En relación con la carta de Sebastián Pavich (08.09.2006), y puesto que es un argumento reiterativo de quienes se sienten molestos por las opiniones de la Iglesia, me parece oportuno aclarar que ella, principalmente a través de sus pastores, puede opinar cuanto y cuando quiera de los temas que estime convenientes, como cualquier hijo de vecino. Si, por la importancia que tiene, la Iglesia recibe más tribuna que otros, ése no es su problema. De hecho, no sólo no es un problema, sino una bendición que así sea, ya que permite a la Iglesia llegar a un mayor número de personas con su mensaje. Éste es, en todo caso, siempre razonado y razonable, especialmente en temas valóricos (hoy tan difusos por el imperio del hedonismo) y nada más lejos de su ánimo que la imposición por la fuerza. ¿Acaso alguien está dispuesto a denunciar "imposición" cuando ha sido convencido?
Nuestra religión no es un conjunto de normas de comportamiento, sino una forma de vida enfocada en Dios, es decir en el Amor, de la que se sigue un comportamiento consecuente. Por lo tanto, no tiene intensiones de reprimir a nadie y, en cambio, sí tiene la obligación de señalar cuáles son los caminos reñidos con el Amor y por qué.
Por último, antes que juez, nuestro Dios es abogado defensor.
Atentamente,
Eduardo Prieto A.
7.104.312-6