Hoy, jueves 18 de mayo de 2006, estaba en el centro y observé la actitud de escolares que bajaban de la locomoción colectiva para ir a la marcha que los estudiantes habían convocado en Plaza Italia.
Mi visión no fue la de unos escolares que quieren exigir demandas, sino más bien, ver a futuros delincuentes que caminarán por las calles de nuestra ciudad en pocos años más, de los cuales puede que seamos víctimas.
Seguí pensando cómo tratar de cambiar la mentalidad de esos muchachos, o de los que recién están comenzando a vivir y pensé en mi propio ejemplo y en el de mi familia.
Tengo 34 años, crecí en una población de la comuna de La Pintana, vivíamos con el sueldo mínimo que le pagaban a mi padre, estudié en una de las escuelas de la Sociedad de Instrucción Primaria, de la cual estoy muy agradecida por la enseñanza que me dieron, pues gracias a eso y al apoyo espiritual de mis padres logré estudiar en la Universidad, en el régimen vespertino, pues trabajaba y estudiaba, al mismo tiempo. Ahora soy una profesional con un ingreso que me permite vivir cómodamente.
Siempre he tenido la vocación de enseñar y desde pequeña, mi madre y yo, ayudábamos a otros niños con las lecciones difíciles que, muchas veces, ellos no entendían en el colegio. Además teníamos muchos libros y enciclopedias que yo ordenaba como en una biblioteca y, de esa forma, resultaba mucho más fácil encontrar las tareas por las que consultaban.
Hace dos años, empecé a colaborar en el aprendizaje de la hija de mi pareja; en ese entonces ella tenía 8 años y serios problemas de estudio que, con mucha paciencia, fue eliminando y ahora ya no necesita mi apoyo, más que para guiarla en alguna tarea más complicada. La técnica era simple: nos instalábamos toda una tarde del sábado o domingo y hacíamos las tareas de la semana, además de repasar algunos problemas matemáticos, que es el ramo que más les cuesta a los niños. Como yo trabajo y, ella no vive con nosotros, sólo contábamos con esos días, los que eran bien aprovechados.
Fue así como se me fue ocurriendo una idea que, no se si tendrá frutos, pero haré el intento de ser escuchada o “leída”, por lo menos.
En todas las comunas de Santiago, que es la ciudad con más delincuencia del país, hay más de alguna iglesia católica, además de muchísimos estudiantes universitarios. ¿Por qué no convocar a estos estudiantes para que el día sábado o domingo, entreguen unas pocas horitas de su tiempo a ayudar con las tareas de los niños que tienen dificultades para aprender? Lo más fácil sería lograr que estos pequeños se acercaran a las iglesias para que los ayuden con su aprendizaje.
Así como, en siglos anteriores, los sacerdotes evangelizaban y llevaban el conocimiento de Dios a lugares alejados, ¿por qué no ayudar a ser mejores a tantos niños y jóvenes que están en riesgo social y, a los cuales, falta inculcarles el amor por el conocimiento, que sólo da el estudio?
La idea no es obligarlos a ir a misa, va a ser sólo acudir a las iglesias a pedir ayuda para las tareas o materias que no entienden. Lo pueden hacer junto a sus padres, para que también ellos aprendan técnicas de enseñanza para sus hijos, si quieren. Muchos padres de bajos recursos me han planteado que ellos no ayudan con las tareas a sus hijos, porque ni siquiera ellos mismos entienden lo que les enseñan en el colegio y se avergüenzan de preguntar a otra persona, para evitar el ridículo.
Por el hecho de estar físicamente en ese lugar, yo estoy segura que, más de algún niño o joven va a querer participar, además en actividades religiosas.
Yo soy sólo “una” persona, entre 15.000.000, ustedes pueden ser más escuchados por el gobierno, para que les aporten libros donde los niños puedan buscar sus tareas, en ocasiones ellos tienen los textos pero no saben como encontrar lo que buscan y, sus padres tampoco, o no les interesa y les inculcan la violencia. A ustedes les resultará mucho más fácil contactarse con organizaciones de alumnos de estudios superiores, para que apoyen esta iniciativa.
Crear cultura, no es sólo hacer más edificios, con nombre de “escuela”, es mostar interés por los niños y, que ellos se den cuenta que no es difícil aprender, que la Universidad no es solo para la gente con buenos recursos, es para todos los que se “sienten capaces” y tienen “espíritu de lucha”.
TAL VEZ, CON SU AYUDA PODAMOS SALVAR A ALGÚN NIÑO DE SER UN FUTURO DELINCUENTE.
Alodia González E.
RUT: 12.269.360-0