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Opinión / Cartas al Portal


Terremoto, moral y bien común

Los últimos sucesos que han asolado a nuestro país como se ha señalado desde los distintos sectores políticos y sociales mostraron la grandeza y bajeza de nuestra nación. Las personas, independiente de su estrato social y cultural, realizaron actos deleznables fuertemente influenciados por el clima de temor, ignorancia o imprudencia, otros en cambio, tuvieron comportamientos heroicos movidos por la solidaridad, la generosidad y el amor al prójimo.

En esta situación polar pareciera sin embargo haber consenso social -yo preferiría decir que el sentido común en estos casos prevalece sobre las modas contingentes, los acuerdos políticos mayoritarios o las ideologías reduccionistas de lo humano- que debemos no tan solo ocuparnos del “progreso tecnológico, económico, político o social” para vivir en un país más justo. Pareciera más bien que debemos poner nuestra mirada, para construir una sociedad sobre “roca firme”, en el desarrollo humano integral, ético y técnico, de cada persona y de todas las personas, el cual debe estar cimentado en el amor en la verdad. Amor y verdad que parecieran perder valía cuando lo superfluo, lo adjetivo, lo no urgente (importante) inunda nuestra cultura al extremo de relativizarlo todo, incluso el valor de la vida humana y su dignidad, la solidaridad debida al más débil y la búsqueda del bien común. Amor y verdad que no son otra cosa que el motor, el sentido y contenido del bien que buscamos realizar en ámbito individual y comunitario.

El daño provocado por nuestros compatriotas en los saqueos y vandalismo, en el acaparamiento de bienes materiales, en la indiferencia frente al sufrimiento, es una oportunidad que nos permite, reconociendo nuestras propias bajezas, entender que cada uno de estos actos de destrucción, robo e indiferencia social -que no tuvieron que competir en los medios de comunicación y en la agenda pública con lo superfluo, lo indiferente o lo mezquino- son esencialmente actos humanos inmorales. El hombre puede libre y voluntariamente optar por el bien o el mal, y puede -influido misteriosamente por la gracia- construir una sociedad a la altura de la persona humana, optando siempre por el bien, el cual hoy por hoy muestra con brutal realismo su objetividad. Debemos cultivar por tanto, especialmente en los jóvenes, el amor en la verdad la cual finalmente nos hará libres.

Dr. Cristián Vargas Manríquez
Director Instituto Superior de Bioética
Universidad Católica de la Santísima Concepción