despierta.
Sobre cerros despunta la luz
de una mañana nueva.
Es el día de la salvación que se acerca.
Sobre los pueblos que marchaban
en tinieblas ha brillado una gran luz.
Esa luz es el Señor que tú nos diste,
hace mucho, en Belén, a medianoche.
Queremos caminar en la esperanza.
Madre de los pobres:
Hay mucha miseria entre nosotros.
Falta el pan material
falta el pan de la verdad en muchas
mentes,
falta el pan del amor en muchos hombres,
falta el pan del Señor en muchos pueblos.
Tú conoces la pobreza y la viviste.
Danos alma de pobres para ser felices.
Pero alivia la miseria de los cuerpos
y arranca del corazón de tantos hombres
el egoísmo que empobrece.
Señora de los peregrinan:
Somos el pueblo de Dios
en América Latina.
Somos la Iglesia que peregrina hacia
la Pascua.
Que los Obispos tengan un corazón
de padre.
Que los sacerdotes
sean los amigos de Dios para los
hombres.
Que los religiosos muestren la alegría
anticipada
del Reino de los cielos.
Que los laicos sean, ante el mundo,
testigos del Señor resucitado.
Y que caminemos juntos con todos
los hombres
compartiendo sus angustias y
esperanzas.
Que los pueblos de América Latina
vayan rezando hacia el progreso,
por los caminos de la paz en la justicia.
Nuestra Señora de América:
ilumina nuestra esperanza,
alivia nuestra pobreza,
peregrina con nosotros
hacia el Padre. Así sea.
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
Puerta del cielo siempre abierta,
Estrella del mar,
Ven a librar el pueblo que tropieza
Y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
Engendraste a tu santo Creador,
Y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
Y ten piedad de nosotros pecadores.
Amén.
Salve, Reina de los cielos
Y Señora de los ángeles ;
Salve raíz, salve puerta,
Que dio paso a nuestra luz.
Alegrate virgen gloriosa,
Entre todas la más bella;
Salve, agraciada doncella,
Ruega a Cristo por nosotros.
Amén.
Virgen de Lourdes, María Santísima,
Madre de Dios y Madre de todos los hombres.
A Ti han llegado las multitudes
de todos los pueblos y de todo Chile.
Tú amas a cada uno de tus hijos.
Elegiste a Bernardita por su humildad y sencillez.
Ella nos señala el camino que alegra al Padre.
Le confiaste un mensaje,
cuyo signo es la fuente de la Gruta,
y el agua nos recuerda el Bautismo.
Por eso Tú nos llamas a un cambio de vida,
nos invitas a seguir a Jesús.
Vengo a Ti con todo lo que tengo,
a confiarte mis preocupaciones,
junto a tantos otros que también necesitan tu ayuda.
Da salud a nuestros cuerpos.
Da trabajo y alegría a nuestros hogares.
¡Tú eres la esperanza para todos los que a Ti llegan!
Madre y Virgen de Lourdes,
enséñanos a querernos unos a otros.
Enséñanos a querer a tu Hijo Jesucristo,
a vivir su Evangelio como Tú lo viviste,
para que formemos con Él un mundo más justo.
Así mi familia, mi barrio, mi Patria y el mundo
estarán abiertos al Señor Jesús.
Y se irá formando el pueblo de Dios, su Iglesia.
Contigo, cada día caminaremos al Padre,
por el Hijo, en el Espíritu Santo.
AMÉN.
Quédate con nosotros, Señor,
para calmar nuestros temores,
para apoyarnos en nuestras debilidades,
para santificarnos por tu Espíritu.
Quédate con nosotros
para vivir relaciones más fraternas,
para avanzar en sinodalidad y en misión compartida,
para construir una cultura del cuidado y del buen trato.
Quédate con nosotros,
para dar testimonio de nuestra fe en medio del mundo,
para salir al encuentro de los pobres y sufrientes,
para acompañar a los jóvenes en sus búsquedas y alegrías.
Quédate con nosotros, Señor,
y que tu presencia cercana y luminosa
en tu Palabra y en la Eucaristía,
nos llenen de gozo y de valentía en la misión.
Te lo pedimos junto a María,
y como ella nos quedamos contigo.
Amén.
¡Oh María, Madre de Jesús, nuestro Salvador y nuestra buena madre! Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradables y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.
Dígnate presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir. Amén.