El señor Felipe Aedo afirma en su carta del 4 de diciembre en cartas al
director del diario El Mercurio que se lamenta porque en los debates de los
blog de temas valóricos se presenten argumentos fundados en "dogmas" y
"creencias religiosas". Lamentables son tales afirmaciones de un candidato a
"doctorado" porque el saber científico lo obliga a contrarrestar las opiniones
diversas y responderlas con rigor intelectual y no sólo a desacreditarlas
porque son de un creyente. Y se contradice a si mismo al final de su propia
carta cuando nos invita a un nivel de debate sin recurrir a descalificaciones.
Las cuales él mismo ha utilizado en su carta. Pues, como él muy bien dice: "Es
así como se construye en ciencia y como sociedad con evidencias y una
argumentación real, no con descalificaciones y dogmas". Por lo tanto, invito
respetuosamente al señor Felipe Aedo que presente argumentos y que al menos
lea Fides et Ratio de Juan Pablo II, si aún no lo ha hecho, para que desde las
profundidades del conocimiento descubra como con rigor intelectual se hace
filosofía y se busca la verdad como enseña el Papa en su Encíclica. Y a modo
de ejemplo le cito sólo una parte del texto para que comprenda la amplitud de
criterio que anima al magisterio pontificio en la búsqueda de la verdad. En
efecto, el Papa señala: "La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos
alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la
verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad
y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda
alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo" (Introducción). Y luego
continúa: "En este sentido es posible reconocer, a pesar del cambio de los
tiempos y de los progresos del saber, un núcleo de conocimientos filosóficos
cuya presencia es constante en la historia del pensamiento. Piénsese, por
ejemplo, en los principios de no contradicción, de finalidad, de causalidad,
como también en la concepción de la persona como sujeto libre e inteligente y
en su capacidad de conocer a Dios, la verdad y el bien; piénsese, además, en
algunas normas morales fundamentales que son comúnmente aceptadas. Estos y
otros temas indican que, prescindiendo de las corrientes de pensamiento,
existe un conjunto de conocimientos en los cuales es posible reconocer una
especie de patrimonio espiritual de la humanidad" (n.4). Y concluye: "La
Iglesia, por su parte, aprecia el esfuerzo de la razón por alcanzar los
objetivos que hagan cada vez más digna la existencia personal. Ella ve en la
filosofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la
existencia del hombre. Al mismo tiempo, considera a la filosofía como una
ayuda indispensable para profundizar la inteligencia de la fe y comunicar la
verdad del Evangelio a cuantos aún no la conocen" (n.5).
Pbro. Francisco Javier Astaburuaga Ossa
Doctor en Derecho Canónico
Pontificia Universidad Lateranense de Roma