Es muy probable que, con su entorno familiar, su cultura y sabiduría, su buena voluntad, carisma y dones de liderazgo, José Aldunate Lyon, de habérselo propuesto, podría haber sido obispo, y uno de los buenos, y quizás también miembro del colegio cardenalicio.
Renunciando a las riquezas que alimentan la vanidad, sublima su vocación religiosa en una entrega total al Cristo que se le presenta en la vida de los pobres. Teólogo, profesor de moral, con condiciones excepcionales para las matemáticas, habría sido un excelente ingeniero, incluso llegó a ser Provincial de la orden Jesuita en Chile; sin embargo, decide convertirse en un cura obrero (carpintero), porque así entendió el mensaje del Concilio Vaticano II; luego se identificó con la teología de la liberación, para muchos la forma latinoamericana de ser católico; y sin olvidar su protagonismo en la formación del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, que realizó valientes protestas pacíficas en las calles con el método de la No Violencia Activa de Gandhi, denunciando la espeluznante realidad de la tortura en Chile durante la década de los ’80.
Damos gracias a Dios porque nos privó de un obispo o de un cardenal que, sin dudar, habría sido de excepción, pero nos regaló un gran sacerdote al estilo de Jesús, en la calle junto a las personas, al lado del sufriente, del postergado, del excluido, del negado y del pecador.
Con humildad homenajeamos al sacerdote casi centenario, al recibir el Premio Nacional de Derechos Humanos, Don José Aldunate.
Jose Pérez Barahona