Hace escasos días, me refería al linchamiento mediático que están sufriendo ex militares. Principalmente un General, hermano del actual Comandante en Jefe del Ejército, un Coronel, por 16 años, Alcalde de la Comuna de Providencia y también, un menor de edad, un Soldados Conscripto que, cumplía con su Servicio Militar Obligatorio, en noviembre del año 1973.
Lo nuevo, que se suma a lo anterior, es que, paralelamente, en una especia de “Razzia Siciliana”, justo en un año electoral, coordinadamente, se anunció la acusación formal contra 16 ex uniformados y la encarcelación, en el Centro Penitenciario de Colina I, para otros tantos.
Todos, ex “soldados de a pie”, de esos que para el año 1973, cumplían con su Servicio militar Obligatorio o recién habían salido de la Escuela Militar o de la Escuela de Suboficiales y que debieron cumplir órdenes, al inicio del Gobierno de las Fuerzas Armadas, sin tener idea – ni los que mandaban, ni los que obedecían – de que existía otro concepto diferente al de la “obediencia debida”. Esa que por reglamento de disciplina disponía que una orden de “un superior” debía ser cumplida, sin reparos ni comentarios y con prontitud. Su no cumplimiento significaba una grave falta que, en un período de guerra o combate, podía ser motivo de fusilamiento. En todo caso, el fusilamiento estaba descartado de plano, nadie se podría imaginar, en esa época – hace más de 43 año – que un subalterno (inferior), pudiera no cumplir una orden de un superior. ¡Y pobre de aquel que hiciera algún comentario de esa orden!
En lo particular, fui alumno de la Escuela Militar entre el año 1974 y 1977 y jamás tuve instrucción o clases de derecho internacional humanitario. La primera vez que supe algo de ello fue durante mi paso por la Academia de Guerra del Ejército, durante los años 1995 a 1997.
Hoy, para tranquilidad de todos, eso es diferente. Fue justamente el ex Comandante en Jefe del Ejército, General de Ejército Juan Emilio Cheyre Espinosa (marzo del 2002 a marzo del 2006), quien dispuso, difundió y exigió, lo que posteriormente se conocería como la Doctrina Cheyre. Me refiero principalmente a la actualización y promulgación de la nueva “Ordenanza General del Ejército de Chile” con un alto contenido en la valoración de los derechos humanos y la “obediencia reflexiva” además, de la incorporación – por primera vez en la historia del Ejército de Chile – de una malla curricular de formación de alumnos y oficiales en las Escuelas Matrices, Escuelas de Armas y Servicios y Academias del Ejército, sobre el estudio y análisis de materias relacionadas con los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.
Al mismo tiempo, el General Cheyre, en una entrevista en Antofagasta, en junio del 2003, expresaba a la prensa: “…me refiero al nunca más de una clase política que fue incapaz de controlar la crisis que culminó en septiembre de 1973. Nunca más a los sectores que nos incitaron y avalaron oficialmente nuestro actuar en la crisis que provocaron. Nunca más excesos, crímenes, violencia y terrorismo. Nunca más un sector ausente y espectador pasivo. En fin, nunca más una sociedad chilena dividida…”
Años más tarde, cuando en marzo del 2006, el General Cheyre, ya había hecho entrega de su cargo, el Presidente Ricardo Lagos manifestó: “…un militar, un ciudadano que hizo suya la misión de devolver el Ejército a todos los chilenos y contribuir a forjar la anhelada unidad nacional……hoy culmina su exitosa labor General Juan Emilio Cheyre, llevada a cabo con coraje y profesionalismo, pero con el amor a Chile…”
Así de contundentes fueron los aportes del General Cheyre, entre muchos otros, a la unidad nacional y a los cambios profundos de la doctrina institucional. Pero, pareciera que nada de ello tiene un verdadero valor cuando hoy se enfrenta a la acusación formal de un Juez que lo inculpa, 43 años después, sólo por haber sido el Teniente Ayudante de un Comandante de Regimiento. Unidad militar intervenida por un General que llegó, sorpresivamente, desde Santiago en un helicóptero y que, con los Oficiales que lo acompañaban, en horas, dispuso el trágico fusilamiento de 15 presos políticos, que estaban detenidos fuera del Regimiento, en la Cárcel Pública de La Serena.
En este caso, al Teniente Cheyre, grado que tenía el año 1973, no se le acusa por haber cumplido una orden, de esas que era imposible negarse, porque no existía otra realidad. A él se le acusa porque “supuestamente” debería haber sabido todo lo que estaba ocurriendo. Se le acusa de cómplice, sin haber participado en los trágicos hechos. Se le acusa sólo por haber estado destinado en esa unidad militar.
Esto no es justicia, esto es persecución, esto es venganza. Esto es humillar al Ejército de Chile, humillar a quien hizo lo impensable por recuperar la confianza de toda la sociedad, sin distinción de color político. Eso es intentar engañar a quienes tenemos un mínimo de racionalidad, de educación, de estudios, de comprensión y conocimiento de la profesión militar Eso es violentar la conciencia de quienes conocieron y vivieron en plenitud los acontecimientos que nos llevaron al 11 de septiembre de 1973. Eso es tirar por la borda el “nunca más” del General Cheyre y el patriótico reconocimiento del Presidente Ricardo Lagos.
La condena y encarlelación de un ex Comandante en Jefe del Ejército, sólo por su supuesta complicidad, no ocasionará un Golpe Militar, ni mucho menos, porque el mundo castrense sí aprendió la lección y ha hecho todo lo posible por mirar el futuro de Chile. En lo particular, esta grave situación, me despierta una tremenda desilusión. Me imagino, la misma sensación que sentirán todos aquellos chilenos que por años han trabajado por la reconciliación nacional.
Nuevamente las situaciones antagónicas e irreconciliables se apoderan de la sociedad. Se apoderan de los familiares condenados en Punta Peuco y de los que mueren esposados a sus camarotes. Aumenta la desesperación de sus esposas, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus camaradas. Más aún, cuando muchos de ellos, hoy son llevados a una cárcel pública, lo que no ocurre en ningún país del mundo.
Estimado lector, no esperará usted que esto pase inadvertido y que le sea totalmente indiferente al mundo castrense, donde quienes están a la cabeza de las respectivas instituciones también vienen de una familia militar. Un Comandante en Jefe o General Director tiene corazón, familia, amigos y camaradas que también sufren. Son soldados al servicio de Chile que deben respetar, con tremendo dolor, las decisiones de los Tribunales de Justicia, ganándose, lamentablemente, la discrepancia con más de alguno de sus camaradas de arma, pero siempre, escuche bien amigo lector, ¡siempre!, al final del día, la sociedad, a esas instituciones permanentes de la República, les dará su apoyo, respeto, comprensión y cariño.
Christian Slater Escanilla.
Coronel (R).
Ayudante del Comandante en Jefe (2002 - 2003)
PD:Esta es una carta que se ha publicado en algunos medios de comunicación y, con todo el respeto que se merece la Iglesia Católica, me gustaría saber qué más tiene que suceder en Chile, para que la Iglesia defienda a los inocentes.
Christian Slater Escanilla
Coronel de Ejército en retiro