Las palabras del Cardenal Tarsicio Bertone rompieron con esa indiferencia que se ha instalado en nuestra sociedad como fundamento de lo políticamente correcto y que ha generado un tabú frente a ciertos temas llamados “progresistas”. A decir verdad al referirse el Secretario de Estado Vaticano a que “muchos sicólogos, muchos psiquiatras, han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros han demostrado, y me han dicho recientemente, que hay relación entre homosexualidad y pedofilia", ha puesto en el centro de la discusión un hecho sondeable tanto por la fe como por la razón, la cuestión sobre la posibilidad de valorar la moralidad de los actos en ámbito sexual y la importante distinción entre la persona que hierra y el error que comete.
El Cardenal Bertone en la misma línea de Benedicto XVI, nos coloca frente a la aparente paradoja de rechazar y condenar los actos pedófilos y homosexuales y amar a la persona, sea este laico o consagrado. Esta aparente contradicción frente a actos distintos pero intrínsecamente desordenados, no es contraria a justicia ni a la caridad debida a cada ser humano. El escándalo en ciertos grupos de la sociedad y de los medios de comunicación por hechos inmorales en los cuales han estado involucrados sacerdotes, pareciera sin embargo diluirse en la hipocresía del reconocimiento de valor a actos que no se condicen con la dignidad humana (prostitución, programas de educación sexual basados en el “sexo seguro”, propaganda de control de natalidad o soluciones a la infertilidad que colocan a los niños como productos de consumo).
Es aquí donde la relación entre homosexualidad y pedofilia ha sido tergiversada al no considerar datos científicos actuales y una adecuada promoción de la dignidad de la persona humana fundada en su naturaleza corpórea-espiritual. El sentido común nos permite reconocer que el desarrollo de la identidad sexual, que con el tiempo y si no es truncada en su normal desenvolvimiento, permite la expresión de la diversidad sexual en su doble polaridad, masculina y femenina. El término sexo, formado del latín secare, que significa separar o distinguir lo que estaba unido, nos indica tanto esta diversidad dual como también la complementariedad de lo que estaba unido.
El haber considera la homosexualidad como un estilo de vida ha impedido el acompañamiento profesional de personas que pudieron haberse beneficiado de la ayuda especializada, podrían haber buscado reorientar con terapia de reversibilidad sus conductas, como lo demuestra también la literatura actual “más de un siglo de evidencia en experiencia, en reportes clínicos y en evidencia de investigación demuestran que sí es posible tanto para varones como para mujeres el cambio de la homosexualidad a heterosexualidad”.(NASH.com).Un dato altamente significativo es un informe solicitado por la Conferencia Episcopal Estadounidense a una consultora externa para establecer una investigación en los casos de abusos a menores en Estados Unidos que involucraban a sacerdotes, el cual reflejó que “más del 80% de los pedófilos son homosexuales, esto es varones que abusan de otros varones (Informe 2004, John Jay College New York) lo que no quiere decir que toda persona con orientación homosexual sea pedófilo.
Dr. Cristián Vargas Manríquez
Director Instituto Superior de Bioética
Universidad Católica de la Santísima Concepción