La Iglesia y el problema del campesinado chileno
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La Iglesia y el problema del campesinado chileno

Fecha: Jueves 01 de Marzo de 1962
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Obispos de la CECH

1.- Frente a la inquietud del trabajador campesino que mira con angustia el porvenir de su familia, frente a una sed de reformas -en no pocos casos explotada con fines de agitación- nuestros fieles esperan confiados de sus Pastores, la Palabra prudente y certera que, ajena a intereses contingentes, pueda orientar su pensamiento y su acción. Conscientes de nuestra misión, manteniendo una tradición constante de la Iglesia, queremos establecer los principios básicos para una reforma de inspiración cristiana, principios que puedan, al mismo tiempo, orientar la acción de nuestros fieles.


I.- PREOCUPACION DE JESUCRISTO Y DE LA IGLESIA POR LOS PROBLEMAS HUMANOS

a) La enseñanza de Cristo con su vida


2.- No se puede comprender plenamente la misión que corresponde a la Iglesia de hoy, si al mismo tiempo no se comprende en toda su profundidad la verdadera misión de Cristo, pues aquella no es sino la prolongación de Cristo mismo a través del espacio y del tiempo, de las razas y las culturas.

3.- La razón fundamental de la venida de Cristo a la tierra, es la de hacer posible, deseable y real, la vida divina en el hombre al que le devuelve la vida sobrenatural, perdida por nuestros primeros padres en el Paraíso, y lo incorpora a la familia divina (1). Para ello Cristo da testimonio con su vida y con su doctrina de la existencia del Reino de los cielos, para ello se entrega a la muerte por todos los hombres (2), para e].lo funda la Iglesia y la constituye maestra de la fe, la enriquece con los sacramentos y la envía a enseñar y bautizar a todas las gentes (3).

4.- Pero, siendo sobrenatural su misión, Cristo estuvo siempre junto a los hombres, atendiendo también sus necesidades humanas. Cuando una muchedumbre hambrienta lo sigue (4), deseosa de escuchar su palabra, Cristo se preocupa de proporcionarles pan. Hasta El llegan endemoniados, paralíticos, ciegos y toda clase de enfermos en busca de salud y El cuida de restituirles el bienestar.

Sabe muy bien el Salvador que esta preocupación por lo humano no constituye su misión fundamental, sin embargo, no la considera del todo ajena a ella.

b) La enseñanza de la Iglesia con su práctica

5.- Una Iglesia que quiera permanecer fiel a su fundador, deberá seguir sus pasos y reproducir su espíritu en las diversas circunstancias de tiempo y lugar en donde le corresponde actuar.

Así lo entendieron los Apóstoles. Recibido el Espíritu Santo, se lanzaron a predicar el evangelio de Cristo; disponían las almas a la penitencia, las adoctrinaban y las incorporaban a la comunidad cristiana, mediante el bautismo. Pero junto con los problemas espirituales, atendían también los humanos: La distribución del pan y el alimento, el cuidado de las viudas y los huérfanos. Aún reconociendo que su misión primera consistía en la oración y en la predicación del Evangelio, no renunciaron al ejercicio de la caridad; hubieron de llamar a un grupo de convertidos para encargarles de estos cuidados materiales. Así nacieron los diáconos.

Esta ha sido la tradición de la Iglesia en todos los tiempos. Gracias a su influencia, se abolió la esclavitud; los monjes que cristianizaron Europa, enseñaban al mismo tiempo a cultivar la tierra, a desecar los pantanos; por el tesón de los misioneros se ha logrado mejorar la condición en que vivían los pueblos primitivos; y en el curso de la historia de la Iglesia, los nombres de Vicente de Paul, Camilo de Celis, Pedro Claver y tantos otros, no son sino la historia de la caridad de la Iglesia y de su preocupación por atender los problemas del hombre frente a la cultura, al trabajo, a la miseria y a la conservación de la salud.

c) La enseñanza doctrinal de la Iglesia

A esta acción práctica de la Iglesia, se ha añadido su enseñanza. Para no referirnos sino a los documentos más célebres de doctrina social, recordemos que León XIII, en su Encíclica Rerum Novarum, señala el valor y el sentido de la propiedad privada, las relaciones entre el capital y el trabajo, las condiciones del salario y el derecho de los trabajadores a crear asociaciones que los representen y protejan ante el capital. Esta misma doctrina ha sido precisada por el Papa Pío XI en la Encíclica Quadragesimo Anno, por numerosos discursos del Pontífice Pío XII, particularmente el de Pentecostés de 1941 y, ahora último, por el actual Pontífice en su Encíclica Mater et Magistra.


II.- AUTORIDAD DE LA IGLESIA Y DEBERES DE LOS FIELES

a) Competencia de la Iglesia


No podía la Iglesia haber obrado en forma diferente. Es claro que muchos problemas económicos y sociales tienen aspectos puramente técnicos para cuya solución, la Iglesia no posee ni medios proporcionados, ni misión alguna (5); pero ellos dicen relación, en otros aspectos, con la moral y con el derecho natural y caen, por lo mismo, en el campo que es propio y exclusivo de ella como maestra de fe y costumbres: "Transformar íntegramente al hombre, valorizar todas sus posibilidades individuales y colectivas, espirituales y temporales, en una palabra reestructurarlo todo en Cristo: Esta es la tarea de la Iglesia" (6). Y no podemos olvidar "que la economía y la moral, cada cual en su esfera peculiar, tienen principios propios, pero es un error afirmar que el orden económico y el orden moral, estén tan separados y sean tan ajenos entre sí, aquél no dependa para nada de éste. Las leyes llamadas económicas, fundadas en la naturaleza misma de las cosas y en las aptitudes del cuerpo humano y del alma, pueden fijarnos los fines que en este orden económico quedan fuera de la actividad humana y cuáles, por el contrario, pueden conseguirse y con qué medios; y la misma razón natural y social del hombre y de las cosas, cuál es el fin impuesto por Dios al mundo económico"(7).

Cristo es el camino, la verdad y la vida (8).

Cada vez que el hombre trabaja en el conocimiento de las leyes de la naturaleza o de la economía, está -aún si lo ignora- adentrándose en el conocimiento de Dios mismo. Del mismo Dios provienen las normas de justicia -incluso social- de perfección humana y cristiana, así como las leyes físicas, bio1ógicas, sicológicas, sociales y económicas y las del orden técnico y no puede por lo tanto, existir una oposición real entre unas y otras. La técnica y la ciencia entran, así, en el plan divino, y el conocimiento y aplicación ordenada que hagan los hombres de estas leyes no vienen sino a poner en práctica en el mundo el orden deseado y amado por Dios.

