No podemos permitir que el asombro de la penosa y dramática realidad que envuelve a los niños de la calle provenga a partir de un hecho tan lamentable como el ocurrido a la pequeña de 14 años, de Concepción, quien resultó con graves lesiones por inflamarse la bolsa con la que aspiraba neoprén. Las quemaduras dejaron en ella la cicatriz de una realidad creciente que aún, como sociedad, no podemos frenar.
La adicción a inhalantes, solventes y otros productos nocivos para la salud están siendo consumidos a vista y paciencia de nuestros ojos. Pero no sólo eso, también estamos permitiendo como sociedad, que producto de lo mismo, niños adictos a este tipo de sustancias sean víctimas de abandono, violencia, prostitución y explotación infantil.
Ellos no llegan por opción a vivir en ese entorno, por el contrario, son situaciones desencadenadas por la pobreza y por una pérdida de su referente familiar, que los dejan expuestos a una evidente desprotección afectiva y social. Es fruto de esta realidad que vemos a niños y jóvenes, entre 6 a 22 años, mendigando algunos pesos por las calles de nuestra ciudad, para abastecerse de neoprén por inescrupulosos adultos que, sin pudor alguno, son capaces de venderles.
Aún cuando valoramos las labores realizadas por CONACE, sabemos que necesitamos mayor apoyo de los organismos de gobierno quienes, en conjunto con la sociedad, deben jugar un rol protagónico por esta causa, para que se les permita a los niños vivir sus vidas como tal.
Para paliar esta situación no sólo necesitamos centros de acogida, necesitamos para ellos un centro especialista en desintoxicología y de ayuda psiquiátrica, para que se les pueda entregar crecimiento personal y afectivo, pero especialmente devolverles su infancia.
No debemos esperar que hechos lamentables como este nos hagan alzar la voz y sacarle el velo a esta realidad encubierta que diariamente convive con nosotros.
Rubén Salazar
Director Clubes Juveniles Moani
Arzobispado de la Santísima Concepción