La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. El comienzo de la Sabiduría es el verdadero deseo de instruirse, querer instruirse, es amarla; amarla, es cumplir sus leyes, observar sus leyes, es garantía de incorruptibilidad. No me acompañará en el camino la envidia corrosiva, porque ella no tiene nada en común con la Sabiduría. Una multitud de sabios es la salvación del mundo, y un rey sensato asegura la estabilidad de su pueblo. Por eso oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella. No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro. La amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso. Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable. Porque ella es para los hombres un tesoro inagotable. Que Dios me conceda hablar con inteligencia, y que mis pensamientos sean dignos de los dones recibidos, porque él mismo es el guía de la Sabiduría y el que dirige a los sabios. En sus manos estamos nosotros y nuestras palabras, y también todo el saber y la destreza para obrar. Ella despliega su fuerza de un extremo hasta el otro, y todo lo administra de la mejor manera. El fruto de sus esfuerzos son las virtudes, porque ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, y nada es más útil que esto para los hombres en la vida. Yo decidí tomarla por compañera de mi vida, sabiendo que ella sería mi consejera para el bien y mi aliento en las preocupaciones y la tristeza. Si me callo, estarán a la expectativa, si hablo, me prestarán atención, si mi discurso se prolonga, permanecerán en silencio. Me mostraré bondadoso con mi pueblo. Al volver a mi casa, descansaré junto a ella, porque su compañía no causa amargura, ni dolor su intimidad. "Dios de los Padres y Señor misericordioso, que hiciste todas las cosas con tu palabra, y con tu Sabiduría formaste al hombre, para que dominara a los seres que tú creaste, para que gobernara el mundo con santidad y justicia e hiciera justicia con rectitud de espíritu: dame la Sabiduría, que comparte tu trono, y no me excluyas del número de tus hijos. Porque yo soy tu servidor y el hijo de tu servidora, un hombre débil y de vida efímera, de poca capacidad para comprender el derecho y las leyes; y aunque alguien sea perfecto entre los hombres, sin la Sabiduría que proviene de ti, será tenido por nada. Envíala desde los santos cielos, mándala desde tu trono glorioso, para que ella trabaje a mi lado y yo conozca lo que es de tu agrado: así ella, que lo sabe y lo comprende todo, me guiará atinadamente en mis empresas y me protegerá con su gloria. Entonces, mis obras te agradarán, yo gobernaré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre. Del libro de la Sabiduría.
Pbro. Francisco Javier Astaburuaga Ossa