Tengo la impresión de que con tanta fraseología de izquierda, de progresismo, de liberalismo, de derechos humanos, de género, de derechos reproductivos, de equidad, de igualdad, de lucro, se ha ido perdiendo el significado de las palabras, de los conceptos y realidades a los que se refieren.
Asistimos a una suerte de enjuagues bucales, gargarismos, que se hace con ellas.
Un ejemplo de esto ha sido la discusión en sala de la Cámara de Diputados del proyecto de ley sobre la despenalización del aborto.
A la mujer se le ha quitado el sexo sustituyéndolo por género. Un cuerpo femenino puede ser vivido como si fuera un hombre o una mujer indistintamente; otro tanto ocurre con el masculino. Esto abre paso a todo tipo de conductas homosexuales y a un indebido igualitarismo entre hombre y mujer, olvidando que hasta en sus más pequeñas células son genéticamente diferentes. Una mujer puede concebir un hijo en su seno y un hombre nó por lo que el problema del aborto es en definitiva un asunto de mujeres, nó de género. Una mujer, sea cual sea el género que se le atribuya no podrá fecundar a otra mujer.
Hay, pues, tareas y roles específicos ligados a la condición sexual y que no son intercambiables entre los sexos. No es válido sustituir la condición sexual por el llamado género, creación ideológica que parece remontarse a Simone de Beauvoir, que fue compañera de Jean Paul Sartre e ideóloga marxista.
Una dimensión irrenunciable del ser mujer es la maternidad y la dignidad de su persona esta íntimamente ligada a ella. El derecho a disponer de su propio cuerpo es relativo por estar supeditado a su potencialidad de ser madre. Y se es madre desde el momento en que sus óvulos son fecundados iniciándose así una nueva vida que limita este derecho ya que se hace presente otra vida, que no es suya y a la que no tiene derecho a disponer.
Debemos propender a que toda mujer se realice plenamente como mujer y como persona que es.
No debemos ni podemos transformarla, o facilitarle que lo devenga, en una asesina, pues esto es lo que es abortar: asesinar a una creatura indefensa.
Esto va abiertamente contra una condición esencial del ser mujer, es un atentado a su dignidad. No corresponde presentar el aborto como un derecho, un progreso, una ganancia para ellas. Es propender y facilitar que se transforme en una criminal, en una asesina.
Dr.Pedro Naveillan F.