Debido a las restricciones sanitarias, fueron miles las personas que tuvieron que “conformarse” con mirar las sagradas imágenes a través de una pantalla, rogando que llegara el día en que pudieran volver a mirarlas “con sus propios ojos”.
Columna de opinión del periodista Fabián Martínez.
Han sido largos años cubriendo las principales fiestas religiosas en la región de Coquimbo. Intensas jornadas en las que, a pesar del calor, da gusto participar, por el innegable fervor que se transmite, principalmente, en los santuarios de Andacollo y Sotaquí. Se aprecian rostros llenos de emociones y un sinfín de expresiones de fe por parte de Bailes Religiosos y miles de peregrinos que cada año se encomiendan a la Virgen del Rosario y El Niño Dios.
La “pausa” que significó cambios en la programación producto de la pandemia, permitió tener un “ojo más atento” a las circunstancias, el contexto y el “sentir” de quienes acudieron a los actos centrales el pasado 26 de diciembre y 8 de enero, respectivamente, principalmente durante las procesiones que “retornaron a la normalidad”.
Esa “normalidad” interrumpida obligó adaptarse a las circunstancias, ocasión en que la tecnología, sin duda, fue una gran aliada, permitiendo llevar a miles de hogares al menos una parte de ese fervor popular. Debido a las restricciones sanitarias,
fueron miles las personas que tuvieron que “conformarse” con mirar las sagradas imágenes a través de una pantalla, rogando que llegara el día en que pudieran volver a mirarlas “con sus propios ojos”. Lamentablemente, no todos consiguieron sortear los obstáculos y llegar a vivir tan esperado día...
No obstante, fueron miles los peregrinos que con gran alegría prepararon sus mochilas y partieron rumbo a estos santuarios. En ese contexto pude ver rostros de emoción, celulares, sonrisas, más celulares, lágrimas y... sí, celulares.
Tengo el honor de acompañar estas procesiones desde hace 8 años y
lo que más extrañé durante la pandemia, fueron las expresiones de fe de la gente que aquí llega, porque aunque cansados, insolados, con problemas de salud, dirigen su mirada a la imagen de la Chinita de Andacollo y del Niño Dios de Sotaquí, sin duda agradeciendo un favor concedido o elevanto una petición desde el fondo de su corazón.
Quizá mi expectativa era muy grande luego de mucho tiempo sin vivir estas experiencias, pero sin desmerecer las decenas de sonrisas y pañuelos al viento que logré capturar con los lentes de mis cámaras, gran parte de esos rostros eran obstaculizados por algún dispositivo electrónico.
Son esos mismos aparatos que durante los largos años de espera fueron nuestros principales aliados, hoy se convierten en un obstáculo, quizá por costumbre o tal vez por una
espiral del silencio que se va transmitiendo a medida que la procesión va avanzando.
Mi intención no es criticar a quienes anhelan llevarse un recuerdo en sus teléfonos mediante una imagen o vídeo. Tampoco cuestionar la calidad de esos archivos. Sin embargo,
siento que se pierden algo valioso.
Años atrás asistí a un concierto íntimo del vocalista de una reconocida banda chilena y en medio del show dijo algo que nunca voy a olvidar: “Las redes sociales están llenas de vídeos con mis canciones, por si necesitan verlas a través de una pantalla. Pero hoy, es tal vez la única posibilidad que tienen de disfrutarlas directamente a través de sus ojos y oídos”.
El mismo pensamiento me invade en medio de la procesión. Los rostros más emocionados son justamente de quienes miran directamente como avanzan las imágenes en sus andas cargadas por sacrificados anderos. Las lágrimas de alegría y caras más reflexivas son justamente de quienes escuchan sin distracciones el sonido de los Bailes Religiosos que escoltan estas procesiones.
En cambio, los ceños fruncidos, ojos de preocupación, muecas de descontento, son de quienes alzan sus teléfonos, imagino que con un poco de frustración por no lograr la correcta iluminación o el movimiento natural en medio de tanta gente no permite que obtengan la mejor imagen, el mejor vídeo o transmisión en vivo.
Son fiestas religiosas de gran tradición. Ansío escuchar el testimonio de alguna persona que acudió a estas festividades cuando los caminos presentaban mayores dificultades que en la actualidad, para saber si después de tanto sacrificio, aún así buscarían tener un
registro en un dispositivo electrónico o bien preferirían seguir alzando sus pañuelos al viento y disfrutar de ese momento único e irrepetible de espiritualidad y fe, que nunca sabremos si será el último...
Fuente: Comunicaciones La Serena
La Serena, 20-01-2023
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