El hombre, al buscar la aplicación de ese orden trae, de una parte, evidentes beneficios a la humanidad y, de otra, cumple un deber espiritual -una inserción en lo divino- plan deseado por Dios; y lo ha de realizar antes que fuerzas extrañas, como la inquietud y el malestar social, lo obliguen a ello.

Cuando Cristo envía a los apóstoles al mundo para predicar el Evangelio (9) abre al mismo tiempo, a la comunidad cristiana la puerta de la investigación, a fin de que los fieles apliquen su inteligencia y su voluntad al estudio de cuanto concierne al hombre para que resplandezca la unidad espiritual y material del ser humano. Y puesto que constituye el hombre una unidad perfecta de espíritu y materia, cae plenamente dentro de la misión de la Iglesia, todo programa humano que anhele abarcar al hombre en su totalidad.

Aparece así la acción del hombre como una prolongación del plan de Dios.

Siendo tan íntima en el hombre la acción recíproca del alma y del cuerpo, de ordinario es moralmente imposible el desarrollo de su vida moral, religiosa y cultural, así como de todos los dones recibidos de Dios, en el orden de la naturaleza y de la gracia, sin un mínimo de bienestar en cuanto a la alimentación, vivienda, abrigo y educación; por lo mismo, quienes han recibido de Dios la misión de hacerle partícipe de la vida divina, tienen también el derecho y el deber de señalar cuáles condiciones humanas hacen o pueden hacer imposible la vida divina en el hombre.

Con plena conciencia de la órbita de nuestra autoridad como pastores, abordamos, pues, amados hijos, el tema de la vida rural, a fin de recordaros los principios cristianos que han de guiar vuestra acción, confiados en la asistencia que Dios ha prometido a la Iglesia, que representamos, y en la que hemos sido puestos por el Espíritu Santo, para gobernarla.

b) Deber de los fieles

Si a nosotros incumbe el derecho y el deber de proclamar los principios cristianos básicos para un recto orden social, a vosotros, amados hijos, corresponde el deber de recibir nuestras enseñanzas con espíritu de fe y amor filial, deseosos de ponerlas en práctica.

Dentro de la universalidad de la Iglesia, Dios encomienda a los hombres diferentes misiones personales en la vida, sin que ello envuelva pertenecer a estados inferiores. Es la diversidad propia de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia (11).

Pero sobre esta vocación particular, confiada por Dios a cada uno de vosotros, está vuestro llamado a ser hijos de Dios, vuestra condición de cristianos (12). Es la unidad propia del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia y que encuentra su alma vivificadora en la acción del Espíritu Santo.

Os exhortamos ardientemente, amados hijos, para que en este espíritu sean leídas por vosotros estas enseñanzas: No con el fin de buscar en ellas una confirmación de vuestra ideología política, económica o social, sino con el vehemente anhelo, con el más puro deseo de ajustar vuestro pensamiento y vuestra acción a la doctrina imperecedera de la Iglesia.

Hemos visto con dolor que, en algunos casos, documentos nuestros, y aún de los Sumos Pontífices, han permanecido silenciados o han sido citados en forma parcial o trunca, más con el afán de reafirmar posiciones tomadas, que con el deseo sincero de proclamar la verdad en su íntegro esplendor. "No faltaron, se lamenta Pío XI, quienes recibieran con recelo y algunos hasta con ofensa la doctrina de León XIII tan noble y profunda, y para los oídos mundanos totalmente nueva. Los ídolos del liberalismo, atacados por ella sin temor, se venían a tierra; no se hacía caso de prejuicios inveterados: Era un cambio de cosas que no se esperaba; de suerte que los aferrados en demasía a lo antiguo desdeñaron de aprender esta nueva filosofía social, y los de espíritu apocado temieron subir hasta aquellas cumbres. Tampoco faltaron quienes admiraron aquella claridad, pero lo juzgaron como un ensueño de perfección deseable más que realizable" (13).

Escuchar la voz de la Iglesia es allegarse a ella con el sincero espíritu de recibir íntegras sus enseñanzas.

Queremos bendecir y alentar a aquellos de nuestros hijos, especialmente del campo, que habiendo oído nuestra voz han procurado, en el lugar que les es propio, realizar experiencias y aplicaciones verdaderamente conformes a la doctrina social cristiana, y los exhortamos vivamente a que, cualesquiera que sean las incomprensiones que encuentren, continúen su laudable labor, a fin de llevar a la práctica nuestras enseñanzas. Dios premiará esos esfuerzos y nosotros no podemos menos que reconocerlos y alabarlos.

En conformidad a estos principios fundamentales abordamos, amados fieles, los problemas actuales que afectan al sector agrícola.

III.- PROBLEMAS MODERNOS QUE AFECTAN UNIVERSALMENTE AL SECTOR AGRICOLA

El abandono de los campos por parte de sus pobladores, el bajo rinde de la agricultura, las múltiples tensiones de los sectores campesinos, que manifiestan malestar, la notable inferioridad de la renta agrícola en comparación con la industria, el atraso injusto del sector campesino en su nivel de cultura y de vida, y todo cuanto causa esta situación o se deriva de ella, preocupa hoy hondamente, y con razón, a la opinión pública.

Esta situación se hace sentir en todas o casi todas las comunidades humanas, de suerte que Su Santidad Juan XXIII no puede menos que dedicarle importantes acápites en su reciente Encíclica Social.

a) El obrero campesino, hombre deprimido

El problema consiste en el desequilibrio de eficiencia productiva entre el sector agrícola, por una parte, y el sector industrial y los servicios, por otra; y en la distancia que hay entre el estilo de vida de los pobladores del agro y los de la ciudad, de manera que quienes trabajan la tierra se sienten a menudo en inferior condición, como hombres deprimidos (14). Es un hecho lamentable que el hombre de campo, especialmente el que trabaja con sus manos la tierra, se siente desplazado del mundo moderno. La sociedad le ha dejado atrás en su loca carrera por el progreso. Una inmensa cantidad de campesinos significan hoy una fuerte presión social.

b) Desapego de la vida rural

Ya Su Santidad Pío XII había señalado en repetidas ocasiones, que una de las causas del desequilibrio y, digamos más, del desorden en que se encuentra sumida la economía mundial, y junto con ella toda la civilización y la cultura es, a no dudarlo, el deplorable desapego, cuando no desprecio por la vida agrícola y sus múltiples y esenciales actividades (15).

c) El trabajo humano, objeto de comercio

Entre las funestas consecuencias del liberalismo, tan en boga en el siglo pasado, subsiste aún en algunas partes la tendencia a considerar al hombre que trabaja como un mero factor de producción y de riqueza.

