Después de los hechos de violencia acaecidos en la universidad Alberto Hurtado, atentando contra la integridad de un rector y el sentido más auténtico de lo que es la universidad, la situación se hace compleja y la resolución de los conflictos aún más. Pues, no sólo existen derechos sino también deberes en toda comunidad universitaria.
Entonces nace una pregunta que no podemos esconder bajo la alfombra: ¿por qué algunos estudiantes universitarios – futuros profesionales y eventuales dirigentes en el país – recurren a la violencia para hacer valer sus demandas?
La respuesta no es fácil, pero tampoco puede quedar en el anonimato de que la violencia ejercida por ellos es una respuesta a una “violencia institucional” sufrida - y por tanto - deben reaccionar. Este sería el camino más fácil, pero no el más verdadero. En efecto, si la violencia reemplaza al diálogo, la misma sociedad se daña gravemente porque se rompen los paradigmas de una sana convivencia social. Más aún si esta violencia viene desde el seno de las universidades, lugares por excelencia de la discusión de ideas y la reflexión de los grandes intereses de la sociedad.
Es lamentable, por otra parte, que el valor de la autoridad sea rechazado a través de una imposición violenta - como es la imagen de un encapuchado - encarando a un rector. Si esa es la dinámica para solucionar los conflictos, es el camino cobarde del violentista que se cierra al diálogo que tanto reclama. Es volver a las prácticas fracasadas del pasado, pero que como falsos ideales – pues la violencia nunca puede ser un ideal - siguen hiriendo a la sociedad en su conjunto. De alguna manera es traer al presente los derroteros marxistas trasnochados del Che Guevara y su guerrilla que sembró muerte y destrucción. En pocas palabras, es la debacle de la falta más absoluta de la razón discursiva. Lo que, obviamente, es muy grave al interior de una universidad. Y los hechos no mienten, aunque sean mentirosos sus argumentos.
Busquemos el equilibrio de la razón y el diálogo para resolver los conflictos. La violencia “institucional” impuesta por grupos anarquistas es una violación flagrante a los derechos humanos y la dignidad de la persona humana reclama su más amplio rechazo. No podemos construir la sociedad y el bien común instalando muros. Menos aún, los muros de la violencia impuesta por el puño cerrado de un encapuchado y del “fascismo de izquierda” como ha señalado la alcaldesa de Santiago.
La universidad se construye tendiendo puentes, presentando argumentos. La razón de la sinrazón es la violencia porque ya no tiene argumentos y tampoco quiere asumir deberes. Los derechos y las obligaciones forman parte del tejido social y político de un pueblo. Negarlo, es abdicar ante el anarquismo que siempre es anónimo, violento e irresponsable.
Chile y nuestras universidades necesitan de estudiantes comprometidos con el bien común, con el pensamiento y la reflexión, con el diálogo y la sana critica, con la investigación y la participación responsable. Sin embargo, todo esto no será posible si el gobierno ha pretendido sacar el estudio de la filosofía en la formación y educación de las futuras generaciones. Un país sin filosofía es como un cuerpo sin alma, pues no sabe de dónde viene ni hacia donde va.
P. Fco. Javier Astaburuaga Ossa
Profesor Derecho Canónico UC