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Opinión / Cartas al Portal


Paz

El primero de enero se celebró la Jornada Mundial por la Paz, el Santo Padre eligió como tema para la Jornada 2005 la exhortación de san Pablo en la Carta a los Romanos: « No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien » (12,21). No se supera el mal con el mal. En efecto, quien obra así, en vez de vencer al mal, se deja vencer por el mal.

Si miramos la paz como lo contrario a las grandes guerras y conflictos, podemos llegar a pensar que vivimos en medio de un ambiente pacífico, sin embargo, se trata de algo más que la ausencia de grandes confrontaciones, que a veces nos parecen lejanas.

La paz nace en el corazón de cada uno de nosotros, en medio de nuestras contradicciones, pero necesariamente asumida como un regalo de Dios a cada persona.

No vive en paz quien tiene desconfianzas y temores de los demás porque no respondieron a sus expectativas; tampoco el que es lento en perdonar y aceptar que el otro pudo haber cometido un error, pero eso no lo descalifica permanentemente.

La paz de Cristo, viene del perdón que nace en medio del Amor a todos nuestros semejantes, no sólo el círculo íntimo, ni de la parentela obligada.

Se trata, entonces, del resultado de una larga y dura batalla, que se gana cuando el bien, en medio de nuestros corazones, derrota al mal. Para ello se requiere de mucha generosidad, para entender al otro y no condenarlo a perpetuidad viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro.

La indiferencia, el resentimiento, la marginación del otro, suelen ser reacciones muy deshumanizadas; que en nada contribuyen a la paz con los otros, ni a descubrirla dentro de nuestros corazones.

Al buscar los aspectos más profundos, se descubre que el mal, por pequeño que parezca, en definitiva, es un trágico huir de las exigencias del Amor.

Para conseguir el bien de la paz es preciso afirmar con lúcida convicción que la violencia es un mal inaceptable y que nunca soluciona los problemas. « La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano ».

No podemos entonces restarnos a construir la paz, primero en nuestro interior, con generosidad en la mirada, comprendiendo al otro, sin resentimientos personales, sin egoísmos que no dejan crecer a los demás ni a nosotros mismos.

José Isert Arriagada sc.
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