Dios ha implantado en el corazón del hombre el deseo de trabajo creador. Aún para el que mira exclusivamente la eficacia de la producción, le es preciso considerar al hombre como un ser libre, fuente de propia determinación.

Una sociedad que no utiliza todas las energías de sus miembros, que no conquista sus buenas voluntades, ni desarrolla la iniciativa privada, disminuye al hombre, no sólo en sus aspiraciones, sino en su capacidad y se priva de fuerzas que son necesarias. A una tal sociedad hay que oponer un orden orgánico que tienda a hacer del hombre un miembro plenamente responsable.

c) Dificultad para el uso de sus derechos primarios

Cuando es impedido el ejercicio de los derechos primarios y naturales al uso de los bienes de la tierra y los hombres viven deprimidos por la miseria, la ignorancia o el desprecio, se está cometiendo la más grave de las injusticias y se pone en gravísimo riesgo la paz social. Dios ciertamente no puede querer que unos disfruten, sin inquietarse, de todas las comodidades procuradas por el progreso moderno, mientras otros con cuyo sudor y trabajo se han producido, en buena parte, aquellas comodidades, vivan en condición de necesidad y miseria. No es conforme a la naturaleza de las cosas que un gran número de seres humanos viva en peligro de frustrar su destino personal. La liberación del hombre de la miseria es el primero y más urgente objetivo de la acción social que el cristianismo tiene por tarea (16).

La naturaleza que manifiesta los atributos divinos en los variados tonos de su esplendor, haciendo de nuestro país, por sus paisajes "la copia feliz del Edén"; la tranquilidad de las jornadas campesinas que transcurren al compás del trabajo cotidiano; la confianza puesta en la Divina Providencia "que cubre el cielo con nubes y prepara la lluvia para la tierra; que produce el heno de los montes y las plantas para servicio de los hombres" (17); la austeridad de vida impuesta al campesino, la rudeza de su faena, que le obliga a trabajar a la intemperie en todas las estaciones y lo que significa su contribución al bien común al proporcionar casi la totalidad de los alimentos para la comunidad, lejos de hacerle considerar su situación como inferior y deprimida, han de producirle legítimo orgullo y un estímulo para ennoblecer sus facultades, no menos que un crédito justo para atraer la estima que le debe la sociedad.

IV.- CONDICIONES DEL CAMPESINADO CHILENO. LOS PROBLEMAS

a) Desapego de la tierra


Por desgracia, no sucede así.

Muchos factores negativos se han acumulado para ensombrecer la vida del campo, su desarrollo, su bienestar y su porvenir, no siendo el menor, esa especie de desprecio y de abandono en que ha sido dejado el que trabaja la tierra con el sudor de su frente por parte de la sociedad moderna cegada, a menudo, por las muchas falsas luces del progreso material que endurece el espíritu. Las condiciones de abandono y de atraso en que vive ordinariamente aquel que trabaja la tierra privado de aquellos medios de servicios públicos que hoy son elementos constitutivos de un tenor de vida digno (18) y de los que ordinariamente están provistos los ambientes urbanos. Por otra parte se manifiesta una rápida evolución de la mentalidad del hombre del campo debida al creciente contacto con el progreso de la vida urbana particularmente mediante los modernos medios de comunicación, como la prensa, el cine y la radio. Este contacto, sustancialmente positivo, en cuanto contribuye a elevar la cultura de los medios rurales, presenta las más de las veces elementos negativos y preocupadores desde el punto de vista pastoral, sobre todo cuando se manifiesta una concepción de la vida materialista y superficial. De hecho la ciudad atrae fuertemente al campesino, sobre todo a la juventud. La escasez de sacerdotes impide, por desgracia, desarrollar un servicio espiritual más eficaz en la población rural frecuentemente muy distante de la esfera de acción permanente del sacerdote.

También comprueban nuestros párrocos rurales y misioneros la deficiente y, a menudo, injusta situación de vida y de trabajo, y la consiguiente carencia de porvenir de quienes trabajan hoy la tierra de Chile.

b) Discriminación anticristiana entre obreros

Nos es doloroso comprobar un desequilibrio demasiado pronunciado, que no puede subsistir sin convertirse en amenaza de rupturas violentas, entre el propietario de la mayor parte de las tierras cultivables de nuestro país y el campesino que las trabaja directamente. Aquél vive en la ciudad casi todo el año; éste es un extraño en la ciudad. Los adelantos y comodidades son para aquél, no para éste.

Toda la sociedad ha de sentir esta honda herida infligida al campesinado de nuestra patria, llámese obrero rural, mediero o parcelero. Ha sido corriente en nuestra época considerar como normal una discriminación humana y racial entre el patrón y el obrero de campo, entre el propietario de la tierra y el que la trabaja, siendo así que en la intención de Dios Creador no hay raza superior, no hay superhombres. Muy a menudo nos pasa inadvertido lo que Dios ha puesto en los seres humanos y, porque carecemos de visión y de amor, abandonamos gran parte de la humanidad al fuego y a las cenizas, a los gusanos y a la podredumbre. No hay, pues seres humanos sin esperanza. En las humildes chozas del más pobre de los pobres de Dios hay aún genios por encontrarse, artistas no descubiertos, poetas que son videntes, líderes de guerra y de paz. Todos han venido de la misma arcilla de la tierra, modelados por las manos amantes de Dios Omnipotente. Dentro de la arcilla inerte el soplo de la vida hizo al hombre semejante a Dios (19).

c) Desocupación

Se añade a este mal un alto grado de desocupación en las áreas rurales. Una gran parte de la masa campesina que estaría dispuesta a trabajar permanece ociosa por diversos motivos: Falta de estímulo, conocimientos, instrumentos, talleres, ocasión, etc. Una gran parte de peones, afuerinos, inquilinos con salarios inferiores al legal, pequeños propietarios de parcelas muy alejadas o demasiado reducidas, significan para el país una energía perdida, un capital sin interés, constituyen una situación anómala, en vez de significar un factor humano de bienestar y producción.

