La terapia con células madres adultas ofrece hoy en día una alternativa promisoria para el tratamiento de múltiples enfermedades. Un reciente artículo publicado por el Harvard Stem Cell Institute en USA explica el proceso de “homing” de estas células como la capacidad para encontrar su “nicho”, esto es, la capacidad de viajar por el cuerpo hasta encontrar su lugar final de residencia. Este nuevo conocimiento genera mucho interés por revelar los mecanismos a través de los cuales este desplazamiento es inducido y así poder aplicarlo, por ejemplo, a través de células extraídas del cordón umbilical de un donante.
La investigación sobre células madre adultas merece ser aprobada y promovida cuando conjuga de modo correcto el saber científico, la tecnología más avanzada en el ámbito biológico y la ética que exige el respeto del ser humano en cada etapa de su existencia.
El ser humano debe ser tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le debe reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida. Este es el núcleo duro de los desacuerdos entre quienes proponen la investigación con células madres adultas y la experimentación con células de origen embrionario, obtenidas muchas veces a través del asesinato de embriones llamados “sobrantes” de las técnicas de reproducción artificial.
Parece obvio que el carácter personal de un ser humano no sea dependiente del fin a que le destinen: vivir su vida o ser material biológico al servicio del consumismo de algunos científicos en un alarde de apuesta por el progreso médico. Tampoco que el valor de la vida de un embrión dependa de cómo ha iniciado su vida: engendrado, generado in vitro o copiado de otro.
Las células madres adultas y la investigación aplicada a través de los centenares de protocolos actualmente vigentes (a diferencia de un solo protocolo autorizado por el NIH en USA para investigación con células madres de origen embrionaria) no hacen otra cosa que mostrar lo obsoleto de una política e ideología que busca justificar, a costa de vidas humanas, ansias de progreso que no son otra cosa que perder el rumbo (homing) del bien común.
Dr. Cristián Vargas Manríquez
Director Instituto Bioética
Universidad Católica de la Santísima Concepción