Casi sin darnos cuenta hemos caído en el juego de los “izquierdistas” que se autodenominan “progresistas”, “de avanzada”, “defensores de los derechos humanos”, “laicos”, “libertarios” etc., términos a los que han despojado de sus significados iniciales y adaptado a sus propósitos e ideologías.
Han destruido nuestra cultura judeo cristiana y sus valores reemplazándola por una materialista y atea, sobrevalorando al estado y acabando con toda trascendencia y religión.
Han ido dando cabal cumplimiento a las ideologías de Simone de Beauvoir, Gramsci y otros marxistas que han propuesto que el acceso al poder y su mantención ya no pasan por la lucha de clases sino que por la destrucción de la cultura occidental en sus fundamentos valóricos.
Como parte de su estrategia, han invadido los organismos internacionales infiltrándose en sus más altos cargos y llevándolos a la adopción de principios aparentemente universales y no objetables que luego han distorsionado volviéndolos instrumentos a su servicio.
Es el caso de los derechos de la mujer – causa loable en principio – que rápidamente han distorsionado convirtiéndolos en una “ideología del género” que ha destruido lo irrenunciable del ser mujer, la familia, el matrimonio, los roles sexuales, la maternidad y paternidad, prohijando el aborto y la homosexualidad, etc.
Destruyendo la familia, que es la base de las sociedad, se más hace más fácil controlarla y dominarla.
Cuando no pueden o fracasan en sus quehaceres locales, recurren a organizaciones internacionales previamente colonizadas o ideologizados por ellos| en las que encuentran el apoyo que necesitan para imponerse localmente.
Casos que avalan este aserto son los de algunos
homosexuales que han recurrido a tribunales internacionales cuando las sentencias de los locales les han sido desfavorables en todos los niveles de la justicia local.
En el reciente debate sobre el aborto en Chile, uno de los argumentos más repetidos fue que nuestro país era la excepción en el mundo. Se trataba de no ser diferente y de defender los derechos, mal entendidos, de las mujeres.
Derechos que ya no residen en la naturaleza humana, no tienen su base en la ley natural sino que son una construcción humana susceptible de ser modificada según las conveniencias. Se elimina toda referencia a la trascendencia, a Dios.
Se van haciendo carambolas para lograr sus propósitos no trepidando en el uso de los medios que les sean útiles.
Confían en las fallas de la educación para no ser desenmascarados.
Dr. Pedro Naveillan F.