Las estadísticas de los censos agrícolas que hemos estudiado acusan la triste veracidad de esta aseveración.

d) Incumplimiento de leyes sociales

Guiados igualmente por las estadísticas de los organismos oficiales, denunciamos un porcentaje demasiado crecido de incumplimiento en la legislación social vigente, por falta de contrato de trabajo, por exclusión de asignación familiar, por salario inferior al legal, por falta de feriado legal y, sobre todo, por insalubridad de la vivienda y deficientes condiciones sanitarias de alimentación y trabajo. Todo lo cual constituye un verdadero delito a los ojos de Dios y de la sociedad.

e) Mortalidad infantil

El alto índice de la mortalidad infantil de nuestro país está radicado principalmente en el campo, alcanzando cifras impresionantes en regiones en donde, por lo demás, florece la agricultura y abunda la producción; pero, en muchos casos, los niños de los campesinos se desarrollan y crecen raquíticos y débiles debido al atraso de su condición, motivada en parte por la mala distribución de la tierra y sus productos.

No podemos dejar de recordar, al respecto, las duras increpaciones lanzadas por el Apóstol Santiago: "El jornal de los obreros que han segado vuestros campos, defraudado por vosotros clama, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los Ejércitos. Habéis vivido en delicias sobre la tierra, entregados a los placeres, y habéis engordado para el día de la matanza. Habéis condenado al justo, le habéis dado muerte sin que él se resistiera" (20).

LAS CAUSAS

La disminución proporcional producida en la rentabilidad agrícola tiene diversas causas. No es difícil comprobar desequilibrio en la fijación de precios; falta de dirección y asistencia técnica, en especial a los pequeños agricultores; dificultades en la venta de los productos, por la lejanía de los centros de consumo y falta de comunicaciones adecuadas. Tal desorganización permite un aumento indebido de les intermediarios, con daño para el productor y el consumidor.

La responsabilidad profesional del obrero campesino es, por lo general, baja, por faltarle educación de base y, sobre todo, participación en la producción de la tierra que trabaja.

La agricultura, así como la industria y el comercio, funciona con mayor eficacia y utilidad en la producción de bienes y servicios cuando los seres humanos comprometidos pueden actuar en armonía con su dignidad personal, bienestar familiar y bien común, y cuando ellos pueden participar en la propiedad de los medios de producción y de sus resultados (21).

La situación del pequeño agricultor ha sido, por lo general, muy deficiente, por falta de una política agraria y sobre todo de la mano de obra qua lo favorezca. Sin créditos oportunos, sin suficiente asistencia técnica, sin maquinaria agrícola, sin vivienda ni edificios adecuados, sin organizaciones regionales de tipo cooperativo ni gremial, sin facilidades de transporte, ha quedado de hecho en condicione s deprimentes.

Además, hasta el presente, han sido adjudicados a los colonos terrenos de difícil cultivo y difícil acceso, en unos casos y, en otros, propiedades montañosas y apartadas de los centros de consumo.

Es cierto, sin embargo, que los métodos de colonización se han perfeccionado recientemente, lo que puede hacer prever a los pequeños propietarios y colonos tiempos mejores.

Entre las causas del malestar que pesa sobre la población rural, no puede dejar de influir notoria mente la hiriente desproporción que existe en la distribución de la tierra cultivable de nuestro país, como lo indican las estadísticas oficiales.

El afán de ensanchar acaso demasiado indefinidamente el patrimonio agrícola, más que el afán de trabajarlo intensivamente, ha caracterizado a algunos de nuestros agricultores. Los males provenientes del latifundismo han influido de diversas maneras en la depresión del campesinado. Fuera de que los propietarios latifundistas viven generalmente ausentes del campo, ni aún por medio de una completa organización alcanzarán a trabajar la tierra con la intensidad que hoy reclama la comunidad nacional. Por otra parte, mientras mayor es la propiedad, menos se asemeja la empresa agrícola a una comunidad humana y cristiana de vida y trabajo.

JUSTOS ANHELOS DEL ROMANO PONTIFICE

“Urge poner a los agricultores no propietarios en condiciones de salarios, de contratos y de renta, tales que favorezcan su estabilidad sobre las tierras por ellos cultivadas y facilitar el acceso a la plena propiedad (siempre dejando a salvo la consideración debida a la productividad, a los derechos de los propietarios y sobre todo a sus inversiones); alentarlos con ayudas concretas para mejorar los cultivos y el patrimonio zootécnico, de modo que se beneficie tanto su renta como la propiedad nacional; promover además en su favor las formas de asistencia y de seguridad comunes a otros trabajadores (aunque administrados con arreglo a las especiales condiciones del agricultor); facilitar la preparación técnica, especialmente de los jóvenes, según los métodos racionales y modernos en continuo progreso. Y, por último, esforzarse procurando que desaparezca aquella diferencia demasiado estridente entre la renta agrícola y la industria1, que causa el abandono de los campos con tan gran daño de la economía de un país, que se funda en gran parte sobre la producción agrícola” (22).


V.- BASES CRISTIANAS PARA UNA SOLUCION DEL PROBLEMA CAMPESINO

INTRODUCCION


Las condiciones en que se encuentra en nuestros días el sector campesino, como hemos visto, reclaman con urgencia una profunda transformación de la estructura rural. En esto reina ya un consenso casi unánime.

La base sobre la cual es preciso edificar una mejor ordenación ha se ser el respeto por los principios morales y espirituales que yacen en el orden creado, en el cual la persona humana detente el mayor de los valores, por ser imagen de Dios. (Y el bien común ha de llegar a ser la resultante de las más esenciales virtudes sociales inauguradas en el mundo por el cristianismo: La justicia y la caridad)

Só1o, pues, un cristianismo plenamente encarnado, concreto, presente a lo largo de nuestra jornada, de nuestra existencia, de nuestra generación, hará desaparecer la tentación de abandonar a otras ideologías la valorización de la tierra y la humanización del hombre sobre la tierra en esta América Latina cristiana por nacimiento y por destino (23).

a) Los bienes son dados por Dios para que sirvan a todos los hombres

Consideramos grave y urgente deber, por tanto, de cuantos se hallan vinculados con la tierra, sea en condición de dirigente, propietarias o trabajadores, el formarse cabalmente un criterio cristiano en esta materia, que les conduzca luego a actuar eficazmente, en colaboración con toda persona de buena voluntad, hasta lograr que las relaciones queridas por Dios entre la tierra y el hombre constituyan un verdadero factor de bien común (24).

Queremos recordar los principios cristianos básicos que han de orientar el paso de las condiciones actuales hacia un orden social más conforme con la voluntad del Creador y con la naturaleza de las cosas. Estas fueron dadas por Dios a todos los hombres para que provean sus necesidades materiales y, consiguientemente, nadie puede ser excluido del derecho fundamental de usar los bienes materiales de la tierra. "Es punto fundamental, dice S.S. Pío XII, de la cuestión social que los bienes, creados por Dios para todos los hombres, sean participados equitativamente por todos, según los principios de la justicia y de la caridad" (25). No existe otro derecho capaz de anular "el fin natural de los bienes materiales, y no se podría hacer independiente del derecho primero y fundamental de su uso que corresponde a todos, sino más bien ha de servir (el derecho de propiedad) para hacer posible su realización conforme a sus fines" (26).

