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Opinión / Cartas al Portal


El genocidio censurado

En la cámara alta se ha discutido durante los últimos dos días un proyecto de ley que busca regular la forma en que la ciudadanía, incluyendo las menores de 14 años, accede a mecanismos no tan sólo anticonceptivos sino abortivos. El Ministro de Salud ha promovido y difundido entre los parlamentarios de su sector el apoyar esta iniciativa de control de población.

Las leyes, y esta en particular, pueden llegar a ser un arma de doble filo si no se adecuan a la naturaleza de los actos que buscan normar. Si una ley llegara a establecer como lícito por ejemplo la tesis que el robar o asesinar son hechos asépticos o simplemente opciones, o incluso, si las costumbres de la mayoría de quienes forman una sociedad llegaran a establecer como uso común el matar a los más débiles e indefensos, la norma legal y las costumbres perderían su significado real, transformándose en instrumentos de la “dictadura relativista”.

Cabe recordar que sólo hace 60 años se consagraba en la Declaración Universal de Derechos Humanos el reconocimiento del carácter inalienable, indisponible e incondicional de los derechos humanos a todo ser humano, por el solo hecho de pertenecer a la especie. El proyecto de ley sobre información, orientación y prestaciones en materia de regulación de fertilidad que acaba de ser evacuado de la cámara del senado y regresa a su último trámite en la cámara de diputados no hace sino mostrar efectivamente como esta dictadura relativista difunde una discriminación intergeneracional, un genocidio censurado y una transgresión a los derechos de las personas.

La falta de rigurosidad científica lleva a quienes promueven el aborto a ocultar en los instrumentos públicos, llámese Normas de Regulación de la Fertilidad, toda evidencia hoy incuestionable de los efectos anti-implantatorios de los dispositivos intrauterinos, “anticonceptivos” combinados, y por supuesto de la “píldora del día después” y a usar terminología ambigua como “interrupción del embarazo”, como si la existencia humana o de cualquier ser vivo permitiera saltos en su continuidad, o promoviendo “sexo seguro” a través de mecanismos que por cierto no son 100% eficaces.

Es quizás el momento de transparentar los discursos y buscar formas de solidaridad y justicia que promuevan una cultura que reconozca en la dignidad del ser humano y en el valor de la vida un horizonte de encuentro y diálogo fecundo.

Dr. Cristián Vargas Manríquez
Director Instituto Superior de Bioética
Universidad Católica Santísima Concepción