La triste noticia aparecida en el diario El Mercurio del viernes 18 de abril sobre el aborto provocado por un estudiante de derecho a su polola (pag C 11) causando la muerte de su hijo y poniendo en peligro la vida de la madre haciendo uso de una sobredosis de pastillas abortivas nos obliga a hacernos cargo, responsablemente, de que el respeto a la dignidad de la persona humana es un valor intransable. Más aún, la defensa del derecho a la vida de un inocente es un deber ineludible. El aborto sólo provoca muerte y destrucción.
Esté legalizado o no, igual termina con la vida de un inocente y con la destrucción del alma y la dignidad de esa mujer que lo ha padecido y que llevará ese dolor en su alma a causa del Síndrome Post Aborto fruto de la violencia irracional de quien se supone le debe amar y proteger. Sin embargo,
parece ser que no importan las consecuencias desastrozas de dañar la existencia de una persona inocente mediante un acto de tanta violencia física y sicológica. Un estudiante de derecho, más que nadie, debe comprender el valor de la justicia y el derecho como salvaguarda de la dignidad humana.
Valores que son univesales y que la razón, mediante un correcto juicio de conciencia, permite discernir y descubrir que existe una ley natural inscrita en el corazón humano que nos invita a "hacer el bien y evitar el mal" . Dios nos ayude a comprender y respetar el don sagrado de la vida y que en su infinita misericordia sane el corazón destruido de aquella joven que ha padecido un acto tan violento, injusto y contrario al verdadero amor que está llamado a comprometerse en la verdad y con responsabilidad en el recto ejercicio de la libertad.
Pbro. Francisco Javier Astaburuaga Ossa
Doctor en Derecho Canónico
Pontificia Universidad Lateranense de Roma