"La Iglesia, así como siempre defendió la legitimidad de la propiedad privada, con no menor energía, ha sostenido la función social de ella, recordando la necesidad de que los bienes creados por Dios para todos los hombres afluyan en forma equitativa hacia todos" (27).

b) Se usa de ellos, mediante el derecho de propiedad privada

El derecho de propiedad privada, incluso de los bienes de producción, está tan íntimamente unido al desarrollo de la persona y al afianzamiento de su libertad que es uno de los más fundamentales del hombre; se funda en la prioridad ontológica y en la finalidad de los seres individuales sobre la sociedad (28). El ejercicio del derecho de propiedad no es, sin embargo absoluto, sino que está condicionado por la función social de los bienes materiales, reafirma una vez más Su Santidad Juan XXIII en la Encíclica Mater et Magistra (29).

"Cuando la Iglesia defiende el principio de la propiedad privada, va tras un alto fin ético-social. De ningún modo pretende sostener pura y simplemente el presente estado de cosas, como si viera en él la expresión de la voluntad divina; ni proteger por principio al rico y al plutócrata contra el pobre e indigente... Más bien se preocupa la Iglesia de hacer que la institución de la propiedad privada sea tal como debe ser, conforma al designio de la Divina Sabiduría y a lo dispuesto por la naturaleza" (30).

c) El Estado: Función supletoria

No podemos olvidar que la sociedad tiene un fin propio, diferente aunque no opuesto al de los particulares, a saber: El bien común. La propiedad deberá ser estructurada de tal modo que, sin desconocer los derechos antes señalados, a tienda de un modo preferente a este bien público. "Al Estado, custodio y promotor del bien común, corresponde velar porque las formas jurídicas que asume la propiedad, cumplan tanto su función individual como su función social". El Estado, cuya razón de ser es la realización del bien común en el orden temporal, no puede permanecer ausente del mundo económico; debe estar presente en él para promover con oportunidad la producción de una suficiente abundancia de bienes materiales, cuyo uso es necesario para el ejercicio de la virtud, y para tutelar los derechos de todos los ciudadanos, sobre todo, de los más débiles, cuales son los obreros, las mujeres, los niños. Es también deber indeclinable suyo el contribuir activamente al mejoramiento de las condiciones de vida de los obreros.

"Es además deber del Estado el procurar que las condiciones de trabajo estén reguladas según la justicia y la equidad, y que en los ambientes de trabajo no sufra mengua en el cuerpo ni en el espíritu, la dignidad de la persona humana" (31).

Si a cada uno de los ciudadanos en proporción a su responsabilidad corresponde formarse un criterio recto, difundirlo libremente formando opinión en su ambiente y actuar en conformidad a las orientaciones básicas que hemos tratado de exponer en esta Carta Pastoral según la Doctrina cristiana, es ciertamente al Estado a quien corresponde como factor importante llevar a cabo las reformas que se hacen hoy necesarias para una mejor estructuración del agro.

d) La meta y finalidad

Recordamos que los dos fines de una eficaz reforma agraria son: La mejor utilización de la tierra para la comunidad y una mayor participación de la familia campesina en la propiedad y rentabilidad de la misma. Esta doble meta traerá una elevación del hombre en el triple nivel: a) material-condiciones de trabajo, habitación sana-, b) social, -instrucción técnico-profesional, asociaciones profesionales- y c) responsabilidad en el trabajo-; en consecuencia, la reforma agraria debe llevar a la reforma de aquellas estructuras que por su naturaleza o por la evolución de los tiempos sean ineficaces para la obtención de tales fines.

e) Ideologías falsas y peligros que evitar

No pueden servir de punto de partida los juicios simplistas preconcebidos por la demagogia de los extremismos políticos apasionados faltos de ideología fundada y de conocimientos técnicos. Ello sólo lograría precipitar la ruina de la agricultura, destruyendo el patrimonio rural de la nación. Si los agitadores que van penetrando en la masa campesina con la bandera de la Reforma Agraria tuviesen mayor conocimiento de lo que ella significa y voluntad sincera de mejorar la situación del campesinado, ciertamente el más elemental concepto de prudencia detendría su nefasta propaganda. Lo que buscan es sólo un pedestal popular y el avance de ideas subversivas.

Tampoco se podría concebir una reforma agraria para mejorar las condiciones rurales sin los verdaderos y, a veces dolorosos sacrificios que ciertas restricciones impondrán a muchos que hasta el presente han sido indudablemente privilegiados en cuanto a su situación social y económica, debido principalmente a sus cuantiosos patrimonios agrícolas, más tal vez que al esfuerzo empleado en ellos. Quienes piensen lo contrario no han comprendido aun las señales de los tiempos ni las exigencias del bien común, que son las mismas del Evangelio.

Como pretexto en contra de la idea de reformar las estructuras agrarias suele oponerse la consecuente disminución de la producción. En la meta por alcanzar, sin embargo, se encuentra junto a la elevación del campesinado a un mejor nivel de vida, el mejor rendimiento del servicio que la agricultura presta a la comunidad. Tener como punto de mira el aumento de la producción ha sido siempre la meta de los agricultores. Dejar como problemas secundarios los de una más recta ordenación jurídica de la propiedad y su función social es dar luego margen a un exacerbado individualismo con descuido del elemento humano, cuyo respeto exige que se tengan en cuenta los valores morales más aún que los materiales, tanto en ésta como en toda otra actividad humana. En esto ha de consistir precisamente la acción de los cristianos contra la inercia del materialismo mundano, enemigo del plan de Dios.

Si el mensaje cristiano, que revolucionó el concepto del mundo antiguo no ha sido aún realizado totalmente, a nuestra generación está reservado el dar un paso adelante en dirección a una meta hacia la cual los cató1icos tienen el derecho y el deber de marchar a la vanguardia (32).

CONDICIONES

Como condición básica para una auténtica reforma agraria es indispensable una confianza recíproca entre los hombres, fundada sobre el reconocimiento y el respeto de la ley moral. Ahora bien, la ley moral no se sostiene sin Dios. Se ha afirmado que en la era de la ciencia y de la técnica los hombres pueden construir su civilización sin Dios. Pero la verdad es que los mismos progresos científico-técnicos presentan problemas humanos de tales dimensiones mundiales que desconciertan a los hombres y no se presenta otra solución que aquella que proviene de una sincera y activa fe en Dios, principio y fin del hombre y del mundo (33). Sólo con la mirada puesta en Dios renace la confianza mutua. Por eso dijo el salmista: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen” (34).

