En estos días nuestro Episcopado se ha visto interesado y preocupado por la situación laboral de los subcontratistas de las empresas que prestan servicios a CODELCO. Lógicamente, esta preocupación se enmarca en una mayor que guarda relación con las deficiencias en la distribución de las riquezas y las injusticias hacia los trabajadores más modestos, ambas condiciones denunciadas también públicamente por las autoridades eclesiales.
La Iglesia opina y ofrece su mediación para tratar de buscar el camino más llano y respetuoso de solución. Esa es una tarea que, desde las autoridades hasta los laicos comprometidos, debemos realizar en beneficio de un bien común mayor.
Pensando en la misión apostólica de la Iglesia, es conveniente preguntarse en estos momentos ¿en qué medida este tipo de intervenciones puede ser integrada a su acción evangelizadora?
Quizás, se tenga la sensación que dichas intervenciones pertenecen a un terreno netamente político y administrativo, del cual deberían encargarse otras instituciones mejor preparadas. Desde allí podrían surgir otras tantas preguntas: ¿La predominante labor social que presta actualmente la Iglesia no estará opacando su dimensión evangelizadora? ¿Cuál es el estado actual de la Evangelización en nuestro país?
Claramente, dicha distinción es meramente práctica y, por lo tanto, ambas dimensiones resultan inseparables. El que una de ellas prevalezca sobre otra puede ser un indicio que señale la deficiencia en alguna de ellas, condición que es grave si se tiene en cuenta la misión primordial de la Iglesia.
Al parecer, el estado actual de nuestra Iglesia (todos los bautizados y las autoridades eclesiales) se caracteriza por su amplio predominio de acción social, labor que debiera ser común con otras tantas instituciones de la sociedad civil y con el mismo Estado. Sin embargo, su tarea evangelizadora específica parece haber perdido fuerza o haberse reducido a una dinámica de aculturación solapada entre discursos de "ayuda social," situación que la ha vuelto peligrosamente inoperante.
Cada vez será más complejo revitalizar la acción evangelizadora en esta divergente sociedad. Espero que las líneas de acción que hayan pensado las autoridades eclesiales en esta materia estén vigentes ya que, por el momento, parecen desvanecerse entre las siempre bien intencionadas intervenciones sociales.
Augusto Mellado Mora