OCTUBRE: “Tiempo de una nueva valentía misionera”
El mes de octubre- con la belleza y la vitalidad de la primavera- es un tiempo en que la Iglesia refuerza, con especial dedicación, el ritmo y el rumbo de su vida misionera. Se trata de un mes de vida misionera: de niños que evangelizan a otros niños; de jóvenes apóstoles de los jóvenes; de familias misioneras; de enfermos misioneros; de religiosas y religiosas en las fronteras de la misión; de pastores en la avanzada, contagiando comunidades enteras con la energía siempre nueva de la misión. Octubre es ¡pura vida misionera!
Se trata de volver al entusiasmo de los comienzos, a la “gracia de los orígenes”, en donde todas las primeras comunidades se abrían paso en medio de contextos culturales y religiosos complejos para proclamar y testimoniar la verdad del Evangelio, Jesucristo: “fuente inagotable de la misión de la Iglesia”; Comunidades que mostraron su amor al Señor sólo con la generosa medida de su valentía de evangelizar.
Hoy, cuando muchas comunidades han perdido el fervor misionero y han caído en ciertos estancamientos y anquilosamientos de sus estructuras pastorales, las cuales se constituyen en un obstáculo para una renovada acción misionera, el Mensaje DUM 2007 les hace “un afligido llamamiento” a un compromiso misionero renovado en su ardor; activo en la colaboración y generoso cooperación; corresponsable en los desafíos; fervor en la oración y contemplación; dadivosos en la ayuda económica (Colecta Misionera) y reciprocidad en el personal. El Papa Benedicto XVI exhorta en su Mensaje: “Esta corresponsabilidad implica un crecimiento de la comunión entre las comunidades y un incremento en la ayuda recíproca por lo que concierne tanto al personal (sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos voluntarios) como al empleo de los medios necesarios para evangelizar hoy en día”.
Nuestros obispos reunidos en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida- Brasil, han invitado a todas las comunidades cristianas del Continente “a abandonar las estructuras caducas que no favorecen la transmisión de la fe” (Documento de Aparecida, 365). Este es un desafío para muchas Iglesias Locales. Sólo la misión renueva la Iglesia y le da nueva vitalidad, nos aseguraba el Papa Juan Pablo II. Una Misión de amor, de “Comunidades discípulas de Cristo cuyo testimonio de caridad fraterna será el primero y el principal anuncio...” (DA,138), de cara a “los múltiples y graves desafíos de nuestro tiempo”. Esta es la hora de la misión, la hora de los misioneros de todas las Iglesias para todo el mundo, porque el mundo necesita el Evangelio para su misma vida.
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