SUGERENCIAS

a) Educación básica


Siendo el sector rural el primer interesado en su propia promoción, habiendo quedado hasta el presente en gran abandono por parte de la sociedad y permaneciendo aún su mayor número en condiciones de asalariados se hace indispensable promover, en mayor escala, no sólo la educación superior para una selección, sino también una mejor educación de base para el hombre y la mujer del campo, con mayor referencia a lo económico-social y profesional que les sea peculiares.

Una labor eficaz en beneficio de las poblaciones rurales sólo podrá obtenerse mediante la cordial colaboración con el Estado.

Para fomentar la educación de la juventud campesina ha de propiciarse los movimientos educativos que, entre otros medios, seleccionen sus militantes y dirigentes de entre los mismos campesinos; que exijan la entrega total de sus miembros al trabajo de progreso social del campesinado chileno, que acostumbren a sus miembros a la labor en equipo y a utilizar el sistema de revisión, gestión y proyección del trabajo.

Estos movimientos de educación han de dar, junto con el concepto cristiano de la vida, mejores sistemas de trabajo a la población rural; ayudarán así a las condiciones de alimentación, higiene, vivienda, costumbres y, en general, elevarán todo su nivel de vida, inculcándoles al mismo tiempo, un sentido de comunidad cada vez más intenso; le habrán puesto así en las mejores condiciones posibles para que logre aquella felicidad que es dado al hombre alcanzar en la tierra.

Es necesario y urgente que todos los que tienen alguna responsabilidad en la vida rural, cooperen en la medida de sus fuerzas en la educación y promoción de la gente de campo. Bendecimos una vez más la benéfica acción del Instituto de Educación Rural, ya reconocido por el Estado como colaborador en su función docente, y para el cual solicitamos de todos los participantes y responsables de la vida rural su más decidida comprensión y ayuda.

b) La familia campesina

El rápido crecimiento de la población y el desarrollo en aumento de la industria han provocado trastornos en la estructura moral y social de la familia campesina, que hacen necesaria una política de protección de la familia que procure su arraigo a la tierra y que le brinde modalidades de vida productiva y verdaderamente humanas.

Se hace, además necesario despertar por todos los medios que se presenten la conciencia de su misión y de sus responsabilidades para resolver sus problemas sociales, económicos, culturales, morales y religiosos, organizando comunidades que la hagan más capaz de aprovechar las posibilidades existentes. El Estado, la Iglesia, la empresa agrícola y la iniciativa privada han de arbitrar todos los medios a su alcance para que la familia pueda tener acceso a tales recursos,

Si bien es cierto que hay que procurar dar estabilidad a la familia campesina mediante las medidas señaladas, es preciso, sin embargo, evitar los peligros económicos y sociales que significan para la familia la excesiva parcelación de la tierra por la herencia.

c) Vocación rural

Es indispensable, sobre todo, que el agricultor consciente de la dignidad y de los deberes que comporta su profesión, se sienta impulsado a mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. "Estamos convencidos, dice el Sto. Padre Juan XXIII, que los protagonistas del desarrollo económico, del progreso social y de la elevación cultural de los ambientes agrícola - rurales, han de ser los mismos interesados, es decir, los obreros de la tierra. Ellos pueden fácilmente comprobar cuán noble es su trabajo, sea porque lo viven en el templo majestuoso de la oración; sea porque lo ejercen a menudo en la vida de las plantas y de los animales, vida inagotable en sus expresiones, inflexible en sus leyes, rica en los recuerdos del Dios Creador y Providente; sea porque produce la variedad de los elementos de que se nutre la familia humana y proporciona un número siempre mayor de materias primas a la industria. Es un trabajo, también, que se caracteriza por los aspectos morales que le son propios. Exige, en efecto, capacidad de adaptación y orientación, paciencia en la espera, sentido de responsabilidad, espíritu perseverante y emprendedor" (35).

d) La pequeña propiedad

El propietario rural, una vez despertada su vocación agrícola, por ocupar el más alto nivel en la escala social de los trabajadores agrícolas, es acreedor a la consideración y a la ayuda de la sociedad. Cualquiera inversión en el mejoramiento de sus condiciones tendrá consecuencias muy saludables para la población. Ser pequeño propietario será siempre una meta más deseable y no una vocación frustrada.

Además, Chile necesita empresarios en todos los niveles para el desarrollo de su agricultura. El trabajo intensivo de la tierra y la política de colonización exigirá recurrir a muchos empresarios nuevo s, y los que están más cerca de poder cumplir esta misión, serán sin duda, los pequeños propietarios, que conocen el trabajo de la tierra y que, con estímulos adecuados, podrán superar la apatía en que los ha sumido el régimen actual.

Cualquiera que sea el costo, la atención del pequeño agricultor se justificará plenamente pues, además de ser un medio razonable para disminuir las tensiones actuales existentes sobre la tierra, prepararán las condiciones necesarias para el desarrollo futuro de la agricultura chilena.

Si surgen dudas acerca de la auténtica vocación rural o de la capacidad de organización y de trabajo, en la selección y destinación de los futuros propietarios rurales, pueden sugerirse diversas medidas antes de otorgar la pro piedad, como ser, una participación gradual en los conocimientos de la empresa agrícola y en las ganancias que ella produce, o cierto período preparatorio, consistente en un arriendo del predio por parte del postulante que solicita su dominio.

e) Organizaciones indispensables

La deseable nueva estructuración de la tierra requiere, como condición indispensable, la organización de les agricultores, especialmente si la estructura que se busca como ideal es la propiedad de tipo económico familiar. No se puede olvidar que en el sector agrícola, como por lo demás en cualquier otro sector productivo, la asociación es actualmente una exigencia vital. Los trabajadores de la tierra deben sentirse solidarios los unos de los otros, y han de cooperar para dar vida a iniciativas cooperativistas, a asociaciones profesionales o gremiales, unas y otras necesarias para beneficiarse en la producción mediante los progresos científicos técnicos, para contribuir eficazmente en la defensa de los precios de sus productos; para ponerse en un plano de igualdad frente a las categorías económicas y profesionales de otros sectores productivos ordinariamente mejor organizados o frente al comercio; para poder hacer llegar a su vez a los órganos de la administración pública.

“Nos es grato expresar nuestra complacencia, dice el Papa en su Encíclica Mater et Magistra, a todos aquellos hijos que en diversas partes del mundo, se ocupan de las iniciativas cooperativistas, de las asociaciones profesionales, para la elevación económico-profesional de todos los que cultivan la tierra” (36).

