El llamado proceso de cristo se desenvolvió en dos juicios; el religioso o judío ante el sanedrín y el político ante Poncio Pilatos, gobernador de Judea. Por consiguiente el primero se debió regir por la ley judía y el segundo por la ley romana.
De dicho proceso hubo condena sin delito, pues el juez que la impuso, Poncio Pilatos, lo creó. Asimismo no se respetaron las reglas procesales del derecho penal romano en el que se permitía la homologación de las sentencias que pronunciaran los tribunales locales en la que se aplicara la pena de muerte, buscando siempre la revisión del proceso correspondiente y se podría negar la misma cuando se encontraran fallas graves en el proceso, como ocurrió en el sanedrín.
Es evidente que Jesús fue víctima de dos sistemas jurídicos, en cuyos respectivos casos, se violaron las normas procesales más elementales y en evidencia se transgredieron los derechos fundamentales que el acusado tendría para su defensa.
Jesús fue sentenciado por delitos que no cometió y pocas veces podemos estar en presencia de circunstancias tan especiales en las cuáles, los intereses, las ambiciones, los temores a la figura del salvador llevaron al hombre de su tiempo a cometer un verdadero crimen.
El derecho funda su actuar en el sentido de justicia, y en la figura del hijo de Dios el derecho se utilizó en beneficio de las clases privilegiadas de su tiempo e intereses perversos y sabemos que esto es algo de lo que el hombre a lo largo de los tiempos siempre se ha arrepentido.
Pues bien, casi 2000 años mas tarde, en nuestra ciudad estamos asistiendo a un nuevo juicio, pero ahora de un seguidor del Maestro Jesús, me refiero al Padre Jaime Low Cabezas. El ha sido acusado de un delito deleznable.
También esta sometido a dos procesos; primero al de un poder del estado que actúa de acuerdo a las leyes establecidas en nuestra nación y paralelamente se esta siguiendo un juicio público, popular, que alentado por los medios de prensa ha logrado y establecido hacer un festín comunicacional en el cual ya se dictó sentencia condenatoria.
¿ Somos tan pequeños los seres humanos que no podemos otorgar el beneficio de la duda ?. Aún el Padre Jaime no ha hablado, no ha dicho palabra alguna respecto de las imputaciones presentadas en su contra. ¿ Somos tan perfectos y casi celestiales ?. Cuanta facilidad de palabras fluye de nuestras bocas cuando hablamos de la moral ajena, ¿ Estamos todos libres de pecado como para lanzar la primera piedra..?.
Los que conocemos al Padre Jaime tenemos la obligación fraternal, ética y moral de esperar que la Justicia Institucional haga su trabajo. Debemos unirnos en una gran oración y pedir a Dios que la verdad prevalezca, que se ilumine a acusadores, defensores, ofensores y ofendidos. No hagamos justicia sin verdad absoluta.
Iván González R.