Mensaje de Navidad Cardenal Arzobispo de Santiago Celestino Aós
“Hoy les anuncio una buena noticia que será una gran alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”, con estas palabras el ángel sorprendió a los pastores en Belén. Y el ángel y una multitud de otros ángeles alababan a Dios exclamando: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres amados por Él”. ¡Cómo me gustaría que ustedes fueran esa multitud que alaba a Dios conmigo repitiendo “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres amados por Él!”
Los pastores “pasaban la noche en el campo cuidando sus rebaños y vigilando por turnos”. No estaban precisamente en vigilia de oración, sino en sus chácharas e historias, y con el oído y el ojo alertas por si venía: por si venían los lobos, o por si venían los ladrones, que también abundaba la delincuencia en aquellos tiempos y lugares.
Las gentes de Belén, y los otros habitantes de Israel, andaban agitados: todos de viaje fueron a inscribirse, cada uno a su ciudad de origen. ¿Por qué? Porque el emperador Augusto publicó un decreto ordenando que se hiciera un censo del mundo entero. A unos los reconocían como parientes, vástagos de la misma estirpe, otros eran unos inmigrantes… Y cuando llegaron a María y José no les dieron sitio en sus casas, ni en sus corazones. Y el Verbo de Dios, Jesucristo, nació en un establo. Esto es lo que nosotros queremos celebrar en Navidad.
Nosotros estamos en otra: atareados con nuestros quehaceres y planes políticos y sociales, enfadados en nuestras aventuras y desventuras financieras, discutiendo religiosamente sobre justicia y pecados ¡siempre pecados de los otros, que la corrupción anda por otros barrios! Suenan y resuenan las palabras dinero, vacaciones, negocios, eso sí, envueltas en virus y contagio, y camas UCI, etc. muy preocupados y lamentando que no sea tan grande la avalancha de objetos y regalos, y porque nuestras celebraciones deben ceñirse a los aforos ordenados, y sin entender que todos debemos hacer nuestro aporte para organizar mejor nuestra convivencia, para poner paz donde hay violencia, respeto donde hay odio, honradez donde hay corrupción, fidelidad matrimonial donde hay abuso y abandono, diálogo donde ensordece el insulto y la descalificación, acogida donde los migrantes sufren rechazo. Son tarea de todos, es tarea también de usted.
Estos meses de obligado encierro compartiendo tantas horas en la casa nos hacen ver dónde nos duele y qué necesitamos en la familia. Sin excesos, cumpliendo los protocolos y aforos, hagan fiesta. Fiesta que no se queda en palabras bonitas, ni en música, ni en regalos, ni en comidas o bebidas sino fiesta porque nos preguntamos ¿qué esperan los demás de mí? ¿Qué le vas a traer tú a Jesús en tus manos migrantes, ancianos, enfermos, cesantes en aquellos que sufren a tu lado?
Jesús no está si no está la Virgen María; y junto a la Virgen María y Jesús tenemos a san José. Ellos vivieron plenamente el misterio de la Navidad. Ellos interceden por nosotros y nuestras familias y Dios tendrá misericordia y les enviará luz y paz y alegría. Exprese mi saludo a sus hijos, y con ellos celebre unas santas fiestas de Navidad, y prepare un buen 2022.
Por la misericordia entrañable de nuestro Dios llegará hasta nosotros una Luz que viene de lo alto, para iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte. Jesús nos dará a conocer la salvación por medios del perdón de nuestros pecados, y dirigirá nuestros pasos por el camino de paz ¿quiere usted que caminemos juntos por camino de paz construyendo en Chile la civilización del diálogo y del amor, de la alegría y la vida, y dando testimonio de una Iglesia que camina unida y en la gracia que Jesús nos trae?
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