Mediante una sabia y prudente legislación, elaborada a través de estudios técnicos serenamente realizados por organismos especializados y de experiencias concretas hechas por los particulares, podrán regularse los problemas rurales que esperan solución.

f) Ayuda técnica

Será igualmente misión del Estado organizar aquellos equipos de técnicos para cada región del país que, formando un verdadero Instituto de Reforma Agraria se dedique a realizar, con la cooperación de los interesados, de los dirigentes y vecinos, las disposiciones oportunas conforme a aquella legislación; que logren la nueva estructuración de la vida rural, controlen los sistemas agropecuarios, creen las organizaciones regionales y nacionales dándoles el carácter de comunidades humanas y económicas y realicen las obras públicas que fueren necesarias.

"Es indispensable, dice el Papa Juan XXIII, que especialmente por parte de los poderes públicos en los ambientes rurales tengan conveniente desarrollo los servicios esenciales, como los caminos, los transportes, las comunicaciones, el agua potable y la instrucción técnico-profesional, condiciones apropiadas para la vida religiosa, los medios recreativos, etc. En caso de ser así resulta casi incontenible y difícilmente controlable el que la población huya de los campos" (37).

"Para obtener un desarrollo económico en armónica proporción entre todos los sectores productivos, añade el Papa, se hace necesaria una cuidadosa política económica relativa a los impuestos tributarios, al crédito, a los seguros sociales, a la defensa de los precios, a la promoción de las industrias integrativas, a la adecuación de las estructuras de las empresas" (38).

g) Imposición tributaria

Principio fundamental en un sistema tributario conforme a justicia y equidad es que las cargas sean proporcionadas a la capacidad contributiva de los ciudadanos. Por las circunstancias propias de nuestro país, mediante un sabio sistema de tributos y exenciones podrán obtenerse positivos resultados en la agricultura, de suerte que se obligue así a sus propietarios a obtener de ellas el máximo rendimiento agrícola.

Es indudable que el Estado tiene derecho a imponer cierta tributación que limita de suyo el uso de la propiedad, cuando así lo exige el bien común, forzando de esta manera a la propiedad a cumplir su función social. Nunca, sin embargo, puede llegar a equivaler prácticamente a una abolición de la propiedad privada, que constituye un derecho humano anterior al Estado. Antes bien éste tiene por misión el resguardo y, en cierto modo, la promoción al acceso de los ciudadanos a la propiedad.

h) Política crediticia

Será igualmente un deber de los poderes públicos ofrecer y fomentar suficientes instituciones de crédito a disposición de todos los agricultores, sin lo cual la labor agrícola muy difícilmente puede desarrollarse principalmente en esta etapa inicial que trae consigo una nueva estructuración. Conviene también señalar la importante contribución que pueden dar al respecto los capitales privados tanto en el desarrollo de las iniciativas nacionales como en las locales.

i) Seguros sociales

No deberán faltar para los sectores agrícolas aquellos sistemas de seguridad, tanto para los productos agrícolas como para el trabajo mismo que dan garantía y bienestar en otros sectores de la producción; por desgracia, hasta hoy, los sistemas de seguro social y de previsión y salubridad han sido inoperantes para los sectores rurales.

j) Defensa de precios

Uno de los mayores problemas de la rentabilidad de la agricultura consiste, sin duda, en dar equilibrio y estabilidad a los precios de los productos. Dada la naturaleza de ellos es preciso que se promueva una disciplina eficaz, utilizando para tal fin los múltiples recursos que para tal fin es capaz de sugerir hoy la técnica económica. Sería muy de desear que esa disciplina sea principalmente obra de las categorías interesadas; pero no puede faltarle la acción moderadora de los poderes públicos (39).

Aquí nuevamente la estabilidad y el equilibrio lograrán imponerse a base de la confianza que haya logrado adquirir la autoridad pública competente, mediante la comprensión de la situación de los diversos sectores tanto del productor como del consumidor, lo que ha de impulsarle a actuar con inteligencia, prontitud, firmeza y equidad.

k) Expropiación

Es función del Estado proveer, por todos los medios que estén a su disposición, de propiedad rural a cuantos la soliciten, en conformidad a determinados requisitos de capacidad, garantía de trabajo, vocación rural, etc. Su primera acción ha de consistir en distribuir aquellas tierras que son de su propiedad y disposición, como se está haciendo en nuestros días. Elogiamos las diversas iniciativas tomadas en este sentido.

Sin embargo, dada la magnitud de los problemas rurales que hemos dado a conocer, no parece en ningún modo suficiente esta labor de carácter social. Parece que ha llegado a hacerse legítima la expropiación de aquellas propiedades agrícolas que presenten características definidas en orden a un mayor rendimiento y son susceptibles de parcelación ya que ello significa un mejor servicio al bien común.

Es grave responsabilidad de los técnicos que, al realizar esta reforma en la estructura agrícola tengan presente que los bienes de la tierra deben servir al bien común de la sociedad y que en la expropiación se han de respetar los principios de la justicia y de la equidad con exclusión absoluta de intereses particulares o partidistas (40).

Téngase presente, además, que nunca las ocupaciones violentas, que son ilegales, pueden conferir título de propiedad.

l) Labor supletoria

Como reacción contra los abusos del liberalismo económico, es reconocido el hecho de haberse extendido cada vez más el sistema que pretende entregar al Estado omnipotente todos los derechos de la persona humana, como único medio de estabilizar la sociedad. Según el totalitarismo de Estado, los particulares carecen de derecho, lo cual contraria en su misma noción la eminente dignidad de la persona humana, la engaña miserablemente y reduce la sociedad a un estado de esclavos propios de las épocas de la antigüedad pagana. A este propósito recuerda Juan XXIII que “la acción de los poderes públicos debe hallar siempre su justificación en motivos del bien común... Pero también la iniciativa privada debe concurrir a establecer el equilibrio económico y social entre las diferentes zonas de la nación. Más aún los poderes públicos, en virtud del principio de subsidiaridad, deben favorecer y ayudar a la iniciativa privada, confiando a ésta, donde sea y apenas sea posible de manera eficiente, la continuidad del desarrollo económico” (41).

m) Colaboración en la Reforma Agraria

Desearíamos, como pastores espirituales de la grey chilena, que en esta cruzada de elevación del campesinado colaborasen con su preparación técnica, con su aporte de experiencia, con su voz en el Parlamento, con su opinión autorizada en los órganos de difusión, todas aquellas personas de buena voluntad que teniendo interés y capacidad en la materia, puedan preparar el ambiente y disponer el camino para su buen éxito (42).


VI.- LA COLABORACION DE LA IGLESIA CHILENA EN ESTA LABOR COMUN

COLABORACION DE LA IGLESIA


Por nuestra parte, conscientes, como somos, de la situación del campesinado y deseosos de colaborar, no sólo con la doctrina fundamental, sino además con el ejemplo de las realizaciones concretas, hemos acordado en la Asamblea Plenaria del presente año encomendar el estudio de una eventual colonización de las propiedades agrícolas que están en propiedad y libre uso de la Jerarquía, a una comisión técnica que prepare los antecedentes jurídicos, canónicos y técnicos, a fin de facilitar el acceso de los campesinos a la propiedad de la tierra; con ello entendemos contribuir en la modesta proporción que nos corresponde, a los dos fines de una eficaz reforma agraria, cuales son: La mejor utilización de la tierra para la comunidad nacional y una mayor participación de la familia campesina en la propiedad y rentabilidad de la misma.

Comprendemos que esta medida, aunque no abarque un número tan cuantioso de bienes, como por ligereza se ha llegado a suponer, es sin embargo, de grave trascendencia, pues la utilidad que se obtiene de esas propiedades está destinada en su totalidad a la mantención de obras de beneficencia, educación y bien social y por ello la privación de tales ingresos supone un nuevo estudio, a fin de que esta medida no vaya en desmedro de las obras que en bien de la comunidad mantiene la Iglesia.

EXHORTACION

Esta colaboración de la Iglesia en el orden material, no alcanzaría plenamente los frutos deseados, si no fuera, al mismo tiempo acompañada de una labor profundamente espiritual.

Por ello exhortamos ardientemente a nuestros abnegados sacerdotes y religiosos, a los educadores, a los generosos miembros de la Acción Católica y a todos nuestros fieles a que se consagren plenamente a la renovación de la vida cristiana especialmente en el campo, tanto en el ambiente del trabajador manual, como en el de los propietarios de la tierra. Todos han de comprender la verdadera finalidad del hombre y de los bienes puestos a su alcance y la responsabilidad que cada cual tiene frente a Dios por el uso que haya hecho de ellos.

Esta acción pastoral debe ser completada por una acción que conduzca al conocimiento profundo y fiel de la doctrina social de la Iglesia, especialmente en relación con la vida rural y su difusión. Dicho conocimiento y difusión debe extenderse a todos los sectores que tienen relación con las labores agrícolas, a través de conferencias, círculos de estudio y organizaciones patronales y gremiales.

Es particular responsabilidad de los párrocos, incluso de la ciudad, en donde viven no pocos propietarios del campo, la promoción de estos círculos de profundización de la doctrina social de la Iglesia.

CONCLUSION

Si aceptáis estas ideas, muy amados hijos, como provenientes de quienes hemos recibido la misión de orientar vuestro juicio en orden al bien común, a la armonía humana y al fin supremo, se seguirá la formación de un clima o ambiente propicio, conforme al plan de Dios, para la oportuna y eficaz solución de los problemas rurales que hemos tratado. Y, si según estos principios encamináis vuestra labor, cada cual dentro de su ámbito y según sus posibilidades, hacia realizaciones concretas, sea en el plano público o legal, sea en el de cada caso particular, vuestro será el mérito de colaborar con Cristo en la salvación de los hombres y de procurar mejores tiempos a la comunidad nacional.

Y en prenda de la confianza que en todos vosotros, amados hijos, fieles católicos, tenemos depositada, y de la paz y prosperidad temporal y espiritual que sinceramente os deseamos, os impartimos cordialmente nuestra bendición episcopal.

Marzo 1962

Notas

(1) Petr. 1, 4
(2) Rom. 8, 9
(3) Mat. 28, 19
(4) Mc. 8,1 ss.
(5) Pío XI, Enc. Quadr. Anno N° 14 (Las Encíc1icas Sociales. Editorial Universidad Cató1ica, 1961)
(6) Carta Rural de Santiago, N° 2
(7) Encícl. Quadr. Anno, N° 42
(8) Jn. 14, 6
(9) Mt. 28, 19
(10) Hechos 20, 28
(11) Cfr. 1 Cor. 12, 1-26
(12) Rom. 8, 29
(13) Quadr. Anno, N° 14
(14) Mater et Magistra (A.A.S. LIII (1961), p. 431-2, N° 72, en la colección "Las Encíc1icas Sociales", Editorial Univ. Cató1ica, 1961)
(15) Pío XII, Carta a la Semana Soc. de Canadá, 1947
(16) Carta de Santiago, N° 3
(17) Salmo 146
(18) Mater et Magistra, N° 72
(19) Mons. Ligutti. El hombre y la tierra. Cuarto Congreso Internacional Cató1ico de la Vida Rural. Buenos Aires, 1958
(20) Santiago 5, 4
(21) Ligutti, El Hombre y la Tierra, o.c.
(22) Carta de Santiago. Carta de Pío XII a cultivadores directos
(23) Carta de Santiago, N° 24
(24) Carta de Santiago, N° 9
(25) Pío XII. Enc. Sertum Laetitiae 1-XI-1939, N° 26 (A.A.S. XXXI 1939, pp. 657 y ss)
(26) Pío XII. Disc. de Pentecostés, 1-VI-41, N° 13
(27) Pío XII. Carta del 23-IX-56 a la Sna. Soc. de Bérgamo
(28) Mater et Magistra, A.A.S., p. 413, N° 59
(29) Ib. p. 414, N° 67
(30) Pío XII. Mensaje radial del 1-XI-1944
(31) Mater et Magistra, A.A.S. p. 407, N° 61
(32) Carta del Card. Secr. de Estado al Card. Caro, 16-3-57
(33) Mater et Magistra, N° 116
(34) Salmo 126
(35) Mater et Magistra, A.A.S., p.436, N°83
(36) Mater et Magistra, A.A.S., N°85
(37) Ib. p. 432. N° 73
(38) Ib. p. 433, N° 75
(39) Ib. p. 435. N° 79
(40) León XIII, Encíclica Rerum Novarum, N° 28
(41) Mater et Magistra, l.c., pp. 438-9, N° 87
(42) Ib. p. 453, N° 87; V Congreso Católico de la Vida Rural, Conclusión 23: "... Para superar ese pasivismo -hacia una verdadera reforma social- es imprescindible la cooperación para la acción de todas las fuerzas regeneradoras de la sociedad. Esto reclama la unión de todos los hombres de buena voluntad para el triunfo del bien sin distinción de religión, raza, clase o ideología política"

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